DIARIO DE JOEL 1
Pasados los días de mayor frío, un remanso de paz en forma de tregua me ha traído de vuelta a mis raíces.
Los días fríos volverán, pero van a cogerme junto a mi gata tecleando frente a una hoguera.
Cerca de mí, el mar. Con esas aguas tan cambiantes y profundas como la propia psique humana.
Cerca de mí, la inspiración, que da sus últimas patadas en un intento por impedir que la fase alta bipolar cese.
No obstante, debo aterrizar.
Una música suave acompasa el constante crepitar de la hoguera.
Después de perder en las llamaradas y obtener de las tormentas, de llorar y sonreír, de disfrutar y sufrir... Llega el momento de lanzarse a la reflexión.
Como un Anciano que fuma su pipa escudriñando en el fuego controlado los entresijos de su pasado en busca de un futuro.
Como un Niño jugando con sus muñecos e imaginando una odisea de posibilidades rebosantes de Esperanza e Ilusión.
Amor, Alma... despiertan con la calidez de un ambiente solitario y ermitaño.
Incluso las sombras que danzan por todas partes, dibujando fantasmas en la penumbra, ejercen un rol aliado.
Tiempos de invierno.
DIARIO DE JOEL 2
La casa donde me encuentro ha captado el gélido ambiente de los cielos nublados que desde el amanecer la han regado con su lluvia.
No obstante, ha bastado una única explosión de fuego controlado para erradicar un frío del más cálido de los modos.
Eso me recuerda mucho a las duras etapas que la vida presenta a lo largo de nuestro camino. Abrupta o sigilosamente, se instauran en nuestra rutina, contagiándola de incomodidad y tiñéndola en una melancólica escala de grises.
En el símil que estoy usando, basta con mostrar paciencia y colocar con mimo los tablones de nuestra entereza... Pues una chispa, un único chispazo en la oscuridad, podrá iluminar nuestros destinos con ese furioso naranja que representa el rebelde origen de la primaveral esperanza.
Para un soñador invernal, mirar hacia ese cambio de estación pudiera parecer un ejercicio de anticipación innecesario. Sin embargo, del mismo modo que las estaciones mutan entorno y alma, uno no tiene por qué ser siempre el mismo.
Quizá las mieles de la primavera se me han antojado siempre amargas porque la losa del lado depresivo me ha mantenido aplastado contra el suelo. Sí, la mente puede volar, pero las alas a las que hago referencia van más relacionadas con una felicidad que rara vez se nos presenta. Si nuestra alma fuese el rostro de una niña, sería su sonrisa a la que hago referencia.
Una sonrisa que eliminase todo el dolor y lluvia de tristeza en un instante.
Como el fogonazo de una hoguera que despierta en un amanecer de color.
DIARIO DE VICTORIA 1. SUEÑO
He tenido un sueño, tan efímero como puede serlo un sueño de mediodía mientras dejas pasar el tiempo bajo el sol, sumergida en la limerencia que me ha dejado tu existencia, una simple y compleja serendipia tenerte en mi vida. He visto el arrebol del cielo y me ha hecho pensar en el melifluo de tu voz con tu innegable elocuencia y en la iridiscencia de tus ojos cuando eres Joel… Joel con jota, bien marcada como cuando dices jícama. Hay un sentimiento inefable en mí cada que te hago desatinar, cuando escucho tu risa, una de mis cosas favoritas en este mundo, algo que revive mi inmarcesible amor por ti… y disfrutar aún más de esta etérea utopía nuestra.
He soñado contigo. Me he soñado contigo, cincuenta años en el futuro, observando una puesta de sol que parece eterna; tu mano sosteniendo la mía; tan frágil y delicado toque cargado de la seguridad y confianza de una vida. Y a pesar de las arrugas que cubren nuestros cuerpos, la hoguera que tanto has mencionado desde el inicio sigue intacta, tan encendida como si la alimentaras con leña cada que flama mengua. Lo sé porque mi corazón sigue sintiéndose como ahora, esa sensación de calma y naturalidad… el sentimiento de que eres mi hogar.
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Editado: 19.03.2019