Día 15 - Terror Espacial
En el espacio nadie puede escuchar tus gritos.
Recuerdo haber escuchado esa frase en una película, una de las tantas que nos ponían en el centro espacial, la clase más divertida por mucho. Analizábamos películas sobre el espacio y señalábamos los errores, que siempre eran muchos. Todos nos reíamos, comíamos chatarra, pasándola genial.
Ahora, un par de años después formaba parte de una tropa de rescate que había sido enviada unos días después de la nave madre de investigación. Éramos el seguro, como ellos nos llamaban. Habíamos logrado recolectar información que le pondría los pelos de punta a cualquiera. Incluso nosotros no podíamos dormir en días.
Cuando las verdades del universo se mostraban frente a ti, era imposible no sentirte insignificante. Solo éramos granos de arena que no veíamos más allá de nuestros ojos. En este grupo no había escépticos; agujeros negros, sí existían, muchos. Aliens, también, y de toda clase. Ellos nos ayudaban más de lo que la humanidad deseaba reconocer.
Recordé la misión. Debíamos recuperar lo que pudiéramos de la nave, el reporte nos dijo que la explosión no dejó sobrevivientes, pero la caja negra mantenía información valiosa que los altos mandos deseaban.
Tardamos un año en llegar, claro, las distancias no funcionaban igual que en la tierra, salir un día después no equivalía a un día de diferencia. Llegamos, siguiendo el protocolo que ya todos conocíamos. Los trajes bien puestos y los cinturones de seguridad en su lugar. Salté, sonriendo ante la sensación de flotar como si estuviera volando, algo que todo astronauta disfrutaba.
La escena no daba mucho, piezas de metal regadas y ninguna señal de los dos cuerpos de las tripulantes. No recordaba mucho sobre ellas, solo que una se la pasaba hablando sobre monstruos intergalácticos que querían dominar a la tierra. Me pregunté como fue que terminó en ese programa, pero incluso aquí se manejaba por conexiones.
La caja negra fue recuperada con éxito. Se envió el informe y comenzamos a revisar el contenido. Este sistema tomaba fotografías cada cinco segundos, grababa igual cinco segundos de audio y enviaba su ubicación exacta.
Ningún entrenamiento nos pudo haber preparado, debo admitir. La explosión se reprodujo en secuencias que nos horrorizaron por segundo, nuestras compañeras salieron disparadas, pero solo un cuerpo se veía flotando inerte. Faltaba la chica paranoica. El metraje siguió mostrando los últimos segundos de vida de nuestra compañera y todo se puso oscuro.
Luego, los siguientes cinco segundos reprodujeron un rugido, era un animal, o un motor de alguna clase, pero logró paralizarnos a todos, obligados a seguir mirando la horripilante imagen que se iba formando conforme pasaban las diapositivas.
Habíamos visto alienígenas antes, sí, y sabíamos que no todos «venían en paz», pero esa cosa era un monstruo. Se llevó el cuerpo y lo subió a una especie de nave, era un meteorito, o una roca parecida. Brillaba y se quemaba al mismo tiempo. Casi podíamos olerlo, como si de lava volcánica se tratara. Se la había llevado, para siempre.
De vuelta, nos esperaba un viaje de varios años. Todos estábamos en shock. Nadie comió por días. La hora de dormir no existía, solo el miedo, la incertidumbre. Si esa cosa estaba ahí afuera, era cuestión de tiempo para que diera con nosotros. Ellos siempre nos localizaban primero, tenían mejor tecnología y eran más inteligentes que todos nosotros.
Cerré los ojos, deseando que, de ser así, nos concediera una muerte digna. Sabría que no me importaría gritar con todas mis fuerzas pidiendo ayuda, nadie podría escucharme, pero al menos me habría desahogado.
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Editado: 22.06.2023