Wyvner

Parte 4

Le tendí la mano para saludarlo y respondió cortésmente.

- ¿Cómo ha estado el viaje? – me preguntó

- Bien, con turbulencias, pero nada de qué preocuparse. Disculpe tantas molestias, no quise incomodarlo ni complicar sus días. – dije arrepentida de molestar a tan gentil hombre.

- No hay problema, no es molestia alguna. Me resulta muy interesante la historia que me contó por teléfono. ¿Podría reiterarla con mayores detalles?

- Bueno… no se por donde comenzar…

En ese momento se acerca el camarero y nos entrega la carta.

Eran las 17:00 hr. de Oxford, y el profesor tomó su té, como todas las tardes religiosamente; yo en cambio, pedí un café.

- Todo comenzó cuando una tarde una sombra gigantesca oscureció el cielo en Gatlinburg mientras cumplía con mis labores diarias. Salí a ver qué ocurría, los vecinos me dijeron que debían ser las langostas, pero cuando vi hacia el cielo… ¡no lo podía creer! Una enorme figura alada se abalanzaba sobre la ciudad arrasando todo lo que estaba a su paso.

Corrí a esconderme entre unos matorrales de hierbas, y desde allí observé la horrible matanza. Él devoró todo lo que se interpuso en su camino, de forma sanguinaria y cruel, feroz y aterradora.

- Es increíble lo que me cuenta Srta. Morgan…

- Llámeme Megan, por favor. – dije entre sollozos, prisionera del dolor que provocaba en mi recordar aquellas imágenes desgarradoras que quedaron grabadas en mis pupilas.

- Bien, Megan, continúe… ya no la interrumpiré más.

- Cuando este “dragón” sació su apetito, partió volando, alejándose de la ciudad, dejándome sola, horrorizada y sin testigos de lo que sucedió.

No puede constatar que era la única sobreviviente hasta que logré reaccionar de lo que parecía un sueño espeluznante.

Ya era de noche, la oscuridad yacía sobre mí mientras intentaba recobrar el aliento, la lógica y la cordura. Sólo una imagen inundaba mi mente, sólo un sonido y una sensación; el pánico, el horror, los gritos desgarradores de quienes eran presa de la bestia…

Intenté con dificultad regresar en mí, oía el ulular de las lechuzas en la silenciosa soledad. Sentía desvanecerme en un mundo de tinieblas donde la vida me era arrebatada…

- ¡Oh, por Dios! Su historia es verdaderamente paralizante, es un milagro que fuese la única sobreviviente… comentó el Sr. Brown mientras dejaba entrever su temor y encendía un cigarrillo para calmar sus nervios.

- Imagine usted, estaba estremecida, desconcertada y atormentada… Necesitaba hablar con alguien, dar a conocer lo que ocurrió aquel fatídico día, acudí a la policía y no creyeron en mí, recurrí a la prensa y me transformé en una burla, en un payaso… - rompí en llanto

Quise que el mundo supiera la verdad, supiera que la matanza de Gatlinburg fue obra de una bestia demoníaca… Ante la incredulidad de la gente decidí renacer de los escombros, tal como el ave fénix de entre sus cenizas y buscar las pruebas que dieran a mis palabras validez. – Suspiré con la tranquilidad de quien pone su mente en claro para llevar a cabo una labor ardua y reveladora.




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