X Siempre Mamá

Te necesito mamá

Estela

 

El velorio paso rápido, como el entierro de mamá. Durante todo ese tiempo no quise acercarme al ataúd de mamá, no me sentí lista para hacerlo.Yo quería recordarla tal como ella fue, hermosa mostrando una sonrisa a pensar de tener problemas. Fue Tomás que la vio por última vez en ese ataúd frio, antes de decirle el último adiós en el cementerio. Me describió lo distinto que se veía su rostro por los moretones y las raspaduras en las mejillas. El golpe que había sufrido por el automóvil le destrozo varios huesos del cuerpo, tenía cortaduras en todo el cuerpo por causa de los pedazos de vidrios del parabrisas del auto. Cayó al suelo con severos daños internos. Cuando los paramédicos llegaron al lugar a auxiliar la, ella débilmente aún respiraba, la hemorragia interna que tuvo agravo su estado, que le provocó un paro cardíaco.
 

Los doctores de la autopsia aún no logran comprender como el cuerpo de mamá aguanto todo ese dolor. Esperando ayuda. En muchos casos personas que han sufrido ese mismo accidente fallecen al instante. Creo que mamá no quería irse de este mundo, ella no quería dejarnos solos.
 

El muchacho que manejó el automóvil fue sentenciado a la cárcel, fue culpado por asesinato y también obtuvo otra sentencia por haber manejado en estado de ebriedad. Nosotros no estuvimos presentes en el juicio porque somos menores de edad, así que solo fue papá, él nos contó todo lo que ocurrió ese día. Los familiares del muchacho pidieron a papá que levantará la denuncia que el era muy joven para ir a la cárcel.

Que irónico. Mamá también era joven y tenía tanto por vivir.

Papá no dijo nada se dio la vuelta y se fue.

En el cementerio con pocas personas a nuestra alrededor le dimos el adiós a mamá. Nos acompañaron las personas que realmente la apreciaron. Algunos compañeros de trabajo y nosotros tres. Familiares por parte de ella no había. Mis abuelos fallecieron hace más de cuatro años y nuestra abuela paterna era una mujer bastante mayor para traerla.
 

Las pocas flores a lado del ataúd eran las favoritas de mamá, le encantaban las margaritas, ella nos decía que lo sencillo y poco lujoso es el que más significado tiene.

Por supuesto que la novia de papá nos acompaño, su vestido apretado parecía que no la dejaba respirar y tenía un enorme sombrero que le tapaba todo su rostro. No se que le vio papá, ella es todo lo contrario que fue mamá.

Tomás y yo no parábamos de llorar cuando vimos descender el ataúd a metros de nosotros, en ese frío suelo. Cuando empezaron a tapar el ataúd con tierra, Tomás intento entrar adentro, lo sujete antes que cayera en ese agujero, él quería aferrarse al ataúd de nuevo, él no quería separarse aún de mamá, lo abrase y volvimos a llorar.
 

Papá no se acercó a nosotros, solo nos miró detrás de unas gafas oscuras. En mi mente la palabra insensible lo nombraba. Parecía no dolerle la perdida de mamá.

La gente poco a poco se iba. Hasta que solo quedamos los tres, la novia de papá también se fue. Tomás y yo permanecimos sentados en el suelo, tocando la tierra donde se encontraba el cuerpo de mamá. Mi hermano en silencio seguía derramando lágrimas. Yo, ya había llorado demasiado que no tenía más lágrimas. Papá se acercó y lentamente me levanto quiso hacer lo mismo con Tomás pero él se negó y solo se levantó. La mano de Tomás no soltaba la mía por ningún momento. Ambos dijimos adiós a mamá y nos alejamos con pasos lentos del lugar. Tomás sujetaba con fuerza mi mano. Tenía miedo, miedo que me fuera ir sin él.

Llegamos a casa. Papá nos trajo.
 

Mire a mi alrededor ya nada sería lo mismo, ya no abría ese eco que solo la voz de mamá dejaba cuando llegábamos de la escuela, sus palabras: ¿Cómo les fue? ¡Ya está la cena! o el clásico ¡No se peleen son hermanos!. La tristeza nuevamente se apoderó de mi. La melancolía hacia de las suyas. No estaba preparada para que la voz de mamá desapareciera por siempre.

Voltee a la izquierda, Tomás ya no lloraba, el silencio sello sus labios. Se dio la vuelta para subir la gradas directo a su habitación, quise ir detrás de él pero papá me detuvo.

-Déjalo necesita un tiempo a solas.

Asentí con la cabeza.

En el camino papá compro el almuerzo, lo llevo a la cocina, saco algunos platos de la alacena y nos sirvió.

Me acerque a él y mire la mesa.

-¿Porqué hay solo dos platos en la mesa?. No comerás con nosotros.

-Lo lamento hija debo irme. Hoy llegaron los padres de Vanesa y tenemos un cena por lo...-ahí corto su voz.

-¿Por tu matrimonio?

-Les juro que se los recompensare mañana. Tendré todo el día solo para ustedes y hablaremos de lo que pasará en adelante.

-¿De qué hablaras con nosotros?. Nos recordarás que seguiremos siendo los dos Tomás y yo. Háblanos sin rodeos papá, ya somos casi dos adultos y nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. Di que no tenéis pensado incluirnos en tu nueva vida familiar.

-No hables de esa manera hija. Estás malentendido mis palabras, no es lo que estoy tratando de decir solo dadme un poco de tiempo. Para que Vanesa asimile esta situación.

-¿Situación?. No somos parte de tu trabajo, no tienes que arreglar o resolver algo. Somos tus hijos. Tomás tiene la razón, nosotros nunca llegaremos a ser parte importante en tu vida.

Di media vuelta y me fui dejándolo atrás solo.

En mi memoria aún guardo los bellos recuerdos de papá cuando vivía con nosotros. Su lado protector y cariñoso. Su paciencia al darme un baño o cuando me peinaba una coleta apretada que hacía achicar mis ojos.

Cuando él se fue mamá hizo todo lo posible para que ese lazo entre papá y nosotros no se rompiera. Mamá quería que lo siguiéramos viendo como un padre ejemplar. Ella lo consiguió. Lo defendí sin tenerlo cerca, lo amaba. Tenía claro en mi mente que de grande me casaría con un hombre igual que papá, un príncipe azul. Cuando Lucas llego a mi vida pensé que el sería ese príncipe azul que me protegería. Me desilusione cuando se prefirió antes que nuestro amor.




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