X Siempre Mamá

El primer amor

Irene

 

Volví al hospital de nuevo. Veía a Estela atreves de ese vidrio que alejaba la sala de terapia intensiva y el pasillo de espera.

 

Veía a mi pequeña durmiendo en un sueño profundo sin ganas de despertar. Han pasado cinco días después de mi muerte, y dos días de que Estela seguía en coma, frote mis hombros y mire fijo el techo, aún todo era gris excepto mis hijos. Tomás y Estela.

 De pronto lo ví aproximarse, Hugo se colocó a lado mío, como lo hizo los anteriores dos días.

Desde el primer día que pusieron a Estela en esta sala, Hugo vino a visitarla, la observaba fijamente a través de la gran ventana de vidrio.

Yo conocía perfectamente esa mirada. Aquella mirada sincera que solo puede expresar el corazón.

Era amor.

Hugo se había enamorado de Estela.

Que curioso es el amor, que lo encuentras en el lugar menos pensado. Cupido puede ser cruel, hace de la suya en esas circunstancias menos esperadas y lanza sus flechas a los corazones erróneos por un tiempo indeterminado, regalando la ilusión de un podría ser.

Un fuerte suspiro sale de Hugo. Él también sufría por dentro. Se había enamorado de una persona que no conocía y que posiblemente no volvería a ver.

Se dio media vuelta y salió del lugar, por la misma puerta vi entrar a Félix, por suerte no venía acompañado de su insoportable novia. Él también se acerca a la ventana de terapia intensiva y levanta su mano para tocar el cristal.

—Mi hermosa Estela, regresa a nosotros.

De pronto su mirada se queda clavada en mi, de nuevo veía esos hermosos ojos verdes. Félix no dejaba de verme parecía que sabía que yo estaba ahí, al frente de él.

De nuevo los recuerdos empezaron a surgir.

En especial el de mi primer amor.

“Conocí a Félix en el instituto desde los doce años, se podría decir que era su admiradora secreta. A pesar de compartir la mayoría de las clases juntos, yo no me atrevía a hablarle. Éramos dos completos extraños que no cruzaban palabra alguna en el instituto.

Félix en su mundo distante de los demás, todo introvertido y yo queriendo explorar más allá de mis fronteras.

Había algo en Félix que me llamo la atención. Era guapo no lo niego. Había algo en él que rara vez resaltaba, y que me hacía enloquecer, era su sonrisa. Cuando él sonreía todo a mi alrededor se iluminaba. A escondidas sin que nadie me viera, sonreía igual que él. Me gustaba acompañarlo en silencio con su felicidad.

Cuando Félix pasaba sin querer por mi lado, mi corazón se ponía alborotado. El aire se iba y las mariposas jugaban dentro de mi estómago otra vez, era más que obvio, estaba completamente enamorada de él.

Cuando lo veía alejarse de mi, sin verme me ponía triste.

Tener un amor secreto, siempre te pone triste.

Hasta ese día.

De camino a casa lo encontré en un rincón de un callejón cerca de mi casa botado en el piso: tenía golpees en el rostro, la sangre que recorría por un lado de su labio aún estaba fresca. Sin pensarlo fui ayudarlo, una chica delgada como yo tuvo que sacar fuerzas de dónde sea para poder levantarlo. Puse su brazo encima de mi hombro, él aún parecía estar inconsciente así que levanté su rostro con mi mano para que me viera.

—¡Hey!. ¿Estás bien?. Me puedes ayudar a levantarte—intente levantarlo yo sola, no lo pude hacer, porque Félix era más alto y pesado que yo.

De nuevo intenté levantarlo de nuevo. De pronto Félix abrió los ojos y de golpe se levantó solo. Sin querer él me hizo caer al piso.

 Félix seguía mareado, intentó caminar pero no pudo, y termino sentándose de nuevo en el piso. Pero está vez al frente de mi.

Él me observo en silencio, fue en ese instante que conocí por primera vez la tan anhelada mirada del amor.

Lo sentí.

Sin decir palabra alguna Félix junto sus labios con los míos en un tierno beso, me deje llevar y cerré los ojos para poder llegar por primera vez al cielo, que duró poco tiempo.

Antes de abrir los ojos. Félix dejo de besarme, se levantó rápido y se fue sin decir palabra alguna. Salió del callejón para perderse por la calle.

Me quedé por un buen rato pensando si nuestro beso fue real o fue un simple sueño.

Me pellizque varias veces, y empecé a reír al darme cuenta que fue real, no podía creer que mi primer beso fue con mi primer amor.

De regreso a casa fui saltando como un conejo por toda la calle. Lo estaba sintiendo, por fin sentía a la felicidad recorrer por mi cuerpo. Echada en mi cama empecé a pensar con más claridad. Y hacerme la típicas preguntas para ver algo malo en mi día.

¿Y si me beso porque estaba ebrio?

¿Y si fue el golpe en la cabeza que hizo que se descontrolaran sus hormonas de adolescentes y le obligaron a hacer algo que no quería hacer?

Me levanté de golpe de la cama y empecé a mover la cabeza a todos lados. No debía ilusionarme antes de tiempo. Los hombres son volubles con sus sentimientos.

Así que cambie mi sonrisa por una buena porción de seriedad.

Al día siguiente dentro del aula. Ví a Félix entrar directo a su pupitre que se encontraba al frente de mi. Ese día en ningún momento volteo a verme, y cuando pasaba por mi lado. Fingía leer un libro o mira a otro lado.

 Así pasaron dos semanas, en las cuales yo era invisible para él.

Mi ingenuo corazón se había ilusionado antes de tiempo con el amor.

De tanto pensarlo me decidí a dar yo el siguiente paso. Félix era un cobarde. Debía afrontarlo, debía hablar con él de lo que había sucedido ese día y que era lo que realmente sentía por mi.




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