Banxu se acercó al agrónomo que recobraba su forma original poco a poco. Él la observaba atónito mientras ella se concentraba en las heridas que él tenía en los brazos.
―¿Qué intentas hacer?
―Sanarte ―dijo ella, cerrando los ojos.
―No puedes hacerlo. No eres curandera y no…
―Cállate, me desconcentras.
Bosthi se quedó callado, sintiendo una calidez que rodeaba su cuerpo al momento que las heridas en sus brazos sanaban. De ahí siguió a las heridas en las piernas y por último una enorme mordida que le hacía sangrar entre sus costillas. Una vez que ella terminó, Bosthi pudo notar que, aunque quedaron cicatrices visibles, las heridas habían sanado.
―¿Cómo lo hiciste?
―Sólo invoqué las almas de los antiguos curanderos. Es algo que los sacerdotes hacemos comúnmente ―dijo ella encogiendo los hombros―, es algo que se practica comúnmente en los hospitales de Notse.
―Pero esto lo hacen en hospitales para ayudar a los curanderos en casos graves. Sin un curandero aquí… ¿cómo lo hiciste? ―insistió él.
―Pasé casi un año en la isla de Uthe y varios días en una isla aún más cerca del Made, es normal que las habilidades aumenten cuando uno se llena de toda esa energía. Además, estoy invocando las almas de los tuki, son criaturas mucho más puras que los mboho y, por ende, son más poderosas.
―¿Estuviste en una isla más cerca del Made? ―el agrónomo al fin retiró su mano bruscamente―. No hay islas más cerca del Made que la de Uthe, no quieras…
―De hecho, sí la hay, Bosthi ―la anciana Chheze se acercó a ellos―, pero tú nunca has permitido que Banxu te platique de su vida.
―¡Es porque su vida no me parece…!
―¿Interesante? ―interrumpió la anciana―. No puedes juzgar si una historia es interesante o no hasta no conocerla.
―Déjelo. ―Banxu suspiró profundo y se levantó―, si no le interesa conocerla, no lo obligaré a escucharla.
Durante los siguientes días, el humor de Bosthi cambió drásticamente, seguía siendo huraño y evasivo, pero ya no se le veía malhumorado. Además, se notaba que eso de la nueva isla le intrigaba mucho, sin embargo, el orgullo no le permitía aceptarlo. Recurría a métodos indirectos, pero bastante obvios para enterarse.
Una tarde, cuando Banxu platicaba con los aldeanos sobre la isla, él se acercó con su azadón y comenzó a arar la tierra a pocos metros.
―¿Vas a sembrar en este lugar? ―preguntó Banxu
―No, sólo estoy buscando lombrices para comer ―dijo él, con sarcasmo.
―Bien, no te estorbaremos. Niños, vamos donde no obstruyamos el trabajo del agrónomo.
―No, no es necesario que se vayan ―se apresuró a decir―, no me estorban en lo…
―No es problema, como sea a ti no te gusta que uno esté parloteando cuando tú estás trabajando ―respondió Banxu y rio discretamente al ver el rostro de decepción en Bosthi cuando se alejaron lo suficiente como para que él no pudiera escuchar nada.
En otra ocasión, el agrónomo se acercó con los niños cuando ellos hablaban entusiasmados de la aventura que Banxu les contó sobre Ndomi contra el zuthu.
―Ah, sí ―dijo como si no tuviese importancia―, la batalla esa en la isla que está cerca del Made. Sigo sin entender por qué se le da tanta importancia.
―¿En la isla del Made? ―reclamó Nhis―. Nunca pelearon en esa isla.
―¿Ah no? ¿Entonces dónde pelearon?
―No molesten al agrónomo, niños ―dijo Yich―, ya saben que a él no le gusta que le platiquen nada sobre lo que ha ocurrido en Notse.
―No, no. Déjelos. Sólo quería…
―No te preocupes amigo ―el anciano palmeó su brazo―, sé que prefieres estar solo, no tienes que fingir amabilidad conmigo ―pero al retirarse, el sabio curveó las comisuras de sus labios en una sonrisa burlona.
Y así estuvo por días. Conforme de más cosas se enteraba, más aumentaba su curiosidad. Ya no era sólo por la isla, ahora buscaba enterarse sobre el zuthu, sobre Toke y de aquel misterioso fantasma en el castillo. Después de uno de sus intentos más patéticos por escuchar las historias de Banxu, Chheze al fin le dijo directamente:
―¿Por qué simplemente no te dejas de tonterías y aceptas que quieres saber qué sucedió?
―Yo no… nunca…―era notorio que Bosthi no sabía que contestar―, ¡es que es simplemente molesto que todo mundo sepa lo que sucedió en Notse menos yo!
―Pues entonces, pide a Banxu que te cuente.
―Bueno, ya sabe cómo es esto ―Banxu sonrió con ironía―, si quiere que yo le cuente, tendrá que pedírmelo por favor.
―¿Pedirlo por favor? ―Bosthi refunfuñó, sarcástico― ¿No habrá peligro de que te enamores de mí sólo por decirte un “por favor”?
―Ah, por eso no hay problema ―Banxu sonrió sarcástica―, enamorada de ti ya estoy así que por eso no te preocupes. ―Chheze no pudo evitar soltar la carcajada. Bosthi la observó con los ojos muy abiertos.
―¡Chistosita! ―refunfuñó y se fue.
Pero no tardó ni una hora cuando ya estaba de regreso, dejó caer su azadón en el suelo, se sentó a un lado de ella y simplemente se lo dijo.
―Está bien, tú ganas. Por favor ―remarcó esas dos últimas palabras―, platícame qué es lo que pasó en Notse durante los dos años que llevo yo aquí.
Banxu sonrió complacida, pero burlona. Contó a grandes rasgos lo que sucedió con ella y Ndomi, de lo que él descubrió en la isla, de cómo fueron acusados injustamente por los errores de Toke y al final, de cómo él logró levantar la nueva isla.
Bosthi frotaba su barbilla, dubitativo, todo aquello sonaba demasiado extraño para ser cierto, pero él mismo había comprobado parte de lo que ella le había contado.
―Hace un año perseguí a mi hermano hasta la costa. Estuvimos meses lejos, intentando darnos caza mutuamente ―comentó Bosthi―. Hojai robó una de las barcas que los tuki usan en la temporada de pesca y huyó mar adentro y yo lo seguí hasta llegar a una isla muy cerca del Made.
―¿La isla que se replicó de la de Uthe?