Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

La botella verde

Las palabras del rector fueron suficientes para que Uthe se sintiera un poco en libertad de ejemplificar sus lecciones con breves anécdotas que vivió durante sus ocho años de investigaciones. Su clase pasó de ser aburrida a ser un momento que los alumnos disfrutaban, de hecho, a un mes de haber iniciado, los mismos alumnos habían aprendido a cuestionar a Uthe de tal forma que la guiaban a salirse del tema y comenzar a platicar de sus breves aventuras en el Made.

Eran los días de más frío en Ximantsi y habían caído ya las primeras nevadas. Los jóvenes llegaban con sendas capas, guantes y botas para nieve. Uthe estaba en su cubículo, revisando algunos ensayos cuando Dumui entró extendiéndole unos documentos, la profesora frunció el entrecejo al verlo con ropa raída y muy ligera.

―El rector me pidió que le entregara las peticiones de quienes quieren hacer prácticas con usted.

―Mi niño, ―Uthe tomó las hojas sin dejar de verlo―, ¿no trajiste un abrigo o una capa?

―No tengo. ―Dumui contestó de forma grosera y fría, observando a Uthe fijamente.

―¿Cómo que no tienes?, y ¿la capa que te regalé? ―Dumui cambió su gesto frío en un instante, agachó la mirada y susurró tímidamente.

―La tengo guardada, esperaba que usted me la pidiera para devolverla.

―¿Devolverla? ¿Qué acaso no te dije que era a cambio de dos dibujos?

―Es que… ―Dumui se agachó aún más―, nunca nadie me regala nada y no quiero maltratar lo que usted me regaló.

―¡Úsala! ― Uthe se levantó, con su cadera hizo caer una fotografía en tonos sepia, Dumui de inmediato se agachó para levantarla.

―¿Son familiares suyos? ―preguntó al ver cuatro niños en el retrato.

―Amigos de la infancia ―dijo ella, señalando uno a uno―, esta soy yo. Él es mi amigo Behe, es un capitán, se casó con ella, su nombre es Roha, y es una excelente vidente. Él era Atsi, falleció en el incendio del aserradero cuando teníamos cerca de siete años.

―Ya veo ―el semblante de Dumui volvió a ser frío―, su familia debe ser adinerada, las cámaras fotográficas son muy caras.

―En realidad ―Uthe empujó a Dumui por el brazo para que caminara a su lado, fuera de la oficina―, uno de mis hermanos trabaja en la compañía que las vende, esas cámaras las diseña él y me regaló una cuando yo era niña.

Mientras caminaban al aula de clases, Uthe platicaba de algunos problemas que tuvo cuando esa cámara se le cayó al mar, era una historia divertida, ella tuvo que lanzarse al agua con todo y ropa, y pelear con un molusco para que se la devolviera, las comisuras de los labios de Dumui se curvaron ligeramente.

―Profesora ―le dijo poco antes de entrar al aula― No me obligue a usar su capa… es… realmente no quisiera maltratarla, y además…

―Y además me debes aún dos dibujos ―Uthe le jaló un mechón de su cabello, al momento que abría la puerta―, ese era el acuerdo, ¿recuerdas?

―Sí… lo siento, lo había olvidado.

Uthe se sintió enternecida ante la reacción de su alumno, pero los murmullos de los alumnos que llegaban obligaron a Dumui a adoptar de nuevo su postura fría e indiferente.

―Te lo dije, le tiene miedo a la profesora Uthe― murmuró Dañu.

―No puedo creerlo.

Detrás de ellos llegaba Dañu con una jovencita que Uthe nunca había visto. Era una niña muy hermosa, tenía la piel completamente blanca que se teñía ligeramente de azul en las mejillas, labios y ojos color amatista y una larga cabellera de color azul marino. Y aunque nunca la había visto,  Uthe sabía quién era, su nombre era Kuhu, le habían dicho que habría constantes ausencias de esa joven, ya que padecía una extraña enfermedad de la cual los curanderos no podían encontrar una cura. Era común que tuviera recaídas tan fuertes que la mantenían en cama por semanas.

―¿Cómo te sientes, Kuhu?

―¿Sabe mi nombre? ―las mejillas de Kuhu se tiñeron de azul―, supongo que los profesores le han hablado de mí… mi fama no es del todo por razones muy agradables.

―Lo sé, mi niña. Por favor, siéntate en esa silla

El azul de las mejillas de Kuhu se perdió por completo, su rostro de terror se congeló observando a Dumui, quien sólo miraba por la ventana hacia los jardines del colegio.

―No sé si tus compañeros te lo explicaron, pero hay una regla en esta clase. La ética comienza tratando a los que nos rodean tal y como nosotros quisiéramos ser tratados, y de aquí en adelante, nadie pondrá objeción alguna en sentarse cerca de Dumui.

―Pero, profesora…

―No te preocupes, Kuhu ―Dañu la tomó de la mano―, yo me sentaré junto a ti, ¿ves? No pasará nada.

―Y Dumui… ―Uthe dirigió una mirada inquisidora hacia el chico amarillo

―Sí, lo sé ―Dumui no dejó de mirar los jardines― Ni siquiera voltearé a verla, no se preocupe.

Uthe dio su clase como siempre, pero Kuhu no parecía poder relajarse, pasó esas dos horas agachada, evitando cualquier contacto visual con su extraño compañero de clase. Evidentemente fue un verdadero alivio para ella cuando la clase terminó y pudo alejarse de él. Kuhu fue hasta los baños y se soltó a llorar donde nadie la vier, para nadie era un secreto que ella era la persona a la que Dumui más odiaba.

Cuando estaban en el colegio intermedio, Dumui había sido su compañero de clase. En ese entonces ella gozaba de buena salud y era alegre y popular entre sus compañeros.

Pero un día ella cometió un grave error, un profesor la obligó a hacer equipo con Dumui para realizar un trabajo de alquimia, ella estuvo distraída en clase por estar jugueteando con un par de amigos. Dumui le advirtió que estaba realizando mal la práctica, pero ella le ignoró y esa distracción causó una explosión que quemó el brazo izquierdo de Dumui.

Ella aún se estremecía al recordar lo que sucedió esa vez,Dumui se posó frente a ella con un rictus de odio como nunca había visto en su vida, sintió tanto miedo que salió corriendo. Sus compañeros le contaron que ella fue anotada en la libreta de Dumui en cuanto ella salió del laboratorio. Y nadie le quería creer, pero ella estaba segura de que él era, de algún modo, responsable por la enfermedad de la que padecía. A los pocos días de ese incidente, ella comenzó a sentir los primeros síntomas de su enfermedad.




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