Varios pasos se escucharon acercándose, ella enjugó sus lágrimas discretamente e inhaló con fuerza para recobrar la compostura, cuando una voz le arrebató la poca cordura que podía conservar.
―Al fin los espíritus fueron piadosos y se llevaron a ese pobre diablo.
Nadie tuvo oportunidad de reaccionar, Uthe se soltó el cuerpo sin vida de Dumui y se arrojó a golpes y rasguños contra Yomi. Él no podía hacer nada por defenderse, Uthe parecía haber cobrado una fuerza demoníaca por la ira y el dolor, varios alumnos tuvieron que sostenerla por los brazos para someterla.
Dañu abrazó con fuerza a la profesora con un gesto de desgarrador dolor, pero no la soltó hasta que ella se calmó.
―¿Qué fue lo que pasó? ―preguntó Zoni, temblando tanto que parecía desbaratarse.
―Se ha ido ―Uthe apenas si podía mantenerse en pie por el dolor―, Dumui se fue para siempre.
Todos aquellos que apreciaban a Dumui se abrazaron entre ellos, llorando, algunos otros se acercaron a su cuerpo, conformándose con sentirlo con sus manos una última vez.
Uthe fue llamada a declarar esa misma tarde, el cuerpo de Dumui estaba en la morgue y ya que no había familiar alguno que lo reclamara, los alumnos se apresuraban a hacer todos los trámites para que el cuerpo los fuese entregado a ellos, ya que, de no reclamarlo, sería incinerado sin honores y sus cenizas serían arrojadas al campo.
El interrogatorio fue breve, en Tse nadie le daba importancia a la muerte de un huérfano cuyo padre fue responsable de atraer a un zuthu y más aún, alguien de quien desconfiaban por haber vencido a dos zuthus muy poderosos. No les importaba que en Berakru fuese considerado un héroe, para la fría gente de la ciudad de Tse, él no era nadie.
Uthe se retiró a su apartamento después de que le aseguraran que le entregarían el cuerpo de Dumui al siguiente día por la mañana. Bete y varios de los alumnos estuvieron con ella toda la noche en su apartamento, sabían que la muerte de Dumui le afectaría, pero nadie tenía idea del infierno que se desataba en su corazón. Se quedó dormida durante la madrugada con esa sensación de que ya no había nada en ese mundo por lo cual vivir.
Voces de varias personas discutiendo la despertaron, ella se levantó y salió de su recámara en donde estaban aún los alumnos, su amiga Bete y un par de guardias.
―Ustedes no entienden nada ―explicaba Dañu.
―Por eso queremos a la profesora, hay muchas cosas qué explicar.
―¿De qué se trata todo esto? ―preguntó Uthe.
―Sacerdotisa Uthe, ―uno de los guardias se acercó a ella―, se han encontrado evidencias fehacientes de que el recién fallecido Dumui es el cómplice del asesino Zadu. Por seguridad, usted deberá ser trasladada a las instalaciones del consejo de guardias de esta ciudad.
―¡No, Dumui no era cómplice! ―Toho se interpuso entre la profesora y los guardias― al contrario…
―Déjalo Toho ―Uthe empujó ligeramente a Kuhu por el hombro dedicándole una sonrisa amarga―, él ha muerto, ahora puedo explicar al consejo quién era él.
Uthe siguió a los guardias calmadamente y en silencio, fue conducida hasta el recinto en donde fue recibida por el consejero Jutsi en donde contó absolutamente todo lo que sabía de Dumui, desde cómo contaba cuentos a los niños hasta cómo ayudó a encontrar y vencer al genocida Zadu. El consejero escuchaba atentamente con los codos recargados sobre su escritorio y sus manos acariciando su barbilla.
―Entonces ―el consejero se levantó de su silla y comenzó a caminar de un lado a otro―, el muchacho tenía la habilidad de meter ideas e imágenes en la mente de las personas.
―Así es, tenía una habilidad única.
―Bueno, pero eso quiere decir entonces que el chico podía convencer a quien quisiera de lo que quisiera ―dijo el consejero con voz fría―, quizá hasta convencerlos a todos ustedes de que él era un héroe y el sacerdote Zadu un asesino cuando en realidad…
―No, él jamás habría hecho algo así. Tenía valores muy firmes y…
―O quizá usó su habilidad para convencerla de que los tenía ―el consejero volvió a sentarse posando su mirada firme sobre la de Uthe―, y usted y el resto de los alumnos cayeron redonditos
―Se encontraron las evidencias en contra de Zadu gracias a él. Gracias a él, se salvaron vidas en Berakru, si acaso está insinuando que Dumui era culpable…
―Veamos ―interrumpió el consejero―, tenemos a un chico inadaptado a quien todo mundo temía contra un respetado y reconocido sacerdote, ¿quién le parece más sospechoso?
―¿Insinúa que Dumui no era cómplice, si no el único autor de todo ese genocidio? ―Uthe se levantó de su asiento recargando sus manos en el escritorio, molesta―, entonces explique cómo hizo él para meter a toda esa gente en los cimientos del museo sin abandonar Tse en ningún momento.
―¡Ese muchacho convirtió a los consejos de guardianes en un hazmerreír! ―estalló Jutsi― ¡Me han quitado el nombramiento como parte del consejo Bamhña por dejar que un estudiante encontrara algo que yo debí encontrar! ¡Y por haberte negado un permiso que cualquier jefe de seguridad te hubiese negado!
―¿Entonces de eso se trata? ―Uthe observó a Jutsi con asco―, ¿venganza?
―Encontraré pruebas que demuestren la culpabilidad de ese muchacho.
―Pues suerte ―gruñó Uthe―, no encontrará pruebas de lo que no hay.
―Las construiré si es necesario ―el guardián bufaba de rabia.
―¿Sabe qué? ―Uthe se levantó por completo―, haga lo que quiera. Dumui ha muerto y lo que un montón de estúpidos piensen de él ya no importa.
Uthe se encaminó hacia la salida, abrió la puerta y estaba un en el umbral cuando el consejero Jutsi habló con voz iracunda.
―Arrojaremos el cuerpo del muchacho a la fosa de los criminales.
―¿Qué? ―Uthe se detuvo en seco― ¡No puede hacer eso!, Dumui merece ser incinerado, y sus cenizas vertidas en un árbol, por ley no se le puede negar esa gracia a nadie a menos que sea totalmente comprobado que sea un criminal.