Ximantsi 4. El libro de los elegidos.

Notas del autor

A muchos escritores les preguntan lo mismo: ¿De dónde les viene la inspiración? En mi caso, siempre viene del mismo lugar: mis propios sueños.

¿Les ha pasado esto? Mientras duermen tienen un sueño maravilloso, intrigante o lleno de fantasía y cuando despiertan es como llevarse una desilusión porque no pudiste permanecer en él. Esto me sucede muy seguido, así que no me queda otra que tomar esos sueños, armarlos como una especie de rompecabezas y completar la historia.

Les cuento sólo unos pocos de los sueños que me ayudaron a crear esta novela.

El fantasma.

En este sueño yo vi a una antigua profesora mía de la secundaria, estaba en la escuela y desde el salón la vi a ella, a Miss Marilú, quien nos daba clases de inglés, ella vestía como princesa y llevaba una urna en sus manos y se la veía muy triste, entonces yo llegué a la conclusión de que alguien que amaba acababa de morir y ella llevaba sus cenizas en esa urna. De ahí nació Uthe, por eso le di el rol de profesora y con el destino de perder a quien amaba.

En otro sueño yo estaba en un bosque muy frondoso, en una cueva con seres pequeños, como duendes, nos estábamos ocultando de un lobo demoníaco. Entre los duendes estaba un anciano que, de algún modo, yo sabía que era un hechicero y que podría ayudarnos a acabar con ese lobo, pero habría que tenderle una trampa y yo me ofrecí como sacrificio, me acosté en una roca porque sabía que el lobo iba a ir por mí y, en cuanto me matara, estaría vulnerable para que el hechicero acabara con él. De este sueño surgieron Uxjua, el sabio Yich y, aunque aún no tenía planeado el personaje, ahí estaba el destino de Banxu.

Y el que dio forma a la luna de Ximantsi, me soñé en un barco que zurcaba sobre un mar de color champaña y el barco iba sin control hacia un agujero, un lugar que yo sabía que era el centro del mundo. En el barco había un muchacho muy atractivo que estaba dispuesto a continuar hacia aquel agujero con tal de salvarnos, y ese chico atractivo se convirtió en Ndomi.

Fui armando esos sueños junto con otros menos interesantes como la pequeña lancha rodeada de cristal que traía cartas del pasado, los autos “calza” (sí, hasta el nombre lo soñé), que eran usados para lunamieleros o Ñah, el michi parlanchín al que tenía que cerrarle el hocico porque no se callaba.

Y en cuanto a los nombres, todos son del dialecto de la cultura otomí, cada uno tomando características del lugar o la persona. Por ejemplo “Made”, significa “centro”; “mixi” es “gato” y se pronuncia “mishi”; o Ndomi, que, por ser arquitecto, su significado es “casa”.

Todos esos sueños, junto con pasajes de la historia mundial, anécdotas mías o de algunos amigos y hasta algunas leyendas me dieron las piezas que armaron esta fantasiosa historia que espero hayan disfrutado.




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