Y ahora ¿qué más? #3

18*** Estaban seguras.

Al final, Dan con su cara de que no le importaba, la había convencido de ir con la policía. Jessica seguía pensando que era una tontería, pero esperaba que de una forma u otra el viaje lograra calmarla. Se alegraba de que Dan se ofreciera a ir con ella, porque los treinta minutos que había pasado en aquella estación de policía habían sido los peores de su vida. 

Para no hacer largo el cuento, no había ninguna base sobre la cual colocar una denuncia, ''Creer'' que la perseguían no era suficiente para nada. Había faltado poco para que el viejo panzón con el que había hablado no se carcajeara en su cara y eso había sido, por demás, lo más humillante que había tenido que pasar desde Kurt Dalton en sexto grado. 

Cuando al fin salió de aquel lugar, su cabeza echaba chispas; y no porque en verdad tuviera una autentica razón para estar de mal humor, sino porque el enojo siempre era más sencillo de llevas que la vergüenza. 

Lanzó una mirada furibunda hacia Dan, que era el culpable de aquello porque había sido el que al final la había convencido de la estupidez de ir con la policía. Al menos tenía la inteligencia suficiente para mantenerse en silencio mientras Jess intentaba superar su mal humor. 

— ¿Quieres ir por un trago? Así cambias esa cara —sugirió él. 

—No. Quiero volver a casa —respondió sin mirarlo. 

—No sea aburrida, ambos pasamos un mal rato ahí dentro —señaló—. No fuiste la única a la que miraron raro; tú eras la loca paranoica y yo el idiota que venía contigo, así que no te quejes. 

En esos momentos era cuando Jess deseaba que el homicidio no estuviera penado por la ley. 

—Tal vez te creas muy gracioso, pero permíteme decirte que este no es el mejor momento para eso. 

—Oye, yo solo intento ser un buen compañero —suspiró Dan—. Lamento que hayas perdido tu tiempo y que ese hombre te haya molestado, pero a mí nunca me ha seguido nadie y en mi percepción de completo ignorante consideré que ir a la policía sería lo más lógico. 

Jess se detuvo en seco frente al auto. Dan tenía razón, solo le había dado un concejo, de buena gana se había ofrecido a ir con ella hasta allí y había soportado en silencio su mal humor. El pobre chico no tenía culpa de nada. 

—Tienes razón, Dan. Lo siento mucho —sonrió—. Ha sido un día largo y aún debo ir por mi hija a casa de mi madre, pero te prometo que mañana aceptaré tu invitación. 

El chico le sonrió de vuelta y Jess se dio por satisfecha, agradecía que no se sintiera ofendido o molesto por como lo había tratado un momento atrás. 

Dan no tenía auto, así que lo menos que podía hacer era llevarlo a casa. A Jess no le importaba hacerlo, pero si debía admitir que llevaba un poco de prisa. Con todo lo que había pasado aquel día y lo despistada que había estado, su teléfono había terminado quedándose sin batería mientras estaba en la estación de policía y si no llegaba pronto a casa solo Dios sabía que clase de secuestro o situación súper peligrosa podía imaginarse Brett. 

Nadie sabía que podía pasar por su cabeza cuando se ponía creativo. 

** 

*** 

Jess tardó al menos una hora más en volver a casa, pero cuando al fin lo hizo, se sorprendió de que Brett no estuviera allí. Por lo general él solía llegar antes y esperarla, pero ese día que era, sin riesgo a exagerar, el día que más necesitaba verlo al llegar a casa, él no estaba. 

Apagó el auto y se quedó sumida en el profundo silencio de aquel lugar. Bree no necesitaba más de cinco minutos en un vehículo para quedarse dormida, así que el silencio era aún mayor. 

En lugar de salir y meterse en la seguridad que le brindaba su casa, Jess se quedó allí mirando la edificación a oscuras y escuchando nada más que la apacible respiración de Bree en el asiento trasero. 

Estuvo así algunos minutos. 

La verdad era que, aunque no se lo aceptara a sí misma, tenía un poco de miedo y no quería entrar en la casa sin Brett allí. Ella sería capaz de quedarse y esperarlo en el auto, pero entonces cuando él llegara no tendría forma de explicarle por qué estaba ahí afuera y Brett pensaría que había enloquecido. No podía decirle que sentía miedo; eso sería admitir que él tenía razón y que sus ideas paranoicas tenían sentido. 

Con esa idea en la mente, se envalentonó, respiró profundo y salió del auto. Tomó todas sus cosas y luego fue por Bree al asiento trasero. 

Parecía como si no hubiera nada vivo en toda aquella calle. Ni siquiera podía ver gente moviéndose a través de la ventana de la casa de los vecinos. Si aquella fuera una película de terror ese sería el momento en el que un asesino con una motosierra la cortaría en pedacitos y nadie en aquel maldito lugar se enteraría. Luego Brett no se fijaría en las manchas de sangre hasta la mañana y mientras tanto pasaría la noche pensando que lo había abandonado por otro. Para cuando llamara a la policía, ya el tipo de la motosierra se habría comido sus dedos con leche para el desayuno. 



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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