Y ahora ¿qué más? #3

44*** En casa.

Tal como Brett había pronosticado, despertar fue una pesadilla. Una desesperante, escandalosa y sobrepoblada pesadilla.

Se alegraba de saber que su familia se preocupaba por ella, pero a los quince minutos de verlos llegar ya quería echarlos, a todos. Sobre todo, a su madre, mientras Brett se mantenía en una esquina burlándose de ella. Sí, debía ser gracioso ver como su madre se quejaba de lo mal que se veía e intentaba, según sus propias palabras, hacer de su pelo algo decente, aunque solo unos minutos atrás había desistido de pretender cubrirle los moretones en el rostro con maquillaje.

Jason y su padre no dejaban de hacer preguntas y Penny simplemente no cerraba la boca.

Como si nada de aquello fuera suficiente, recibió tres pinchazos de una sádica que decía ser enfermera, uno de ellos en las nalgas. Había sido sufrimiento doble si se tomaba en cuenta el dolor que le causaban sus costillas cuando intentaba girarse.

La policía también había aparecido a media mañana haciendo preguntas absurdas que a Jess le parecían que no necesitaban ser respondidas, sobre todo porque ellos tenían conocimiento de lo que ella sabía y mucho más. Aun así, Jessica desperdició una hora de su mañana en contarles todo lo que había sucedido y muchas de las cosas que Miranda le había dicho, incluyendo lo del famoso Henry y lo de su vecino Sean. No sabía si historia era cierta, pero de todos modos la policía debía saberlo.

Más tarde ese mismo día, los padres de Brett también se presentaron y fue igual que todas las demás visitas, aunque afortunadamente, menos emotiva. Le habían llevado un enorme oso que decía "Que te mejores", Erin había pasado todo el rato allí diciéndole lo mucho que lo sentía y Philip sonriéndole incomodo desde un rincón.

La única persona de la familia que no apareció, fue Dave. Nadie lo mencionó en ningún momento, pero Jess no necesitaba que lo hicieran. Se imaginaba que debería estar pasando por un mal momento porque era evidente que él la había amado, o la amaba, y fuera como fuera verse dividido frente a toda su familia debía ser espantoso.

Recordó las cosas que Miranda le había dicho de Dave y por un momento, sintió pena por él.

Indiscutiblemente lo mejor del día había sido poder ver a Bree, sostenerla y comprobar que, en realidad estaba bien. Y cuando su madre se había marchado con ella Jess había experimentado unas profundas ganas de llorar.

Jessica no entendía por qué tenía que permanecer en aquel hospital cuando era evidente que, además del dolor, no le pasaba nada más. Estaba segura de que con un par de pastillas todo estaría más que perfecto.

El gran problema era que Jess no quería volver a su casa. Tal vez nadie la comprendiera, pero regresar a la casa en la que Miranda la había estado espiando le causaba escalofríos. Frente a esa alternativa prefería quedarse en el hospital recibiendo pinchazos en las nalgas.

***

—Se supone que deberías estar feliz.

—Estoy feliz.

—A mí no me pareces muy feliz, pero bueno... —replicó él, encogiéndose de hombros.

Jess hizo una mueca de dolor mientras Brett la ayudaba a moverse hasta el horrible trato con ruedas que tenía delante.

Ya habían tenido una larga discusión en la que ella se negaba a usar la silla de ruedas y él aseguraba con tranquilidad que sí lo haría, así tuviera que amarrarla al aparato. Al final Jessica se había dejado ganar, porque tampoco tenía muchos deseos de discutir. Ahora se alegraba de haberlo hecho puesto que no se imaginaba caminando hasta la salida con aquel maldito dolor.

Si. Se alegraba de estar volviendo a casa, pero igual la idea de regresar le causaba un poco de incomodidad. Aun así, no estaba segura de sí decírselo a Brett fuera una buena idea. El pobre ya parecía tener un montón de cosas en la cabeza, con el plus de tener que cargar con ella como una molestia más.

—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿Verdad?

Jessica se quedó mirándolo un segundo. En serio debía investigar a fondo sobre la capacidad que Brett parecía tener para leerle la mente. Tal vez solo se trataba de que ella era demasiado transparente y sus gestos lo decían todo o tal vez no.

Inspiró, tratando de organizar las palabras en su cabeza, pero seguía sin estar segura de querer molestarlo con una tontería como aquella.

Sin embargo, a su mente vino la idea de que la razón de que estuviera tan jodida era, precisamente, el haberle ocultado cosas a Brett. Ese pensamiento pareció emerger en forma de una llave que abrió de inmediato la cerradura de sus palabras tan rápido que ni siquiera tuvo la oportunidad de pensar en lo que decía hasta escuchar las palabras surgir de ella.

—Debo admitir que volver a casa no me causa mucha emoción —admitió, sin mirarlo a los ojos—. Solo de pensar que vamos a regresar al lugar en el que ella no estuvo espiando por meses me provoca ganas de salir corriendo.

Hizo una mueca de desagrado. Hacía apenas unas horas se había prometido intentar bloquear a Miranda de su mente, no quería pensar en ella, ni en sus palabras, ni recordar los días que había permanecido en aquel sótano de mierda. Sin embargo, la sensación de que Miranda Graham le había robado mucho más que solo unos pocos días parecía aferrarse a su cabeza, negándose a darle la oportunidad de fingir que nada había sucedido y de que solo se había tratado de una espantosa pesadilla.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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