Y ahora ¿qué piensas? #4

12*** Solo una vez más.

No pudo dar con Dave. Y aunque en el fondo sabía que podía deberse a muchas cosas, la paranoia que había surgido en ella en los últimos días le decía que tal vez él simplemente no quería hablarle. 

Esa  paranoia también  mantenía amordazada y atada en el sótano de su mente a la débil vocesita que decía que debía, al menos,  dejarle un mensaje. 

Así pasó los próximos tres días. Owen se marchó el lunes por la mañana y ella se quedó libre para cavilar a placer.

Todas las cosas que había tenido por hacer no habían sido suficientes para sacar a Dave y a las palabras de Penny de su cabeza; había hablado con sus padres por Skipe, había hecho la última revisión a su plan de negocio, incluso había recibido su primer trabajo gracias a un amigo de su padre que acababa de comprarse un nuevo departamento y se mudaría a finales de enero y aún así no lograba concentrarse. 

Claro. Penny tampoco le daba mucha oportunidad para dejarlo estar.  La había estado llamando al menos dos veces por día para preguntarle si había hablado con Dave y la única razón por la que no lo había llamado ella  misma para exigirle que pusieran fecha para la tercera cita era porque Allyson casi le había rogado que se mantuviera al margen.  

Se sirvió una copa de vino y se dejó caer sobre el sofá. Apenas era miércoles y ya podía jurar que aquella semana había sido la más estresante de todas. Agradecía estar sola en casa, para no tener que dar explicaciones de por qué estaba desparramada en medio del salón con una botella de vino e intentando, de forma vergonzosa, quitarse los zapatos sin usar las manos. 

Al cabo de unos minutos, dejó de molestarse en usar la copa, que no era más que una molesta intermediaria entre el alcohol y su boca. Si sus padres la vieran se caerían muertos; su madre se escandalizaría por ese comportamiento que no era propio de una dama, su padre intentaría matarla por tomarse uno de sus mejores vinos. Owen le sacaría una foto y luego la haría rodar por toda la ciudad. Dave afianzaría la idea de que ella tenía un problema con la bebida. 

Gruñó al acordarse de él. 

Si. Ya era evidente que a la vida le caía mal y que ésta aprovechaba cualquier oportunidad para hacerla pensar en el tipo que llevaba días ignorándola.  También era evidente que las repentinas ganas de llamarlo que experimentaba no podían ser nada bueno. 

Lanzó una mirada de odio a la botella junto a ella y luego a la copa que descansaban a los pocos centímetros de esta. ¡Ellas eran las culpables! Llevaba días negándose a hacer contacto con Dave y ahora, tras tres copas de vino y varios tragos que no podía contabilizar, mágicamente sentía deseos de llamarlo. 

Se paró de golpe de sofá y el movimiento repentino casi la hace caer. No necesitaba ayuda para hacer el ridículo,  eso podía lograrlo solita.  Tomó la copa y la botella casi vacía y la llevó a la cocina, donde no tuviera que verla y luego volvió al salón por sus zapatos, que continuaban sobre la alfombra como la evidencia de lo mucho que sus pies y su cadera habían sufrido en las últimas horas. 

Había sido suficiente por un día. 

 Su habitación estaba tan silenciosa como el resto de la casa y el hecho de  tener ese tipo de pensamientos le causó risa.  Había vivido allí toda su vida y más de la mitad del tiempo pasado en esa casa había estado sola.  Le gustaba estar sola, todos los días, menos ese.

Dejó caer sus zapatos junto a la cama para luego comenzar a quitarse la camisa. Tal vez si dormía un poco volviera a ser la Allyson de todos los días; la que no tenía pensamientos absurdos acerca de la soledad, pero sobre todo la que no quería llamar a Dave. 

Como si la vida (cuya persona ya había destacado que la odiaba) quisiera demostrar su inconformidad con esa idea, su celular calló de su bolsillo cuando deslizó sus pantalones por sus piernas.  Allyson resopló mientas lo levantaba y lo lanzaba sobre su mesa de noche. Eso era jugar sucio. 

Estaba a punto de meterse a la ducha cuando el inconfundible sonido que anunciaba una llamada de Penny llenó el silencio de la habitación. Un poco más y comenzaría a odiar Lady Marmalade. Lanzó al celular una mirada de resentimiento y por un segundo pensó en no contestar, pero ella mejor que nadie sabía lo intensa que su mejor amiga se ponía cuando lo intentaba  y eso incluía el no dejar de llamar hasta que Allyson no contestara.  

—Hey —. No había ni una pizca de ánimo en su voz, aunque se debía más al cansancio del día que a cualquier otra cosa que Penny pudiera interpretar. 

—¡Hey tu, chica empresaria!  

Allyson se alegró de que su amiga no estuviera allí te para verla poner los ojos en blanco. Penny llevaba toda la semana llamándola "Chica empresaria", era gracioso, pero también la hacía sentir algo nerviosa. ¡Tenía veintidós, por amor al cielo!  Y aunque estaba feliz y disfrutaba incluso el agotamiento que era fruto del proceso, el pánico era inevitable en esas situaciones.



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En el texto hay: amor adolescente, rechazo, reto

Editado: 25.05.2018

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