Y de repente, padres

3. Contratiempos.

Jonathan observó la casa nueva y Anthony lo agarró de un hombro. 

 

— ¿De verdad vamos a vivir aquí? — Le preguntó Jonathan a su tío y Paloma que se paró a su lado con la correa de Victoria en la mano, le asintió. 

 

— Será nuestra casa por los próximos cinco años. No habrá nadie que pueda decir que no somos una familia. — Habló Paloma. 

 

— Jonathan. — Anthony agarró de los dos hombros a su sobrino y lo giró hacia él. — Será nuestro hogar. 

Paloma sonrió incómoda. 

 

— Eso mismo he dicho yo. — Contestó y Anthony la miró por encima de su sobrino. 

 

— Tú lo has hecho parecer un lugar de paso. 

 

— Lo es, por cinco años. Después la venderemos y Jonathan y yo nos iremos a vivir a otro lugar. — Sonrió a su sobrino y el niño miró a su tío. 

 

— Yo quiero vivir también contigo, tito Tony. — Le dijo Jonathan y Anthony frotó su cabello. 

 

— Lo haremos. — Respondió Anthony, luego se incorporó mirando a Paloma. — Vamos a ver tu habitación. — Caminó con Jonathan hacia el porche de la casa y Paloma iba a seguirlos, cuando una mujer se acercó hasta ella con un pastel de manzana en un plato. 

 

— Hola. Soy Naty. Vuestra vecina del otro lado de la calle. — Se presentó la mujer de mediana edad con una sonrisa en la cara. — Os he preparado un pastel de manzana para daros la bienvenida. 

 

— Muchas gracias. Yo soy Paloma. — Le devolvió Paloma la presentación y cargó con el plato del pastel cuando Naty casi la obligó a hacerlo. 

 

— ¿Ellos son su esposo y su hijo? — Preguntó Naty, cruzando los brazos y mirando hacia el porche. Paloma asintió. 

 

— Más o menos.

 

— ¿Más o menos? 

 

— Es una historia difícil de contar. — Sonrió Paloma y le agradeció la bienvenida. — Gracias por el pastel, seguro que a Jonathan le encanta. 

 

— Cuando acabéis con él me devuelves el plato. — Le avisó Naty y Paloma asintió. 

 

— Claro. 

Victoria ladró a sus pies y la señora Naty se sobresaltó. 

 

— ¡Ay, por Dios! — Exclamó mientras se alejó para cruzar la calle hacia su casa. 

 

— Victoria, no te irrites, la señora Naty es nuestra vecina. — Habló Paloma con su perra y caminó tirando de la correa hasta el porche, donde se la quitó y Victoria corrió dentro de la casa, ladrando a Anthony. — Sabe cuando alguien no le gusta. — Disfrutó Paloma y vio a otra vecina en el porche de la casa de al lado. 

Una chica joven y embarazada que la miraba. 

 

— Perdón. No pretendía quedarme mirando. Debo de haber parecido una chismosa. — Se disculpó rápidamente la vecina. 

 

— Me llamo Paloma. — Se presentó Paloma con una sonrisa. 

 

— Yo soy Rebeca y ella será Cloe. — Rebeca acarició su barriga y la invitó después. — Cuando gustes puedes venir a mi casa a charlar un rato, mi marido trabaja hasta la tarde y tengo mucho tiempo libre. 

 

— Lo haré alguna vez.

 

 

— ¿De dónde has sacado esto? — Preguntó Anthony, en la cocina de la casa y mirando a Paloma cortar unas porciones del pastel de manzana. 

 

— Nos lo ha regalado la señora Naty. — Contestó Paloma poniendo una porción en un plato. — Cómelo todo. — Alentó a su sobrino dándole el plato. 

 

— No me gustan las manzanas. — Dijo Jonathan con el plato en la mano. — ¿No hay pastel de chocolate? 

 

— Es más sano que un pastel de chocolate, solo cómetelo. — Insistió Paloma. 

Jonathan miró entonces a su tío que se encogió de hombros, y caminó luego hacia la mesa de la cocina. Victoria lo acompañó moviendo su cola. 

 

— ¿Quién es Naty? — Preguntó Anthony de camino a la nevera. 

 

— La vecina de enfrente. Tiene todas las papeletas para ser la típica vecina chismosa que se mete en todo y se queja también de todo, así que, procura no meter la pata. No quiero que se pueda cruzar con la trabajadora social… 

 

— ¿Me van a llevar por culpa de la vecina? — Se asustó Jonathan y los dos lo miraron. 

 

— Si damos buena impresión no lo harán.

 

— Eh, nadie te va a llevar a ningún lado, excepto yo al supermercado. — Habló Anthony cerrando la nevera y Jonathan sonrió. 

 

— ¿Al supermercado para qué? La nevera está llena. — Lo increpó Paloma. 

 

— Llena de cosas aburridas. — Aseguró Anthony. 

 

— Esas cosas aburridas es la comida sana que Jonathan necesita para crecer bien y fuerte. Centrate. Se nota que no tienes idea de cuidar a un niño. 

 

— ¿Y tú sí? 

 

— Sé que no hay que darle chocolate a mitad de la noche para que no le duela la barriga y no tengamos que ir a urgencias. 

 

— Tita… — La llamó Jonathan, parándose a su lado y defendiendo a su tío. — No me ha dolido la barriga las veces que el tito Anthony me ha dado chocolate por la noche. 

 

— Lo que no significa que alguna vez lo haga. — Le dijo Paloma. — En adelante, nada de chocolate después de las siete de la tarde. — Miró a Anthony para dejárselo claro. 

 

— Como tú digas. Vamos, colega. — Respondió Anthony, agarrando a su sobrino de los hombros y haciéndolo caminar fuera de la cocina con él. 

Paloma miró el pastel de manzana y se cortó una pequeña porción. 

Su teléfono sonó en la encimera y Victoria ladró a sus pies. 

 

— Calla, Victoria. — Ordenó a la perra y cogió su teléfono, tenía una llamada del camarero encargado de su cafetería. — ¿Sí, Elías? — Preguntó al responder. 

 

— Se nos ha hundido la cocina. — Habló Elías. 

 

— ¡¿Qué?! — Gritó Paloma y Elías se rió. 

 

— Imagino la cara que habrás puesto. — Dijo divertido. 



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 02.12.2022

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