Salgo del baño del club pero antes de poder cruzar la puerta alguien me empuja haciendo que ni espalda de un golpe en la pared.
— ¿Quién eres tú y porque estás cerca Mi Aleister? - me pregunta María histérica.
— Primero, bájale dos tonos a tú voz, segundo no tengo que responderte nada.
— Tú no me dices que hacer, maldita zorra.
— Me voy - digo saliendo del baño.
Me encuentro a todos bailando menos a mí objetivo.
Paseo la mirada hasta que lo encuentro hablando con Marco.
Camino en su dirección tomo su mano y la entrelazó con la mía.
— Hola, presiosa - me dice Aleister con una sonrisa.
— Hola - digo.
— Que seca, dile un "hola, amor mío y de mi corazón" - dice un Marco muy borracho.
— Ven siéntate - me dice agarrándome de la cintura para sentarme en sus piernas. — Hay que aparentar - me dice al odio y seguido de eso reparte besos en mi oreja y cuello.
Me hace cosquillas y comienzo a reír.
— Con que este es tu punto débil. - dice con una sonrisa.
— Basta - digo entre risas.
— Miren, que linda pareja - dice Sara llegando de la mano con Alex.
Se sientan en la mesa en la que estamos.
— Chicos los amo, son lo mejor- dice Marco borracho a más no poder. — Son lo mejor de mi vida, bueno después de mi auto.
Todos ríen.
Miro la hora y son las 12:48 AM.
— Me complace un deseo dama mía - me dice Aleister al oído.
— ¿Cuál sería ese deseo caballero?
— Que me dieras el honor de concederme una pieza de baile.
— Claro, soy tan buena que te daré el honor de que sean 2 bailes.
— Usted es tan considerada. - dice siguiendo el juego.
Se rie y se levanta haciendo que yo también lo haga.
Volteo dónde los chicos están y Sara me guiña un ojo con complicidad.
Caminamos hacia la pista de baile y tomo su cuello y lo enrollo con mis brazos.
Él toma mi cintura y bailamos "Till Dawn" de The Weeknd.
Nos acoplamos al ritmo del otro escondo mi cabeza en la curva de su cuello y hombro.
Él se acerca a mi oído y comienza a decir.
— Eres hermosa.
— Lo sé.
Aleister suelta una pequeña risa.
— Que vanidosa.
— Lo llevo en la sangre.
Vuelve a soltar una risa.
— ¿Sabes? Eres así como mi mejor amiga.
Auuchh directo en el cora.
— ¿Si? - pregunto moviendo mi cabeza para verlo a los ojos. — Entonces podrás decirme el porque al odio mutuo con Aaron.
Siempre tuve curiosidad, aunque no lo demostrará tenía mis teorías.
Tal vez porque pelearon por una chica, o cuando eran pequeños eran unidos pero un día uno de los dos rompió un juguete del otro y desde entonces ese odio.
No sé, tal vez sí.
— Eso será para otro momento. - me dice poniendo una mano en al lado de mi cara tocando mi pómulo y acariciandolo con el pulgar. — Te lo diré, algún día, pero lo haré.
Lo miro derrotada.
— Bien.
— Dejando ese tema se lado, ¿Ya te quieres ir?
— Si, solo hay que despedirnos de los demás.
Me toma de la mano y me lleva hasta la mesa.
— Chicos ya nos vamos - dice él.
— Nosotros nos quedamos aquí, ustedes vayanse y hagas sus guarradas.
— ¿Me podrías llevar a mí? - dice María.
— Claro - dice Aleister.
Me ve con una sonrisa triunfadora.
Maldita perra
— Corazón - digo, Dios como odio los sobrenombres cariñosos. —Ya vámonos.
— Vamos - dice dando un apretón a nuestras manos entrelazadas.
Caminamos de la mano, pero María nos sigue el paso.
— ¿No tendrás un suéter que me prestes, Ale? - dice ella, batiendo sus falsas pestañas.
— No... Lo deje en casa. - dice de forma apenada.
— No te preocupes.
Él no contesta y sube al auto.
Cuando todos estamos en el Aleister habla.
— Primero te dejaremos a ti, María. - dice viéndola por el espejo retrovisor.
— ¿No será mejor dejar primero llevar a su casa a Madelaine?
- No.
La miro por el espejo y le hago una cara de pena fingida.
Vamos en el camino, pongo música y suena " I fell in love with the devil" de Avril Lavigne.
La tarareó y muevo los dedos al ritmo.
Llegamos a una casa grande.
— Adiós, lindo. - le dice con una sonrisa coqueta.
- Adiós - le dice él con una sonrisa.
Ella avanza hacia la puerta y cuando está lejos me volteo a Aleister quien ya está poniendo en marcha el carro.
— Te das cuenta que ella está muerta por ti ¿No?
— ¿Que, celos?
— Claro que no, solo te lo estoy diciendo si es que no estás recibiendo sus obvias demostraciones.
— Ella es así, no está enamorada de mi, ni nada por el estilo.
— ¿Porque los hombres son tan idiotas?
— No sé cómo sentirme al respecto.
— O sea lo tienen al frente de su maldita nariz y solo no lo ven - digo.
— Tal vez porque nos concertamos en otra cosa - dice ofendido.
— ¿En qué concentran? - digo interesada en eso.
— En disfrutar.
— ¿Qué disfrutan?
— En la vida tal vez.. - dice enfadado.
— Claro... En la vida de mierda - digo en susurro.
— La vida no es una mierda.
— Claro que lo es.
— No digas eso, solo disfrútala.
— No hay nada que disfrutar.
— No porque te hayan engañado con tu jodida mejor amiga la vida es una mierda, créeme hay cosas peores, eso de un engaño lo superas y ya. - dice.
— No hablo solo del maldito engaño... - me interrumpe.
— ¡Deja de decir eso, tu no perdiste a tu hermana, tu hermana no se quitó la vida por un imbécil que no la valoro, no has tenido una vida de mierda!
— ¡Mi maldito padre murió, Aleister, mi padre, no pude decirle un adiós cuando entró en el jodido auto, así que no digas que eres el único el que tiene una vida de mierda!
Se queda callado en los pocos minutos que quedan de viaje y solamente se estaciona para que me baje, lo hago sin decir una sola palabra.