3

Era la primera vez que Mew  agradecía por estar en un salón separado al de Gulf. Y al final del día el miedo por encontrárselo en algún pasillo o en el baño o en el comedor se fue reduciendo a solo un leve hormigueo.

Más de una vez se dio cuenta de que inconscientemente se llevaba un dedo a los labios como buscando activar el recuerdo de aquel beso. Cuando se daba cuenta Mew sacudía la cabeza y trataba de pensar en otra cosa, en sus pasiones: la música, los libros, los atardeceres, la lluvia...,el beso de Gulf...

Mew sacudió otra vez la cabeza y apresuró el paso para dejar atrás aquel callejón. Sus piernas le temblaron y se obligó a mirar hacia adelante para no caer en la tentación de escudriñar el rincón. El mismo rincón en el que se había imaginado aquel beso correspondido.

Unos pasos más y estaré a salvo, pensó. Pero entonces un sonido ahogado le llegó desde la penumbra y antes de que pudiera impedirlo levantó su mirada y la clavó directamente en aquel mismo rincón que había pretendido evitar. Y allí estaban esos ojos brillantes y feroces que había tenido tan cerca cuando sus labios se tocaron.

Mew se frenó en seco mientras sentía una presión en su pecho que no lo dejaba respirar.

¡Es una trampa...!

Aquel pensamiento de miedo lo invadió de pies a cabeza.

¡Te va a golpear porque lo besaste ayer! ¡Corre! ¡Huye! ¡ No entres allí!

Pero le bastó a Mew bajar la mirada a aquellos labios carnosos y rojos que temblaban entreabiertos para que todos esos pensamientos de miedo se hicieran añicos con el primer paso. Y cinco pasos después aquellos mismos labios tentadores besaban con desesperación y con algo de rudeza pero también con algo de dulzura, los labios de un Mew tan confundido que solo lograba pensar en que aquel beso no se acabara jamás...