El lugar se quedó entonces en silencio, había una calma desesperanzadora. Una profunda sensación de desolación le inundaba el pecho; Roberto se hallaba rodeado de los cuerpos de los implicados en la batalla contra aquel horrible ser alado, su mujer, que estaba probablemente herida, pues no quería contemplar ninguna otra opción. Mientras las lágrimas resbalaban por su rostro sucio de tierra, en su interior crecía un sentimiento de auténtico terror.
Roberto gritó con desesperación, tan solo quería despertar de lo que él esperaba que fuese una macabra pesadilla; aunque no podía quedarse allí tirado lamentándose, tenía que hacer algo, asi que se arrodilló junto a Luna y la aupó entre sus brazos, la idea de perderla lo aterraba, la sacudió un poco con objeto de despertarla.
- Vamos Luna, reacciona, por favor... no te vayas aún...- La abrazó con fuerza.
Todo se estaba derrumbando a su alrededor, todo aquello por lo que había luchado a lo largo de sus años de vida. No podía permitirlo. Fue entonces cuando tuvo una esperanzadora idea, una idea que ponía una luz al final de aquel túnel. La sangre del ángel brillaba al contacto con el agua, regenerandole, el ser humano poseía un gran porcentaje de agua en su interior, es decir, sería posible que su sangre curase a los seres humanos, por muy fantasioso que le pareciese su descabellada idea, era lo único a lo que podía agarrarse ahora.
Había un inconveniente, el ángel estaba herido, tirado boca abajo en el suelo, tenía que conseguir agua, si lo curaba, él le ayudaría a salvar a Luna, si eso era posible. Pensar que había una escapatoria le tranquilizaba, era un pensamiento que le protegía de la cruda realidad que estaba presenciando.
Dejó con cuidado a Luna en el suelo y corrió hacía el interior de la casa de Rufus, pasó por la puerta rota con cuidado de no pisar a Rufus, que yacía inconsciente en el suelo. Encontró una botella de agua grande en la nevera y sin perder un segundo más volvió junto a Azile.
Aquel ser celestial descansaba a sus pies en una postura que había adoptado a consecuencia del insoportable dolor, se había refugiado en una postura fetal, y la mayor parte de sus heridas quedaban tapadas por una de sus enormes alas plateadas. Con sumo cuidado le agarró del hombro y tiró de él para que quedase boca arriba sobre el suelo. Allí yacía el ser que había provocado todo este entuerto, y quizás, el mismo ser que podía deshacerlo.
La enorme herida que el pararrayos había provocado en su pecho borboteaba sangre azul oscuro, mientras que el ángel tan solo se mostraba dormido.
- Por favor... por lo que más quiero... - Echó una mirada a Luna tras él- ...Espero que esto funcione-.
Roberto desenroscó el tapón de la botella con torpeza, tragó saliva y dejó caer un el agua con toda la delicadeza que pudo, la sangre que bañaba su pecho comenzó a brillar cada vez con una intensidad mayor, tuvo que apartar la mirada una vez más, era un brillo muy intenso, incluso en aquel instante bajo la luz del sol.
Azile despertó de forma brusca, le agarró del brazo derecho mientras cogía una gran bocanada de aire y comenzó a toser, sus ojos se abrieron mostrando su particular color miel, ojos que le miraron de una forma muy penetrante. Notó su agradecimiento a través de aquella mirada, el ángel trató de ponerse en pie, pero todavía se hallaba muy débil y Roberto le consiguió agarrar a duras penas, pues pesaba mucho, no obstante no tenía otra opción.
- Roberto...- Musitó de pronto Azile, Roberto le miró intrigado- Agradezco enormemente... lo que has hecho por mi...-.
- ¿Te llamas Azile no?- Preguntó con voz seria. Él asintió- Quisiera preguntarte si... ¿si podrías hacer algo por mi esposa?-.
El ángel la observó, haciendo trastabillar a Roberto, que lo estaba asiendo por un hombro.
- Puedo ayudarla, pero necesitó estar en plenas facultades...- Comentó Azile medio ido. Roberto tragó saliva, temiendo lo peor.
- ¿Y qué puedo hacer?- Inquirió nervioso.
- Llevame hasta el río que hay ahí abajo- Señaló. Rober asintió con decisión.
- Eso está hecho-.
El camino hasta el riachuelo que pasaba al lado de la casa de Rufus era escabroso, y varias veces estuvieron a punto de caer, pero dado que la situación lo requería lograron llegar hasta la orilla.
- Está bien, me encargo yo de esto ahora, gracias una vez más- Azile le dio unas palmadas en la espalda.
El ángel se agarró a un pino que había a su izquierda y respiró profundamente, dispuesto a caminar hasta una zona del río donde cubriese un poco, caminó hasta allí con dificultad, y cuando el agua le llegaba por la rodilla se dejó caer entero al agua helada.
Roberto observaba impaciente como buceaba Azile, provocando un hermoso efecto que incluso podría describir como mágico, la intensa luz azul cielo emanaba del interior del agua refractandose contra los arboles y las rocas. Era un espectaculo digno de admirar, pero el marido de Luna no podía disfrutarlo, no sabiendo que su esposa precisaba su ayuda.