Y entonces... Los ángeles cayeron

Capitulo 7: El tiro por la culata

- Lungendorum aut mori, habeo tibi aliquid quarrere quaestiones- Era latín, pero no era la voz del ángel- Si non prohibere ego faciam doloris-.

Era una voz muy grave y profunda, gutural a decir verdad. Luna hizo un esfuerzo para darse la vuelta, dado que estaba asolada por el terror...

Cuando se giró, pudo ver a un ser que no pertenecía a este mundo, era un ángel, pero parecía un demonio; el plumaje de las alas de aquel ser, era negro azabache, su piel era como la de un reptil y sus ojos poseían un amarillento iris y una pupila vertical, similares a los de una serpiente, de su cabeza salían ocho cuernos, dos de ellos se levantaban hacía el cielo, y los demás tomaban diferentes direcciones, estaba desnudo de cintura para arriba, su piel era escamosa, como la de un cocodrilo, estaba además llena de tatuajes tribales negros. 

Luna entro en pánico entonces y echó a correr gritando hacía la casa de su ex-novio, casa hacía la cual quedaba medio kilómetro. 

Aquella criatura endemoniada gruñó, y acto seguido con un fuerte salto, batió sus enormes alas negras y comenzó a volar tras ella. Totalmente atemorizada e inundada por una adrenalina antes desconocida, Luna corrió mucho más rápido de lo que jamás había corrido. Aunque ella era rápida, aquel ser alado la estaba alcanzando. Mientras la perseguía, aquel ser chillaba eufórico, el ruido era horrible y muy similar al que producían los indios apaches.

Delante de ella se encontraba la colina, la casa de Rufus se encontraba en un valle, al lado de un pequeño río que conducía al lago. Le faltaba muy poco para llegar a la bajada, pero aquel ser la golpeo con un revés de su mano derecha, derribándola; Luna rodó por el suelo, arañándose brazos y piernas.

- Aaah... joder- Unas lagrimas se escaparon de sus ojos- ¿qué es lo qué quieres de mi?-.

Aquel demonio alado acercó mucho su cara a la de Luna, sus ojos carecían de blanco, en vez de eso rodeando el iris, se hallaba una capa negra como su pupila. Entonces mostró una sonrisa extraña, mostrando unos afilados dientes y un desagradable aliento. Una membrana vertical se abrió en su frente, mostrando un ojo rojo. Mientras la observaba con su tercer ojo, Luna se quedó inmóvil, estaba aterrada; se tapó la cara con las manos y se resignó a tan terrible final.

 

 

Rober se encontraba tratando de cocinar algo, pero no pudo hacer mucho mas que abrir unas latas y preparar unos sándwiches, sin electricidad no era fácil preparar algo complejo y que a la vez fuese comestible.

La comida estaba en la mesa; comenzaba a ponerse nervioso, su mujer tardaba demasiado y no funcionando el ordenador, ni la televisión o la radio, no sabía con que entretenerse durante la espera. Aplaudió al caer en la cuenta de que podía leer, y se puso a avanzar la lectura en un libro que estaba terminando.

Llevaba leyendo aproximadamente una media hora cuando alguien petó a la puerta.

- ¡Al fin llega!- Dijo para si contento.

Cerró el libro y fue a abrir la puerta. La abrió rápido.

- Ya era hora de que...- Roberto enmudeció al ver de quien se trataba.

Era el ángel al que habían ayudado, le impresiono su estatura, pues apenas cogía por la puerta. No sabía como reaccionar o que decir, estaba asustado.

- Eras Rob... Robe...- Comenzó con su voz armoniosa.

- Roberto- Completó el mismo en voz baja.

- Roberto, esto es muy importante...- Roberto asintió- ¿Está tu mujer en casa?-.

Lo preguntó con cierto temor en la voz.

- No, no está- Una sensación de pánico subió hasta su estomago.

El ángel se mesó su barba plateada con una mano y le miró consternado.

- ¡Debe estar en peligro!- El ángel puso cara de preocupación- ¡¿Tienes idea de a dónde ha ido?!-.

- ¡¿Peligro?!, ¡¿que clase de peligro?!- Preguntó histérico.

- ¡Responde!, ¿a dónde ha ido?- El enorme ángel le cogió con una mano por cada hombro.

- Ella va todos los días al lago - Señaló la dirección.

- ¡Debemos ir en su busca!- Exclamó el ángel, y mientras lo hacía sus ojos dorados se iluminaron fugazmente.

- ¡Vale, vamos!- Roberto salió de casa- Cogeremos mi coche-.

El ángel negó con la cabeza.

- Iremos a pie, no funcionaría- Advirtió el ángel, Rober no le entendió, pero no hizo más preguntas.

Emprendieron el camino, y al contrario de lo que pensaba que haría su amigo angelical, él fue a su lado, a pie, no volando. Lo observó detenidamente mientras corría, era igual de asombroso en ese momento, que como lo había sido ayer. Llevaba las alas recogidas a la espalda, la ropa rota por distintos sitios dejaba entrever una musculatura bien definida. A pesar de que corrían, el no daba ninguna muestra de cansancio, no había una respiración agitada, como la de Roberto. No había sudor...

Roberto tuvo que hacer una pausa para descansar a los quince minutos.

- ¿Estás bien?- Se preocupo el ángel.

- Solo... un poco... cansado-.




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