Y Entonces Me Enamoré - Jeon Jungkook

Capítulo 5

Tomé una gran bocanada de aire al tiempo que abro mis ojos de golpe. El corazón se me pone histérico, mi respiración es un asco y me siento aturdida. Todo es dolor, cansancio y aletargamiento.

 ¿Qué ocurrió?

 Un camión de recuerdos me azota con fuerzas, llevándome a pequeños pero claros retazos de la noche anterior. La doctora inyectándome, el repentino mareo, las manos de aquel hombre sobre mí, él arrancando mis ropas, yo gritando, él forzándome...

 ¡Qué rayos!

 Escucho una melodía irritante a mis espaldas, haciéndome sobresaltar para mis adentros. Mi corazón se detiene de solo pensar que él está detrás de mí, en la misma cama en la que yo me encuentro, desnuda, y posiblemente él está igual.

 Lentamente me giro para echar un pequeño vistazo y se me escapa el aire cuando lo veo. Está completamente desnudo el muy idiota, con el teléfono en mano, evidentemente jugando el maldito Candy Crush.

 Tan pronto como siente que le miro sus ojos pasan a mí. De pronto una sonrisa se dibuja en su rostro, poniendo sus ojos más pequeños de lo normal. Mi garganta se secó.

 —¿Dormiste bien, cariño? -pregunta en un susurro, su voz sonando rasposa por el poco uso.

 Recordando todo lo que me hizo, una ira cruda y dolorosa me inunda todo mi ser. Soportando el dolor en mi cuerpo hago el intento de levantarme, llevando conmigo las sábanas, su risa oyéndose claramente como una provocación.

 Doy tras pies hasta alejarme lo suficiente de él y lo enfrento, tratando de ignorar el hecho de que no lleva nada puesto y mi corazón palpita con un sentimiento de vergüenza. Desvío mi mirada. Él se ríe más fuerte por mi reacción, molestándome mucho más.

 —¡Basta! -chillo al borde la histeria-. ¿Me has drogado para acostarte conmigo?

 Como un niño culpable se encoge sobre sí mismo y asiente con una sonrisita inocente.

 —Puede.

 —¡Y una mierda! -tomo lo primero que veo y se lo lanzo, que resulta ser un reloj despertador que atrapa al vuelo. Entonces su semblante cambia a uno de sorpresa y molestia a la vez.

 —¡Ya basta! -de un salto se coloca de pie y con un paso ya está delante de mí. Como Dios lo trajo al mundo. Y yo ahogo un grito-. Es mi habitación, y quien decide qué se arroja soy yo. Ahora vuelve a la cama.

 —¡Ni estando loca volveré a esa cama! -grito en su cara envalentonada-. Prefiero estar encerrada en aquel cuarto a ser violada por un estúpido secuestrador de quinta.

 —¡No sé a qué mierda te refieres con eso pero no vas a hablarme así! -replica él respirando pesadamente, dando un paso más hacia mí. Intenté no mirarlo, pero era imposible-. ¡Eres mía desde el momento en que entraste a la mansión, por lo tanto harás lo que yo quiera!

 —¡Pues no lo haré! Me resistiré hasta morir. No me importa, pero no me doblegaré ante ti.

 —Pues fíjate, lindura, anoche te hice mía. -sonríe triunfal.

 —¡Drogándome! -alzo la voz por encima de la suya, haciendo parecer esto una absurda competencia de gritos-. No te di nada de mí. ¡Nada! Tú me forzaste y eso no cuenta como doblegamiento.

 —No, claro que no cuenta, muñeca -se carcajea y yo aprieto mi mandíbula aún dolorida-. Jamás dije que no buscaría la forma de acostarme contigo. Tú nunca pusiste reglas en este juego, más bien me diste el permiso de forzarte y quitarte lo que yo quiera, ¿recuerdas?

 Inmediatamente el recuerdo de cala los huesos.

 <<—Puedes amedrentarme con lo que sea, amenazarme, forzarme. Quítame lo que quieras. Pero no esperes que venga con mi consentimiento. >>

 —Y te seguiré drogando y forzando hasta que encuentre la forma de hacerte doblegar. -dice, pero yo solo oigo mi corazón palpitar con ímpetu.

 Yo misma me busqué esto. Yo misma lo provoqué. Una exhalación sale de mis labios en lugar de un sollozo que se atoró en mi garganta.

 —Pero qué pereza forzar a una mujer luchadora -continúa él volviendo a recostarse y toma su teléfono para seguir en lo suyo-. Mejor es doparla y ejercer menos fuerza.

 Menos fuerza. Sus besos era mordidas y sus dedos amorataron mi piel. Ejerció toda la fuerza posible.

 —¿Quién mierda te crees que eres? -susurro sin saber qué gritarle a este idiota. Una sonrisa soberbia se asoma aumentando mi rabia.

 —¿Yo? -inquiere divertido-. Soy tu dueño y señor Jeon Jungkook. Puedes llamarme como desees, menos sobrenombres ofensivos -guiña un ojo descaradamente. Quiero golpearlo-. Ahora, si no es mucha molestia, vuelve a la cama. Tengo frío y te llevaste las sábanas.

 Indignada por sus estúpidas palabras me dirijo a una puerta entreabierta que resulta ser el baño y me encierro allí. No pasa ni dos segundos cuando ya estoy chillando, berreando y sollozando.

    1.      U     N     G     K     O     O     K

 He contado todos los agobiantes días. He contado todas las tormentosas noches.

 En total, van ocho días y noches en los que solo despierto en busca de aire después del efecto de la droga, camino de un lado al otro la mansión seguida de Taehyung todo el día y, al llegar la noche, la doctora Choi entra a la habitación de Jeon Jungkook y, entre forcejeo y discusiones, me hace tragar la droga.

 Minutos son los que pasan antes de que haga efecto. Minutos son los que pasan cuando aparece Jeon Jungkook. Horas... horas son lo que dura mi sufrimiento mientras él abusa de mí. Todos los cochinos días.

 Hoy la rutina cambió un poco. Demasiado diría yo.

 Después del almuerzo Taehyung me sugirió nadar en la piscina, lo cual decliné porque es obvio que no estoy de vacaciones en una casa de verano. ¿Por qué la gente en este lugar no admite que estoy secuestrada y siendo usada como esclava sexual?

 —Vamos, peleona -insiste Taehyung llamándome por el apodo que ha usado por días-. Pareces un maldito zombi. Has algo más que solo comer y caminar.



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Editado: 22.10.2022

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