Y Entonces Me Enamoré - Jeon Jungkook

Capítulo 8

Sentados a la mesa, a la hora del almuerzo, con muchos platillos que estoy segura de no probar, Jungkook come como cual animal que es mientras yo lo miro con desagrado. De vez en cuando me echa una mirada al tiempo que sus mofletes se embadurnan de salsa napolitana.

 —¿No comerás nada? –pregunta luego tragar su bocado, solo que aquello sonó a amenaza.

 Me encojo de hombros, con expresión desafiante, cosa que sé cuánto lo saca de quicio. Aprieta la mandíbula enarcando una ceja, de modo que se veía más imponente. Pero ¿quién dijo que me importa?

 —Es hora del almuerzo, si no te has dado cuenta –comenta como si fuera una idiota–. Así que come ahora, porque no pienso complacerte llevando a la habitación alimento.

 Levemente me inclino sobre la mesa, aún con los brazos cruzados.

 —Pregúntame si me importa.

 Su boca se abre tanto en impresión como ofendido. Aún no ha soltado ninguna palabra sospechosa desde que nos sentamos, lo cual normalmente sucede y necesito estar alerta. Siempre en estos momentos que parecen normales suelta algo que termina revolviendo mis sentidos.

 —Mejor pasemos de página –hace un aspaviento para zanjar lo anterior–. Hablemos de otra cosa. De ti, por ejemplo.

 Y allí está. Suponía que algo se traía entre manos.

 —No sé a qué viene todo esto –argumento endureciendo el gesto, pero luego se me enciende el foco al instante–. Te sabes de memoria toda mi vida. ¿Para qué quieres hablar de mí? Hablemos de ti.

 Su ceja izquierda se enarca divertido, al igual que una de sus comisuras se eleva.

—¿De mí? –Se ríe para sus adentros–. Y ¿qué necesitas saber de mí? No hay nada que te importe de mí, te lo aseguro.

 Y tenía razón. El sujeto podría estar de lo más bueno y puede tener las mejores piernas del siglo, pero es un idiota, por lo cual su vida me importa un demonio. Claro, no le diré eso.

 —No necesito, en realidad –me encojo de hombros–. Quiero saber de ti. Háblame de tu persona.

 Costándome un mundo puse mi mejor expresión de interés. En sus ojos pude observar un leve brillo de duda, quizá algo más pero no presté mucha atención

 —Y ¿qué quieres saber?

 Pensé un momento una pregunta que sea fácil y con la que pueda hacer correr el tiempo hasta que terminase el almuerzo.

 —Tu edad.

 Su boca tembló en una sonrisita traviesa.

—Veintitrés. ¿Por qué el repentino interés, cariño?

 Buena pregunta. Yo también se la haría en caso una interrogación como la mía. Pensando cuidadosamente mi respuesta, trago en seco y abro mi boca.

 —Porque soy tu mujer. –se supone que sería una afirmación, pero sonó como una pregunta. Traté de lucir inocente, pero por más psicópata que sea él, en realidad es listo.

 —Y yo te creí. Vayamos al grano –Volvió su vista al plato delante de él–. Me ha estado molestando una cosa últimamente.

 —¿Solo una? –murmuré para mí misma pero sé que me oyó. Me miró mal como si la rara fuese yo.

—¿Quién es Yoongi?

 Mi rostro se paralizó en una mueca confusa. Aquel nombre. Ese nombre que solo me permito pensar, jamás pensé oírlo, en las semanas que he estado en este lugar, nunca imaginé lo aterrador que iba a ser escucharlo por parte de este hombre.

 —¿Quién? –fue lo único coherente que pude soltar sin temblarme la voz. No creo poder aguantar más si sigue hablando de él.

 —Yoongi –repite alargando las sílabas, como si supiera lo tortuoso que es para mí –. Ese nombre que rezas una y otra, y otra vez todas las malditas noches.

 —N-no. No lo sé. No sé de qué hablas. –balbuceo para mi desgracia.

 Una risa ronca escapa desde el fondo de su garganta y sus dientes sobresalen de su sonrisa malvada.

 —Te descubrí, Karly. –canturrea y es suficiente para mí. Apoderándome de toda la rabia y adrenalina que recorre mi sistema me pongo de pie, corriendo la silla de manera brusca y golpeo la mesa con mis manos abiertas.

 —¡Atrévete a decir algo, imbécil! Vuelve a soltar otra maldita palabra y verás. ¡Adelante!

 Imitando mi acción se levanta de la silla, manteniendo su sonrisa pícara, coloca sus manos sobre la mesa al igual que yo pero con mucha parsimonia, se inclina levemente quedando a solo centímetros de mí.

 —Eres mía, tesoro. –seguido de esto, atrapa rápidamente mi labio inferior entre sus dientes por unos segundos antes de que le empujara lejos de mí.

 Su risa fue lo último que oí de su parte y después desapareció a quién le importa dónde. Algo va a hacer, y no tengo la menor idea si será a mi persona o en contra de Yoongi.

J     U     N     G     K     O     O     K

 Hasta ahora el movimiento ha estado… ¿normal?

 Fueron pocas veces en las que Jungkook envió a la doctora Choi para drogarme para después él usarme. Esa rutina ya se ha vuelto llevadera, sobre todo cuando ya la vergüenza e indignación me han abandonado.

 Taehyung me ha dado algunas señales de las cuales estoy pensando abusar. Cada vez que estamos solos el ambiente es más y más pesado. Pesado por la tensión sexual que hay entre ambos, porque, aunque no lo quiera admitir en voz alta, siento la tensión.

 Leía en la biblioteca un ejemplar de William Blacke, Taehyung acompañándome, al tiempo que bromeaba con respecto a mis terribles gustos, cuando entonces las puertas de la habitación se abren y por ellas entran Jungkook y el sujeto de la otra vez.

 —¡Encanto! –Exclama el hombre sonriente, alargando la última letra–. Te extrañé, cariño.

 Pero si apenas le conozco. Ni siquiera le hablé ese día que le vi.

 Me levanté del sillón en donde estaba y cerré el libro. El sujeto tomó mi gesto como una oportunidad para rodearme con sus brazos y estrujarme. Abrí mucho los ojos en sorpresa, mirando hacia los demás. Jungkook rodó los ojos al cielo, y Taehyung se encogió de hombros.



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Editado: 22.10.2022

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