26 de diciembre del 2015.
Ren camino junto a Alix por la acera. El aire fresco hacía que su nariz hormigueara, pero aferrada al brazo de su amigo y amor platónico, sentía que había algo en el aire... mágico. Todo cubierto de nieve. Y aunque amaba la época, no podía decir lo mismo del frío que le calaba hasta los huesos, más aún, cuando por su distracción, terminaba empapada de aguanieve.
—Amo la navidad, pero esto de acabar empapada, no es lo mío. —comentó Alix, mirando el desastre en su pantalón.
—Solo será una vuelta al centro para que me ayudes a escoger un regalo. Prometo recompensarte.
Alix sonrió, a sabiendas de que Ren sabía cómo recompensarla. Malvaviscos y mucho chocolate, es su az bajo la manga.
Al doblar la esquina, y con el centro comercial a su vista, Alix miró a una mujer acurrucada contra el costado de un escaparate de ropa. Intentando protegerse de la nieve y los fuertes vientos que azotaban el área. En su mano, poseía una pequeña taza, extendida a todos los transeúntes que, sin mirarla de reojo, pasaban apresurados.
Alix se detuvo.
Ren iba checando su teléfono. Deteniéndose al darse cuenta de que ella se había sacado de su agarre. Entonces, se dio la vuelta, para retroceder y ponerse frente a ella.
—Ya casi llegamos, Alix.
Ella miro nerviosamente a la mujer, palpando sus bolsillos.
—¿Tienes algunas monedas? —Alix señalo a la mujer, quien se había dado cuenta de las intenciones de ella.
Ren asintió, y tras pasarle un billete, Alix camino con una sonrisa hacia la mujer y le ofreció el dinero. No cubría todo lo que necesitaba, pero por la reacción de la mujer, parecía que, en lugar de recibir algunos dólares, recibía su boleto de suerte.
—Siempre ayudas a la gente, aunque poco a poco te estés endeudando.
Alix sacudió su cabeza.
Ren suspiró.
—Ella necesitaba ayuda... —Alix frunció el ceño—. Deja de actuar como el grinch de navidad.
—Solo digo, que, si les das dinero a todos, no quedará nada para ti.
Alix abrió la boca para refutar, pero después de unos buenos treinta segundos, volvió a cerrarla lentamente. Todo eso, mientras Ren la llevaba a la primera tienda.
—No me importa, mientras pueda ayudar, quizá nunca deje de hacerlo. —Alix pinchó el brazo de su amigo—. ¡Eres un malhumorado! ¡Como el grinch!
Ren le guiño el ojo, con una sonrisa surcando sus facciones. —Sin embargo, este grinch alegra tus navidades.
Alix soltó una risita, nadie podía con esa aura de arrogancia, aunque, todo lo que decía era nada más que la verdad. —No sé cómo serían las navidades sin ti.