¿Por qué Dios no ayuda?... Será porque no está.
—Mami —murmuré asustado.
El hombre tiró de su brazo con brusquedad.
—¡Por qué mierda has gastado en estas basuras! ¡Inútil! —gritó papá, zarandeándola.
Lloré en silencio, escondido detrás del sofá. La golpeó, para mi horror, y me tapé los oídos. Rezar, eso podía hacer, las personas lo decían, los profesores también. Recé rogando que los gritos y golpes pararan, que la dejara. Pero nada pasó, y si no hubiera salido a querer detenerlo, recibiendo una golpiza por eso, el ebrio de mi padre la pudo haber matado...
Pero solo lo pospuse.
Quizá fue un sueño… pero desde que sucedió, aquel gato negro no deja de seguirme…