Y me encontré en tu mirada (un amor en Navidad)

Capítulo 4

«¡Debo estar loco! ¿Por qué rayos estoy haciendo esto?».

Era lo que Roy se preguntaba, una y otra vez… y otra vez, mientras aparcaba su auto en el garaje de la residencia, para luego sacar la maleta de la cajuela y llevarla hasta la habitación que Celina les había facilitado.

De nuevo, sus sentimientos estaban envueltos en un dilema: Sentir que abusaba de la hospitalidad de una completa desconocida… hermosa, pero desconocida, al fin y al cabo. Y, por otro lado, llevarse a su hijo de allí, en Navidad, para encerrarlo en la triste, fría y solitaria habitación de una posada, sin amigos ni personas conocidas.

«Y sin el regalo de Santa».

Suspiró y negó, las dos acciones que más había repetido en ese interminable día.

 

🌟

 

Ahora que se había relajado un poco y notado más cosas de la casa, esta se sentía muy silenciosa, quizás ellos tres eran los únicos que se encontraban allí en ese momento, pero eso sí, olía fenomenal. No estaba seguro, quizás se trataba del delicioso olor a comida, pero siendo tan discreto, tampoco preguntaría.

Luego, Celina les informó que sus invitados no tardarían en llegar, por lo que fue en busca de su hijo para cambiarlo de ropa y prepararse ambos para la cena. El niño y la mujer se mantenían en la sala junto al árbol, Kike no paraba de reír de esa forma en la que Roy sentía que reparaba cada pedazo de su pobre alma rota.

Después de la muerte de Rosaura, él sintió la necesidad de buscar nuevos horizontes, solo que, sus intenciones siempre quedaban relegadas a un segundo plano al recordar que su casa, su trabajo y la escuela de su pequeño estaban en aquel pintoresco pueblo. Tan repleto de hermosos recuerdos, pero, al mismo tiempo, tan atrasado y con poco que ofrecerles a las futuras generaciones.

Ahora que estaban en la ciudad. Luego de que, al fin, había dado ese gran paso, no pararía hasta encontrar un buen trabajo y darle la mejor calidad de vida posible a su hijo, no se iba a rendir nunca. Comenzaba a creer que su presencia en esa casa no era un error, Dios había escuchado sus súplicas porque hacía mucho que no veía a Kike tan feliz.

Sonrió para sus adentros y se acercó a ellos.

 

🎅

 

Padre e hijo continuaban en la habitación, aunque ambos ya estaban listos. Más bien, el mayor inventando excusas para retener al menor, al sentirse inseguro en un lugar en el que todo era desconocido para él, pero al estar en planta baja pudo escuchar a un vehículo estacionarse frente a la vivienda, ya les habían dicho que los invitados llegarían pronto.

Inhaló y exhaló muy profundo, tomando a su hijo de la mano para salir, encontrándose con Celina en el pasillo, quien también aprovechó para cambiarse, antes de recibir a su familia.

¿Hermosa? No, esa palabra se quedaba muy corta ante la angelical visión que Roy tenía frente a él.

Ella estaba igual de impresionada. El taxista no era guapo en exceso, pero sí que era varonil, atlético, alto, con una sonrisa y un aura tan arrolladora que la atraía como mosca a la miel. Y si a lo anterior, le sumaba que era un hombre respetuoso, cumplido y que, vestido con traje y corbata, se veía encantador e imponente. Celina se quedó sin palabras.

—Oigan… están tocando el timbre —la voz de Kike los sacó de aquel mundo de fantasías en el que se habían sumergido.

Y ambos se dieron cuenta de eso.

 

🎁

 

Al abrir la puerta, dos niñas, que a todas luces eran gemelas, corrieron al encuentro de Celina, seguidas por una pareja. Ni siquiera la había cerrado cuando otro vehículo se estacionó y un niño bajó corriendo para, también, abrazar a la dueña de la casa y una nueva pareja hizo aparición tras del pequeño. Todos aparentaban la misma edad de Kike, entre los 5 y 6 años, aproximadamente.

Roy fue presentado como un amigo y entonces supo que ambos hombres eran los hermanos mayores de Celina. Los niños se veían felices y fueron muy efusivos con sus abrazos, pero entre los adultos la situación pintaba muy diferente, ninguna muestra de afecto, solo fríos saludos que los asemejaban más a extraños en mitad de una calle que un encuentro navideño con los de su propia sangre.

Todos pasaron a la estancia y observaron por corto tiempo las decoraciones, aunque los niños, al igual que su hijo, enloquecieron con todo a su alrededor. Las palabras parecían atascadas en sus gargantas, el ambiente se respiraba tan tenso que, de no ser por la emocionada risa infantil y los villancicos que se acompasaban con las luces navideñas, cualquiera creería que el lugar estaba desierto.

Las mujeres acompañaron a la anfitriona hacia la cocina y los hombres salieron del radar como por arte de magia, quedando Roy con los cuatro pequeños traviesos.

 

🎄

 

Muy pronto, quizás demasiado para lo acostumbrado, la mesa ya estaba siendo servida, al parecer todos tenían prisa por comer.

El taxista pensó que tal vez los recién llegados habían hecho un viaje muy largo. No era un secreto que en Navidad las carreteras lucían abarrotadas, el tráfico era desquiciante por lo que, muy de seguro, estuviesen cansados y hambrientos.



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En el texto hay: familia, navidad, romance

Editado: 10.12.2021

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