Rebecca
Mi mamá tenía el sueño muy pesado y por eso sabía muy bien que no se iba a levantar ni aunque caminara por toda la casa en tacones, de modo que la noche era mía. Mi vestido era ajustado, negro y corto y tenía tirantes diminutos. Llevaba mucho tiempo queriendo usarlo y por fin había llegado la ocasión perfecta. Ya me había maquillado y peinado y estaba casi lista. Me senté sobre mi cama y me puse un par de botas negras que me llegaban hasta las rodillas. Mi reflejo en el espejo me confirmaba que me veía muy sexy.
El reloj marcaba las nueve de la noche así que me apresuré a agarrar mi bolso, ya era hora de que pasaran por mí.
Abandoné mi habitación tratando de hacer el menor ruido posible y empecé a avanzar por el pasillo oscuro. La habitación de mi mamá estaba frente a la mía y eso me ponía muy nerviosa. El ruido no solía molestarla cuando dormía, pero si era muy sensible a la luz así que tenía que tener mucho cuidado.
No podía ver lo que tenía en frente y tenía miedo de caerme por las escaleras así que traté de tocar la pared con mi mano y tiré accidentalmente uno de los cuadros familiares. El vidrio se rompió escandalosamente y el ruido resonó en toda la casa. Cubrí mi boca con mis manos y me quedé inmóvil.
Esperaba que mi mamá encendiera la luz de su cuarto y me descubriera, pero eso nunca pasó. Seguía durmiendo como un bebé.
Me dije a mí misma que iba a limpiar cuando volviera de la fiesta y bajé las escaleras con cuidado para salir de la casa. Tal y como pensaba, Dexter y Verónica ya estaban afuera esperándome. Cerré la puerta de mi casa con cuidado y me subí al carro con ellos. Ya se nos había hecho tarde.
–Perdón por la demora –me disculpé.
Dexter empezó a manejar y comenzamos a alejarnos de mi casa.
–¿Tuviste problemas? –indagó Verónica desde el asiento del copiloto.
Nos gustaba mucho planear nuestros vestuarios así que ella traía un vestido morado idéntico al mío.
–Para nada. Mi mamá duerme muy temprano –expliqué.
No solía escaparme de casa porque siempre obtenía permiso para salir, pero ese día en particular no deseaba preocuparla y me pareció mejor idea salir a escondidas.
–Escuché algo raro. Creí que era ella dándote una paliza –se burló.
Ella estaba muy tranquila porque sus padres se habían ido de viaje y tenía toda la casa para ella sola. Por eso estaba tan feliz.
–Muy chistosa. ¿Y tú cómo sabes que tus padres no van a llamar al teléfono convencional de la casa? –cuestioné.
–No tienen la costumbre de hacerlo. Siempre llaman a mi teléfono –explicó ella.
Dexter agarró su mano y le dio un beso mientras miraba el camino. Para Verónica era un gesto romántico, pero para mí no lo era. Había algo diferente en su mirada. Él estaba esperando el momento oportuno para dar el siguiente paso, pero Verónica no estaba lista para hacerlo y siempre discutían por eso. Algo me decía que los dos iban a terminar discutiendo de nuevo. Ojalá no me tocara estar presente. Solo quería ir a la fiesta y pasarla bien.
Nos alejamos de la ciudad y continuamos por un camino que llevaba al bosque. Estábamos rodeados de árboles y la vista era muy bonita, pero también intimidante porque todo se veía muy oscuro y peligroso. Sentía que alguien nos estaba observando a través del bosque, pero era imposible porque estábamos en medio de la nada. Tal vez me estaba volviendo loca.
–¿Falta mucho para llegar? –pregunté nerviosa.
–Ya casi llegamos –explicó Dexter.
–¿Cómo se le ocurrió a Lucy celebrar su cumpleaños aquí? –dije irritada.
–Mira el lado positivo. No hay vecinos aquí, así que la policía no puede venir a molestarnos por subir el volumen de la música –dijo Verónica.
Empezamos a ver a lo lejos una casa llena de luces y supimos que era allí. Dexter estacionó el auto junto a los otros y empezamos a contemplar el lugar. La casa de campo de Lucy era de madera y no estaba pintada, pero era de dos pisos y se veía muy espaciosa. Habían globos rosados por todas partes y también muchos vasos de plástico tirados.
–¿Ves? –dijo Verónica poniendo sus manos sobre mis hombros– No era tan mala idea después de todo.
–Tienes razón. Se ve muy prometedor.
La mayoría de los hombres estaban alrededor de la fogata así que Dexter le dio un beso a Verónica y se unió a sus amigos, lo cual era mejor para nosotras. Verónica me agarró de la mano y ambas subimos al segundo piso para encontrarnos con la cumpleañera. Había música a todo volumen, pero también tenían bebidas y comida.
Nunca había visto a Lucy tan sexy como ese día. Traía puesto un vestido rojo con una sola manga y un cinturón negro muy bonito que acentuaba su cintura. Estaba rodeada de chicas, pero se puso de pie al vernos.
–Feliz cumpleaños Lucy –dije mientras la abrazaba.
–Awww, muchas gracias. Adoro sus vestidos –señaló mientras nos veía a ambas.
–Es porque somos gemelas. Este es tu regalo –diciendo eso le extendí mi obsequio.
Le había comprado un collar blanco y escogí una caja de regalo de color rosado porque sabía que era su favorito.
Verónica la felicitó e hizo lo mismo. Ella había decidido comprarle un vestido negro que comenzaba a estar en tendencia.
–Hay comida de sobra. Lo que quieran está aquí –dijo Lucy señalando la mesa.
En ese momento comenzaron a llegar otros invitados para felicitar a Lucy y nosotras aprovechamos la distracción para acercarnos al banquete.
–No sabía que tenía hambre hasta que vi todo esto –comenté encantada.
Me fascinaba comer así que agarré un plato y comencé a servirme de todo un poco ante la mirada atónita de Verónica.
–Rebecca no deberías comer todo eso.
–Tonterías. Voy a darme el gusto.
Verónica no se movió así que agarré un plato por ella y le serví una enorme porción de arroz y carne. Ella siempre se mataba de hambre y yo no estaba de acuerdo con eso. Verónica no tuvo otra opción más que agarrar lo que yo le ofrecía y ambas nos sentamos en una esquina apartada y oscura del salón para comer.
–¿No tienes miedo de que tu mamá se levante a mitad de la noche para ir a ver si estás bien? –cuestionó ella.
Meneé con la cabeza.
–Ella no toma siestas de día y es imparable. Por eso cae como piedra por las noches –expliqué despreocupada.
Verónica vio su plato como si no pudiera decidir si comer o no y yo agarré una cucharada de comida y la obligué a comérselo. Ella empezó a masticar y asintió con la cabeza.
–Mmm… está muy rico –admitió.
–Se supone que tu dieta te permite darte gustos los fines de semana. Olvida el trabajo.
–Tienes razón –aceptó al fin.
Las dos comenzamos a comer tranquilamente cuando de pronto vi lo impensable. Una chica subió las escaleras con timidez mientras apretaba fuertemente un paquete de regalo negro. Me tomó mucho tiempo reconocerla porque se veía muy diferente, pero en un buen sentido. Lo único que seguía igual en ella, era el maquillaje negro alrededor de sus ojos y su cabello negro, sin embargo, fuera de eso era todo un boom. Su vestido negro era corto, ajustado y con mangas pequeñas. Nunca había podido apreciar bien su figura, pero tenía un cuerpo envidiable. Su escote era recatado, pero aún así dejaba entrever sus atributos. Sus piernas se veían delgadas y bonitas y su piel blanca se veía estupenda de noche. No se veía para nada pálida.
Agarré la pierna de Verónica, pero ella no me hizo caso hasta que le di un apretón fuerte.
–Auch. ¿Qué sucede?
–¿Estás viendo lo que yo estoy viendo? –susurré.
Verónica vio hacia la entrada y también quedó en shock al ver a Roxana. Nosotras no éramos las únicas sorprendidas. Todos en la sala habían volcado su atención hacia ella.
–¿Ella es…? –Verónica no pudo terminar la oración.
–Sí. Aunque parezca mentira, pero sí.
–¿Quién la invitó? –preguntó molesta.
–Olvídalo. No somos las cumpleañeras.
–Debí suponer que Lucy haría algo así.
Lucy saltó de alegría al ver a Roxana y corrió a abrazarla. Ella apenas tuvo tiempo de abrir los brazos para recibirla.
–¡Viniste! –exclamó Lucy contenta– Estoy muy feliz de que te hayas animado.
–Creo que es normal que los vampiros salgan de noche –susurré en voz baja.
Verónica soltó una risita a mi lado.
–Gracias por invitarme –susurró Roxana antes de extenderle tímidamente su obsequio.
–Llegaste justo a tiempo para ir a la pista de baile –explicó Lucy.
Todas las chicas empezaron a gritar emocionadas y Lucy arrastró a Roxana hacia el piso de abajo sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.
Verónica se puso de pie cuando nos quedamos solas y dejó su plato a un lado.
–Perdí el apetito.
–No somos las estrellas de esta fiesta. No empieces por favor –le recordé.
–¡No la soporto! –exclamó mientras se desquitaba con el cojín del sofá.
–Ya ha pasado mucho tiempo Verónica, olvida lo que te dijo tu mamá.
Ella volteó a verme llena de ira y supe que había cometido un error al mencionarlo.
–¿Cómo puedes defenderla? Sobre todo después de lo que me hizo.
–No la estoy defendiendo, solo digo que la ignores. Vinimos hasta aquí para pasar un buen rato, no dejes que la chica rara lo arruine.
–¡Tengo una horrible cicatriz en el pecho por su culpa! –gritó mientras señalaba la puerta.
–No podemos estar seguras, puede ser que haya sido otra persona.
–¿Sabes qué? Me largo.
Ella se dirigió a las escaleras y yo solo rodé los ojos. Estábamos en medio de la nada y ella no era lo suficientemente valiente como para agarrar su auto e irse sola. A veces Vero era muy infantil e inmadura. No me apetecía estar sola en el piso de arriba así que agarré una hamburguesa y comencé a comérmela mientras bajaba las escaleras.
La fiesta estaba en su apogeo en la pista de baile, la música estaba a todo volumen y había un fuerte olor a alcohol por todo el lugar. Habían luces de colores, pero todo estaba muy oscuro en general.
No tenía ganas de bailar así que fui a una esquina y me encontré con Iris y Samanta. Ambas eran mis compañeras de clase y se veían igual de aburridas que yo.
–¿Y ese milagro que no estás junto a Verónica? –preguntó Iris.
–Los milagros existen –dije encogiéndome de hombros.
–Damas y caballeros solicito un momento de su atención –era la voz de Dexter.
Volteé a ver sorprendida y me di cuenta de que estaba en frente sobre una pequeña plataforma y había agarrado un micrófono. Alguien se encargó de bajar el volumen de la música y otra persona enfocó un reflector justo encima de él. ¿De qué se trataba todo esto?
–Este no es el mejor momento, pero sé que esto hará feliz a Lucy así que lo haré de todas formas. A como recordarán hubo un pequeño incidente esta semana en el que Verónica, Rebecca y yo estuvimos involucrados –él hizo una pausa y toda la gente del local comenzó a abuchearnos.
Las personas que me rodeaban comenzaron a verme de una forma despectiva y yo empecé a sentirme humillada y avergonzada. Iris y Samanta no entendían nada y prefirieron guardar silencio. Me introduje en la multitud y comencé a buscar a Verónica desesperadamente.
–Sí lo sé. No me siento nada orgulloso de lo que pasó –continuó Dexter.
Los abucheos se detuvieron por un momento, pero yo me sentía muy incómoda. ¿Cómo se le ocurrió a Dexter hacer algo así? Primero debió haberlo consultado con nosotras. Ni siquiera le importó oír nuestra opinión.
–Quería aprovechar este momento para enmendar nuestro error. Creo que esta es la oportunidad perfecta y no quería dejarla pasar –él hizo una pausa y se pasó la mano por el pelo– Roxana, sé que estás aquí.
Todos empezaron a verse entre sí buscando a Roxana, pero no era tarea fácil porque todo estaba muy oscuro. Me puse de puntitas para tener una mejor vista y alcancé a ver que Verónica estaba cerca de una mesa.
–¡Roxana! ¡Roxana! –todos empezaron a gritar el nombre de Roxana al unísono y los chicos encargados de las luces comenzaron a buscarla con los reflectores.
Me acerqué a Verónica y ella me tomó la mano al verme, se veía igual de confundida que yo.
–¿Qué está pasando? –cuestioné.
–No lo sé. Él no me dijo nada –respondió nerviosa.
–¡Aquí está! –reconocí la voz de Lucy entre la multitud y de inmediato un reflector la iluminó en el centro de la pista. Lucy estaba sonriendo mientras rodeaba con un brazo a Roxana, era obvio por su expresión que había entrado en pánico. Cualquiera diría que estaba a punto de salir corriendo.
Todos comenzaron a aplaudir y Verónica y yo intercambiamos una mirada. ¿Desde cuando empezaron a quererla tanto?
–Roxana, sé que estás molesta conmigo, pero quisiera que me escucharas –la voz de Dexter era muy tierna al hablar y había puesto una cara de perrito pateado.
–Voy a matarlo –susurró Verónica llena de ira mientras él seguía con su discurso lastimero.
–¿Qué fue lo que hizo antes de subir? –indagué. Nada tenía sentido para mí.
–Le comenté lo molesta que estaba por la presencia de la rara y él solo se limitó a reírse. Le dije que era mejor que los tres nos fuéramos.
–¿Y? –pregunté impaciente.
–Lo siguiente que supe es que estaba subiendo al escenario. Este el último día de su vida, lo juro –agregó molesta.
–Lo que hicimos estuvo mal –continuó él provocando otra ola de abucheos hacia él y hacia nosotras.
–Se acabó. Nos vamos –Verónica agarró mi mano y quiso sacarme de la pista, pero no pudimos avanzar ni dos pasos cuando fuimos interceptadas por Edgar y Diego. Ellos vieron nuestras intenciones y no querían permitir que nos marcháramos.
–Tranquilícense chicas, todo va a estar bien. Yo estoy aquí para protegerlas –dijo Diego para intentar calmarnos.
–No quiero ver esto –respondí malhumorada.
Edgar se acercó y me susurró algo al oído.
–No vas a querer perderte el espectáculo.
Meneé la cabeza con evidente molestia. Solo estaba de su lado por ser su amigo. Decidimos no discutir con los chicos, pero nos quedamos muy cerca de ellos en caso de que todo se saliera de control.
–Y por eso el día de hoy te queremos pedir disculpas –agregó Dexter.
Era muy atrevido de su parte ofrecer disculpas en nombre nuestro. Nosotras ni siquiera estábamos arrepentidas.
–¿Crees que podrás perdonarnos? –de nuevo aquella cara de perrito pateado que no soportaba.
Todos comenzaron a repetir un cántico de: ¡Sí!, ¡Sí!, ¡Sí!, pero Roxana guardó silencio como si no supiera qué hacer.
–Ven conmigo. Sube acá arriba –la invitó él provocando otra ola de gritos.
Roxana meneó la cabeza, pero Lucy la animó a hacerlo y la llevó hasta la plataforma. Dexter le extendió su mano para ayudarla y ella subió tímidamente.
–Lamento mucho lo que pasó ¿Crees que algún día podrás perdonarme? –se disculpó frente a ella.
Ella miró hacia otro lado indecisa, pero terminó afirmando con la cabeza. Dexter la abrazó y uno de los chicos del grupo de fútbol le pasó un ramo de rosas. Esto era el colmo. Dexter le entregó el ramo a Roxana y ella quedó gratamente sorprendida. ¿Esto era un concurso de miss universo y yo no me había dado cuenta? Todos aplaudieron emocionados, pero yo me puse de brazos cruzados. Dexter nunca había tenido un detalle así con Verónica. La miré de reojo y vi que ella se mordía los labios contrariada.
–A muchos de nuestros compañeros de clase, les molestó lo que hicimos y creo que tienen razón. Pero el video de la biblioteca es un juego de niños comparado a lo que vino después –continuó Dexter.
Roxana frunció el ceño y lo vio sin comprender.
–Lo que pasa es que la chica aquí presente, no es el ángel que todos ustedes creen.
Verónica y yo intercambiamos una mirada y Edgar y Diego comenzaron a reírse. Ahora comenzaba a comprender de qué se trataba todo esto.
–A como todos sabrán Verónica sufrió un asalto cerca de su casa, pero no fue un asalto cualquiera. Roxana estuvo detrás de todo eso –declaró Dexter con expresión seria.
Las exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar y Roxana palideció de un momento a otro.
–Esa es una acusación muy seria –intervino Lucy en voz alta.
–Así es Lucy. No es algo que pueda decir a la ligera. Ella contrató a alguien para atacar a Verónica y encima tuvo el descaro de enviarle un mensaje. El plan no era apuñalarla, el plan era desfigurar su rostro.
–No es cierto, nada de eso es cierto –afirmó Roxana.
–¿No lo es? ¿No has tenido siempre envidia de mi novia?
Ella no lo dejó terminar de hablar y comenzó a golpearlo con el ramo de rosas. Él solo se limitó a reírse y los pétalos se deshicieron y volaron por todas partes.
–¿No te gusta la sangre Roxana? –cuestionó él sin dejar el micrófono.
Ella se apartó de él lista para marcharse y de repente un chorro de líquido rojo le cayó encima y la bañó por completo de lo que parecía ser sangre.
Cubrí mi boca con mis manos y ahogué un grito. Parecía el escenario de una película de terror. Roxana quedó en shock y los presentes también. Dexter había retrocedido unos cuantos pasos como si supiera lo que iba a pasar y comenzó a reírse de ella.
–Esto es demasiado –susurré más para mi misma que para los demás.
–No puede ser –dijo Verónica asombrada, pero cuando se le pasó la reacción inicial también comenzó a reírse.
–Se lo merece –agregó con una sonrisa.
Yo no estaba de acuerdo. Fue algo completamente innecesario.
–¡Ya basta! ¡Se acabó! –gritó Lucy histérica viendo a Dexter– ¡Eres un poco hombre! ¡Un cobarde!
–Sí, tienes razón, pero no soy el único cobarde aquí –diciendo eso Dexter señaló a Roxana.
Ella se limpió los ojos como pudo y salió corriendo de la pista de baile. Todos le abrieron paso, pero nadie la siguió. El hombre encargado del equipo de sonido volvió a poner música a todo volumen y las luces que habían sobre la plataforma se apagaron. Dexter bajó de la plataforma y se acercó para besar a Verónica.
–Listo cariño. Ya se fue. No tendrás que soportar su presencia.
–¿Estás loco? –preguntó ella con una sonrisa – No puedo creer lo que hiciste.
Dexter se encogió de hombros.
–No se compara a lo que te hizo a ti.
Dexter chocó su puño con los chicos y me extendió su puño a mí. No estaba convencida con lo que había hecho, pero ya era muy tarde para arrepentirse así que choqué mi puño con el suyo.
–¡Tú! –gritó Lucy mientras se acercaba a nosotros– ¡Quiero que te vayas, quiero que todos ustedes se vayan!
–De todas formas tu fiesta parece un juego de niñitas, yo me largó –dijo Edgar mientras se alejaba junto a Diego.
–La comida ni estaba rica –diciendo eso comencé a buscar la salida.
Dexter y Verónica me siguieron de cerca y los tres regresamos al auto. La fiesta había terminado para nosotros.
Edgar subió a su auto y comenzó a arrancar mientras Diego se subía. Ellos estaban muy contentos y no parecían tener intención de irse a sus casas.
–¿A dónde van? –pregunté de lejos.
–Hay otra fiesta en la ciudad y esa sí es de verdad, no como este jueguito de niñas –los chicos comenzaron a reírse y se alejaron a toda velocidad en su auto sin esperarnos.
–¿Y ahora dónde vamos a ir? –cuestionó Dexter.
–Eso tenias que pensarlo antes de hacer esa escenita –respondí molesta.
Yo sí tenía ganas de quedarme en la fiesta. Los tres nos subimos al auto de y Dexter comenzó a manejar de regreso a la ciudad.
–Tu cabeza estuvo a punto de rodar el día de hoy, pero te salvaste en el último segundo –comentó Verónica.
Dexter comenzó a reír y reír sin parar.
–Ay cariño, por favor. ¿De verdad creíste que hablaba en serio?
–Todos caímos –afirmó ella.
–En especial Roxana –agregué.
Los dos comenzaron a reír y yo me limité a suspirar.
–A mí no me pareció divertido –agregué.
–¿Pero humillarla frente a toda la sección si lo fue? –objetó Dexter.
Él tenía razón. No era la persona más indicada para decir eso. Miré por la ventana para intentar concentrarme en otra cosa y solo vi oscuridad y más oscuridad. Las luces del auto apenas iluminaban el camino y no había señales de los chicos.
–Nosotras no sabíamos lo que ibas a hacer. Debiste habernos avisado –intervino Verónica.
–¿No fue fabuloso? –siguió él– Me dijiste que no soportabas verla.
–Bueno, no voy a mentir –ella volteó a verme y yo levanté una ceja– Si fue divertido.
Los dos comenzaron a reír de nuevo y Dexter agarró el volante con una mano y se acercó a Verónica para acariciar su rostro.
–¿No crees que merezco un beso por defender el honor de mi novia? –dijo con voz seductora sin prestarle atención al camino.
–Por supuesto que sí.
Verónica lo agarró del cuello y comenzó a besarlo y a mí me invadió una ola de náuseas.
–Voy a vomitar –dije para recordarles que estaba allí. No funcionó.
Tenía miedo de morir allí mismo así que empecé a sacudir el hombro de Dexter.
–Dexter, deberías ver el camino…
No pude terminar la frase por que chocamos contra algo al tiempo que oíamos un gran estruendo y comenzamos a gritar al mismo tiempo presos del pánico. Dexter frenó de golpe haciendo que nos fuéramos hacia adelante, pero lo único que me pasó fue que mi cuello se resintió.
–¿Están bien? –pregunté preocupada.
Verónica se veía muy asustada, pero asintió con la cabeza. Dexter veía fijamente hacia adelante y cuando intenté concentrarme entendí por qué. El vidrio delantero estaba roto, pero no había nada frente a nosotros. No golpeamos ningún árbol y no estábamos fuera del camino, sin embargo, las luces del carro solo alcanzaban a iluminar unos pocos metros y no podíamos ver lo que había a nuestra izquierda ni a nuestra derecha porque todo estaba muy oscuro.
No teníamos ni idea de lo que había pasado, pero yo tenía miedo de que fuera una emboscada. Hubo un momento de silencio dentro del vehículo mientras intentábamos ver hacia todos lados. Mi corazón latía muy rápido y sentía una opresión extraña en el pecho. Algo estaba mal.
–¿Qué demonios fue eso? –Dexter fue el primero en hablar.
–No lo sé. No pude ver nada por culpa de ustedes –respondí.
–Voy a ir a ver –diciendo eso pretendía salir del auto, pero Verónica se lo impidió.
–¡No, no deberíamos salir! –exclamó Verónica llena de miedo– Estamos solos e indefensos en medio de la nada. Puede ser una trampa.
Observé a nuestro alrededor y solo vi árboles y más árboles.
–Tienes razón. Será mejor que nos vayamos –Dexter encendió de nuevo el auto y observó fijamente el vidrio roto.
–¿Están viendo lo mismo que yo estoy viendo? –cuestionó él.
–Yo no veo nada Dexter. ¿Podemos irnos ya? –dije desesperada. Solo quería volver a casa.
Verónica se acercó al vidrio para ver mejor y volteó a vernos sorprendida.
–Es sangre –afirmó.
–¿Habremos golpeado un venado? –pensé en voz alta.
–Es posible –Dexter encendió la linterna de su teléfono y abrió la puerta– Tengo que ir a revisar.
Él abandonó el coche para revisar el camino y Verónica y yo hicimos lo mismo. El frío me invadió en cuanto salí del auto y comencé a frotarme los brazos en un intento por entrar en calor.
–Tengo un cuchillo por si algo sale mal –me susurró Verónica mientras me enseñaba una daga pequeña.
–Es bueno saberlo.
Por suerte no estaba sola en todo ese caos.
Dexter alumbró el bosque y negó con la cabeza.
–No veo nada raro.
Verónica encendió la linterna de su teléfono y rodeó el auto para ver si había algo atrás. Estaba muy oscuro allí y me ponía ansiosa que fuera en esa dirección.
–Allí no hay nada Vero…
No alcancé a terminar la frase porque ella soltó un grito desesperado y dejó caer su teléfono mientras retrocedía. Su expresión era de pánico absoluto.
Dexter y yo nos acercamos corriendo y cuando él alumbró con su linterna vi la escena más horrible que nunca jamás había visto. Una mujer de cabello negro yacía boca abajo sobre el pavimento y estaba completamente cubierta de sangre.
Grité con todas mis fuerzas al verla y todo se puso negro.
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Editado: 06.01.2022