Yo no tengo novio

PREFACIO

El cielo se encontraba en tonalidades grisáceas. No esperaba que fuera un gran día, la verdad es que este clima era una breve representación de mis sentimientos. Miré a mi alrededor todas las parejas que esperaban ser atendidos y, de esta misma manera, miré las espesas gotas de lluvia que se acumulaban en cada esquina del gran ventanal de esa pequeña cafetería a la que solía ir desde un par de meses atrás. Mis manos rodeaban la taza caliente de chocolate que tenía frente a mí, tomando el poco calor que este podía darme. Al poco tiempo, el sonidillo tan molesto de campanas chocando unas contra, otras llamó mi atención. Por imersia dirigí mi mirada hacia la puerta principal y lo vi. Su cabello castaño se encontraba húmedo y dividido en mechones gruesos que se pegaban a su frente. Sus ojos oscuros, muy parecidos a los míos, me observaban con alegría y a la vez con nostalgia por la emergencia con la que lo había solicitado. El movimiento paulatino de su respiración me demostraba que la calma que poseía su ser, no se había apagado con el paso de los meses sin comunicación. Mi hermano era un vivo retrato de mi padre, de eso no cabe duda. 

Bastó con elevar las comisuras de mis labios y mi mano derecha en señal de saludo, para que su cuerpo comenzara a moverse lentamente, como si sospechara de mi situación y tuviera miedo de lastimarme más de lo que ya estaba. En un momento dado su cuerpo húmedo estaba frente a mí y con sus dedos finos, largos y pálidos como los míos tomó del respalda de la silla  que se encontraba frente a la mía y jaló de esta, para luego sentarse como el macho alfa que creía conocerme. Sacudió su cuerpo y quitó mi taza de entre mis manos para tomar un trago y exhalar. 

— Vine lo más pronto posible — cruzó y posicionó sus brazos sobre la madera fría de la mesa, mientras fruncía los labios. Lo conocía tan bien, no solo por ser mi hermano, sino, por ser ese apoyo incondicional que estuvo para mí por muchos años. Sabía que se encontraba nervioso de lo que yo podría confesar en aquella tarde grisácea, estaba consciente de que al menos él no quería perder la imagen noble, honesta e ingenua que había creado de la chica que consideraba su hermana y se encontraba sentada frente a él. Pero yo necesitaba desahogarme, porque dentro de mí, había un remolino de emociones pidiéndome a gritos que confesara todo lo malo que había hecho —. Te veo más delgada de lo que sueles ser, ¿has estado comiendo a como debes? 

— Lo suficiente para sobrevivir — retome con mi mano fría la taza de cerámica blanca que se encontraba sobre la mesa. Antes de darle el primer trago, dejé escapar mi aliento para enfriar el líquido oscuro que esperaba ser absorbido por mí, en un vago intento de alargar los segundos o quizás minutos, y de esta manera, evitar recordar todo lo sucedido — ¿cómo está Julie?

— Mi mujer está sana y con un vientre del mismo tamaño de una sandía luego de una exitosa cosecha — suspiró con una pequeña sonrisa en su rostro, sabía que estaba incomodo —. Esperamos que el parto sea en un par de meses, luego, tanto tú como Grace serán tías de un hermoso varón como yo.

— Más hombres en esta familia — una risa sarcástica salió de mi garganta. Mi hermano frunció una vez más sus labios, luego se removió sobre la madera —. Bueno, al menos debo admitir que no todos los hombres son iguales, cada uno tiene su propia forma de cagarla. Me pregunto, ¿cómo irá a cagarla el pequeño? Imagino que le pondrán el mismo que a ti o a su abuelo ¿no es así? lo machista viene por generación. Ya me lo imagino corriendo por toda la casa de nuestro padre.

Giró los ojos hasta dejarlos en blanco y aprovechó que uno de los meseros se encontraba cerca para ordenar lo que siempre solía ordenar. Papas fritas con mucha salsa de tomate y un chocolate extra caliente. Pidió otro chocolate con la barata excusa de que eso me endulzaría el alma y me quitaría lo amargada. 

— ¿Estas palabras llenas de veneno y estupidez tienen que ver con lo que debes contarme? — negué con mi cabeza — ¿entonces porque tanto rencor al género masculino? Dime Hope, ¿por qué me has solicitado en esta cafetería? ¿Ha pasado algo malo con Jean? ¿Siguen siendo novios?

— ¿Recuerdas cuando éramos apenas unos pequeños con grandes metas por cumplir? Tú querías ser un gran médico y yo, más pequeña y con más ilusiones de salvar al mundo, quería ser un héroe que omitiera las mentiras, los sentimientos negativos, las lágrimas, los gritos y Dios sabrá cuanta porquería — asintió con una sonrisita al recordar las palabras de aquella pequeña con dos coletas mal hechas por un padre sin experiencia con niñas y sin los dientes frontales —. Odiaba ver a nuestro padre llorar cada noche y cada día en las esquinas de la casa, para que nosotros no lo viéramos. Odiaba más el ver como intentaba omitir sus lágrimas mientras nos servía algo de comer o intentaba buscar como, por un momento del día, olvidaramos a esa mujer que nos dejó solos y sin una explicación, todo por un maldito amor fugaz. Pero lo que más odiaba era a esa mujer a la que un día llamamos mamá.



#47243 en Novela romántica
#12243 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, miedo, amor

Editado: 25.11.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.