Rodrigo miró al notario y luego a Susana.
—Obviamente le pagaré —el notario bajo la mirada por un momento y luego la miró.
—Tengo curiosidad —responde, su mirada recorrió el rostro aún bonito de ella y se detuvo en su mejilla cubierta por gasas —¿Por qué hacer todo esto? Tiene veinticinco años, no sé si su familia crea que a esa edad hizo un testamento.
Susana sonrío, pero ya no era aquella sonrisa delicada e inocente, para su sorpresa, ella en dos días había cambiado, su mirada se había vuelto dura, sus sonrisas ya no eran cálidas e inocentes, realmente en ese accidente no sólo el chófer había fallecido, también lo hizo Susana y la mujer que había vuelto de la muerte era alguien diferente, sedienta de venganza.
—De hecho no sería una sorpresa para nadie, siempre fui precavida, bueno pensé que en todo, pero me equivoque, no me haga perder el tiempo ¿hará lo que le pedí?
El notario sonrío y asintió.
—La conozco desde niña, no podría decirle que no—el notario oculto una vez más su sorpresa, sintió tristeza al leer los titulares del diario, anunciando la fatídica muerte de Susana Santiago, la boda se había convertido en una tragedia.
Ella recostó su espalda en el respaldo de la silla.
—Necesito lea el testamento en diez días —el notario saco sus espejuelos, su libreta, la pluma y por supuesto su grabadora último modelo, llevo un dedo a sus labios para que hicieran silencio, hizo una presentación como si se había hablado de ese testamento tres meses antes y no dos días después de la muerte de Susana Santiago, hizo una seña para que ella hablara los términos.
Escucho con atención y anoto cada palabra que ahí se habló. Se puso de pie una vez había guardado todo.
—Nadie puede saber quien soy —él asintió y se despidió, no sin antes indicarle que regresaria al día siguiente para firmar el testamento, era un hombre recto y honesto, no lo hacía por dinero, Susana fue su compañerita en el jardín de niños y siempre fue amable con él, para que ella fingiera su muerte aún ante sus padres, era por que había un motivo muy poderoso para ella. Hizo un ademán cuando Rodrigo entregó aquella bonita cartera de piel, sabía que estaba llena de dinero.
—No lo necesito —quiso avanzar pero Rodrigo no lo dejó
—No acepto ayuda de nadie, esto es un negocio y se que guardara silencio por la suma que le estoy pagando —Se giró ante las palabras de Susana, ella ya no era la mujer que conocío, Susana nunca trataba a las personas como codiciosas, solto el aire por que tuvo miedo, la mujer que tenía enfrente era capaz de cualquier cosa... lo vio en su mirada, extendió la mano y tomó la cartera de piel, sintió que había hecho una trato...con el diablo.
Vicenzo
Bajo de su auto negro y abrocha el botón de su saco, su secretario apresuro el paso para ir junto a él, los guardaespaldas abrieron paso en el lujoso edificio.
Entro al ascensor privado y no dejo de mirar a través del vidrio, la empresa de Federico era una de las más importantes del país y fuera de esté. Después de la boda él y Susana iban a ocupar sus puestos en la empresa, ahora sólo él lo haría.
Al llegar al último piso, una mujer se puso de pie y lo saludo con una sonrisa tímida.
—Señor Salvatore, el Señor Santiago lo espera —abrió la puerta y se hizo a un lado para que pasara.
Vicenzo entro a la oficina lujosa, de vidrio. Federico estaba sentado en un mullido sillón muy elegante, estaba bebiendo café, en la mesa de centro descansaba una bandeja de repostería dulce, su escritorio de vidrio quedaba en alto en la habitación, parecía el lugar de un rey, donde miraba a sus subditos desde arriba, pero Federico no era engreído, por eso no le extrañaba encontrarlo sentado donde recibía a sus socios o clientes.
—Muy elegante —murmuró después de ver toda la oficina
—Demasiado para mi, él diseñador que contrató mi área de marketing tiene una visión diferente a la mía.
Vicenzo se sentó frente a Federico quien estaba con la tetera de plata sirviéndole café.
—Desde el día de la boda no nos habíamos visto —Vicenzo desvio la mirada hacia el escritorio y pudo verla ahí, en el marco de plata, con una gran sonrisa en su rostro... ella había florecido hasta convertirse en una hermosa y delicada flor
—¿Tienes noticias? —tomo el café y no tomo ni un pastelito, cuidaba su cuerpo.
Federico sonrió con tristeza y tomó un pastelito.
—Estos eran los pastelitos preferidos de Susana, adoraba beber café a esta hora con estos pastelitos, nunca engordó por eso abusaba en comerlos.
Vicenzo miró cada pastelito y noto en la bandeja el nombre de la panadería.
—No puedo creer que ella ya no está en este mundo —Hubo un largo silencio que Federico rompió —Mi esposa y yo estábamos pensando en que debemos cumplir la promesa a Enricco y puedes casarte con nuestra hija menor.
Vicenzo puso la tasa con cuidado en la mesa de centro.
—No te preocupes, seguimos siendo socios sin necesidad de que exista una boda con tu hija menor, no sabia que ya estaba en el país.
La puerta se abrió y Vicenzo miró entrar a la bella mujer elegantemente vestida, la miró con sorpresa, pero está no se notó, él era experto en ocultar sus emociones.
—Te presentó a mi hija Melany Santiago, se que es la primera vez que se miran.
Ella sonrió seductoramente y se le acercó para estrechar su mano, pero Vicenzo no hizo ningún movimiento para saludarla.
—Mi hija regreso un mes antes de la boda —Vicenzo asintió, se giró para tomar su abrigo y luego su mirada se centra en Federico
—Una vez más te repito, que seguiremos siendo socios, no es mi intención vender las acciones que tenemos en la empresa, como ha manifestado los medios, se muy bien el daño que te causaría esa decisión, puedes estar tranquilo.
—El matrimonio es un trato que hice con tu padre
Vicenzo asintió
—Con tu hija mayor y lamentablemente ella ya no está, no habrá otra boda —Vicenzo camino erguido hacia la puerta sin mirar atrás.