Yo soy William Browne

El Ajedrecista Ruso

Desde la última vez que aparecí por aquí, aquella ocasión en la que les conté que acampé con Brenda y su familia, ya pasaron muchos meses y muchos meses más desde que me amisté con Miranda, y sin embargo hasta entonces no se me había ocurrido el por qué no le hablaba a una de la otra, “sabes, quiero contarte sobre una amiga que he conocido”, viéndolo así y ahora que escribo esto, tan distante de aquellos días en los que tenía dudas sobre eso, no parece tan complicado, pero al parecer en su momento lo era, al principio claro, porque en algún momento tenía que llegar, y sería Miranda la primera que escuche hablar de mi amiga, simplemente porque planeaba verla días después de pensar, de pensar en el “por qué no”, ¿Había motivo alguno para no hablarles sobre eso?, Dios, ¡No la había!, y me sentí un genio descubriendo algo cuando entendí, que mis amistades no tenían por que estancarse de esa manera, no había razón para tener tan grandes amistades por separado, y si compartía esa sensación sería el doble mejor, y entonces lo había encontrado entre las cosas que menos pienso, vi que mis amistades podían ser algo más grande, podíamos ser un grupo.

Y con eso en mente fui aquel sábado a visitar a Miranda, ya me estaba imaginando todo lo que le contaría, incluso lo que le contaría a Brenda después, por alguna razón mis imaginaciones no tenían para nada en cuenta las reacciones de cada una, aún así estaba feliz, estaba a punto de iniciar un grupo de amigos, el cual nunca tuve.

Pareciese que todo iba bien, y de hecho el resto del día fue excelente, seguro ya quieren leer la parte en donde me encontré con Miranda y le comenté lo que ya saben ustedes, pero eso no pasó aquel día, no porque no tuve el valor, no porque paso algo malo, digamos que se me paso el tiempo…

¿Cómo?, no llegué a casa de Miranda, por primera vez había sido no solo impuntual con ella, sino que de plano no llegué, pero no me pasó nada malo, y menos mal que ella lo entendió, cuando en la noche la llamé, no le dije por qué no llegué, solo le dije que le explicaría todo y “mucho más” la próxima vez que vaya, hablamos un rato más de otras cosas y luego nos despedimos, claro que no le hablaría de algo tan importante como lo era Brenda por llamada, pero, ¿Por qué no le dije por qué no llegué?, verán, es que estaba en duda, talvez, y solo talvez, esa “próxima vez que vaya”, no le hablaría solo de Brenda, quizá también podría hablarle de Alexey.

Estaba de camino a casa, pasando por la plaza que suelo frecuentar con Miranda, caminando tranquilamente por la vereda sin prestar mucha atención a mi alrededor, en el momento en el que escuché un “ey, tú”, al voltearme, había preguntado mi nombre y pues, Will, me llamo, le respondí.

–Will, un gusto, yo soy Alexey Ivanov.

Por su nombre y acento, me di cuenta de que era Ruso, pero no se había volteado a hablarme, eso era lo extraño, me hablaba de espaldas y no le había prestado atención sino hasta que me habló, cuando ya lo había sobrepasado.

–Will, te invito a un juego de ajedrez, ¿Qué te parece? –Me dijo.

Admito que la primera impresión que tuve es que sonaba bastante amigable.

En el momento no tenía idea de si era buena idea, pues tenía un lugar a donde ir, pero me senté y vi a Alexey de frente, aunque no expresé nada, es cierto que me sorprendió bastante las manchas que tenía en el rostro, según entiendo eso se llama vitíligo, creo que, aunque yo tenía cara de poker, el sintió mi asombro, pero fuera de cualquier actuar extraño como el mío, él siguió sonriéndome.

–Y bien, ¿Jugamos?

–Alexey, es un gusto –Le dije, pasándole la mano–, pero hay un problema…

–¿Y cuál es?

–Que no sé jugar ajedrez.

–Bueno casualmente no solo vengo a sentarme y buscar rivales, también enseño gratis, es gratificante expandir este grandioso juego. –agregó, orgulloso

Pero ignorando lo que había dicho, le dije que nunca lo había visto por ahí, a lo que me respondió que se había mudado hace unos días, me dijo que esa era su forma de socializar, a través del ajedrez, pero que en el último lugar donde vivían no tenía mucha suerte con ello.

Yo lo sabía, Alexey no tenía con quién hablar, talvez tenía amigos, sí, pero los había dejado a donde sea que estuviera antes, me quedé no por el ajedrez, sino por lo gratificante que era acabar con la espera de un ajedrecista solitario, supongo.

Me enseñó a jugarlo, y platicamos de muchas otras cosas más que las contaré la próxima ocasión, al terminar, ya era muy tarde, a minutos de anochecer y ni me había dado cuenta del tiempo, no había olvidado a Miranda, por suerte, pero por alguna razón no quería irme aun, si el tiempo fuera más lento podría haber conversado con Alexey e ir con Miranda, solo si tuviera más tiempo..., pero el tiempo no funciona así, sabía que podría ver a Miranda muchísimas más veces, y a lo mejor también a Alexey, pero para ello debía sentarme a averiguarlo, y aun con horas de pláticas, al final no lo sabía aun, no sabía si sería parte de esto, por eso no le conté nada a Miranda cuando la llamé, o podría ser que “la próxima” sea para contarle de dos personas, o para contarle de una persona, y de una grata conversación con Alexey Ivanov, un joven ajedrecista un año menor que yo, que me enseñó a jugar, aun no lo sabía, en ese entonces claro, y no estaría bien decirlo ahora, solo diré que esa larga plática viene después, y a lo mejor la respuesta a esta interrogante también.




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