Yo Te Esperaré - (min Yoongi)

Capítulo 14

Kang Halee

 Había visto imposible el hecho de que Yoongi y yo estuviéramos juntos. Sabía que era imposible mejor dicho. Demasiado después de involucrarme con Jimin, ya que mi intención era protegerlo, era hacer que me odiara y se olvidara de mí. Pero ahora veo que lo único que he hecho es acercarlo más a mí, a mi vida, al peligro.

 Malditamente mal hecho.

 Ahora me encuentro entre sus brazos, bajo sus sábanas, completamente desnuda. Una experiencia que quería con él desde que planeamos nuestro futuro junto. En ese entonces quería todo con él, pensé que seríamos muy felices y que con él saldría de todas las cosas malas que viví cuando más joven. Y ahora…

 Su mano sobre mi abdomen se mueve, un beso húmedo sobre mi hombro me hace estremecer un poco, sintiendo mi corazón vibrar y mi cuerpo calentándose. Me giro para estar cara a cara con él y allí está. Me mira con ternura, su mano acariciando mi mejilla con delicadeza y un besando es depositado en mí frente.

 Este chico me acalora en muchas formas. Estoy totalmente enamorada de él, y sé que está mal.

 —Renuncia a las peleas, Halee.

 Mis ojos se abrieron de golpe ante sus palabras. Me separo de él para encontrarme con sus ojos suplicantes.

 —Yoongi... –abro mi boca para decir algo, pero el nudo en mi garganta no me lo permite.

 —Podemos estar juntos, Ha –dice sonriente–. Solo tienes que renunciar y podremos irnos lejos.

 —No es fácil, mi amor. –murmuro sintiendo mi labio temblar.

 —Lo es si en verdad me amas –suelta suplicante–. Yo te amo, Halee. Haré lo que sea para estar juntos.

 Trago duro al borde del colapso, pues es obvio lo que tengo que hacer. Respiro hondo.

 —No puedo hacerte eso –susurro tomando una de sus mejillas para mirarlo, sus ojos asustados abrasan los míos. Uno mi frente a la suya y dejo un beso en sus labios–. Te amo, Min Yoongi. Pero no puedo hacerte esto. Debo irme.

 —Espera, Haleen –me detiene cuando intento salir de las sábanas–. ¿Qué? ¿Te irás así nada más y me dejarás? –su confundido y dolorido semblante me parte el corazón, pero intento mantenerme fuerte.

 —Me duele. Mo sabes cuánto, pero no pudo hacer más –intento con mi tono hacerlo entrar en razón–. Ya sé qué es lo debo hacer... y si peleé con esos tipos solo para verte... fue para decirte una última vez que te amo.

 Lo beso por última vez, entregándole todo de mí, diciéndole lo que no podía con solo ese gesto. Saboreo sus dulces y finos labios, empapados en lágrimas. Mis propias lágrimas.

 Me sostiene con fuerza para que no escape, pero yo me las ingenio y presiono un punto de su nuca, el cual reacciona a él y queda inconsciente en su cama.

 Me levanto de allí, mirando su inmóvil cuerpo, recojo mi ropa y me la coloco. Escucho la puerta sonar de repente, había llegado alguien. Debe ser uno de los amigos de Yoongi.

 —¡Yoongi! –oigo una voz femenina–. ¿Hijo, estás en casa?

 Es su madre. Apresuro mi paso y con dificultad, gracias a mi herida, salgo de su habitación por la ventana. No fue difícil. Viendo a todos lados echo a correr hasta la casa de la Lulu en busca de Niki. Debía huir lo más pronto posible.

 Mi paso era tembloroso, pero en un instante acostumbré a mi cuerpo, nuevamente, al ritmo. Miro a todos lados, y no sé por qué, los maté a los dos. ¿Qué otro tipo puede quedar por ahí?

 Sacudo mi cabeza y acomodo mis ideas: busco a Niki, voy a casa por lo necesario, tomo todo el dinero que tenga guardado y huyo con Niki a ninguna parte. Si tan solo ese lugar existiera. Algún lugar se me ocurrirá mientras tome todo y vaya por un vuelo.

 Tengo la casa de la Lulu en frente, a unos diez metros, apresuro mi paso trotando, llego a la puerta y toco.

 Nadie me responde. Toco nuevamente y al igual que la primera: no me responden. Vuelvo a tocar pero con fuerza. La puerta estaba entreabierta. Doy un empujón, algo temerosa, la abro completamente y un escalofríos me recorre todo el cuerpo al llenar mis ojos con esa vista.

 Lulu estaba tirada en el suelo, encima de un charco de sangre. Dios. Cerré los ojos, apretando los parpados con fuerza. Nauseas invaden mi garganta, tapo mi boca para que no se me escapara un grito. Me arrodillo a un lado y la remuevo, buscando alguna señal de vida. Nada. La revisé por todos lados y descubrí un disparo en su pecho.

 ¡Maldición!

 Mis lágrimas me traicionan, estaba nerviosa, tenía una mujer muerta a mis pies. Mi respiración se entrecorta y no paro de llorar.

 Limpio mis lágrimas y de pronto me acuerdo de algo, el cual me hace sentir un bajón horrible.

 —¡Niki! –grito con desespero–. Niki, ¿dónde estás? –me levanto y subo los escalones a la segunda planta–. ¡Niki, por favor! –revisé cada uno de los cuartos, no veía nada, ni una señal. Maldita sea–. ¡Niki!

 —¡Mamá!

 Oigo su voz baja, me enderezo de golpe y corro siguiendo la voz de Niki. La sigo hasta un armario de baño, lo abro y allí estaba él, hecho un ovillo, lleno de lágrimas y temblando.

 —¡Oh, Dios mío! –lo saco de allí y lo abrazo con mucha fuerza–. Me he llevado un gran susto, amor.




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