—¡Ya hemos llegado! —chilla mi madre cuando cruzamos el arco que da acceso al campus.
En la realidad, la universidad es igual de magnífica que en los folletos y en la página web, y me quedo impresionada al instante al ver los elegantes edificios de piedra. Cientos de personas —padres que se despiden de sus hijos con besos y abrazos, grupos de estudiantes de primer curso.
—Me gustaría ver tu dormitorio antes de irnos
—Quiero asegurarme de que todo está correcto. dice con cara de autoridad.
Observa el viejo edificio con una mirada de desaprobación. Tiene la costumbre de sacarle defectos a todo.
—¡No me puedo creer que estés en la facultad! Mi único hijo, estudiante universitario viviendo por su parte, espero que consigas un empleo pronto.
Wooshik nos sigue con mis maletas mientras recorremos el pasillo.
—Es la B22..., estamos en el pasillo C —les digo. Por suerte, veo una «B» enorme pintada en la pared—. Es por aquí —señalo al tiempo que mi madre empieza a volverse hacia el lado contrario.
Me alegro de haber traído sólo unas cuantas prendas de ropa, una manta y algunos de mis libros favoritos. Así, Wooshik no tiene que cargar demasiado y yo no tendré mucho que sacar.
Los tacones de mi madre son extremadamente altos para todo lo que estamos andando, como es que las mujeres pueden soportar horas con ellos. Al final del largo pasillo, introduzco la llave en la vieja puerta de madera y, cuando ésta se abre, mi madre sofoca un grito de espanto.
La habitación no es muy grande, hay dos camas minúsculas, un armario, una pequeña cómoda y dos escritorios ah, y una ventana muy amplia. Al cabo de un instante, mi mirada se desvía hacia el origen de su sorpresa: un lado del cuarto está repleto de pósteres de bandas de música de las que ni siquiera he oído hablar, y los rostros y los cuerpos que se muestran en ellos están cubiertos de piercings y tatuajes. Deben ser cantantes americanos.
Además, hay un chico tumbado en la cama. Tiene el pelo rojo intenso, la raya del ojo de casi un dedo de grosor, y los brazos llenos de llamativos tatuajes.
—Eh —dice sonriendo. Para mi sorpresa, encuentro su sonrisa bastante fascinante—. Soy Baekhyun.
-Eh... Yo soy Tae —respondo olvidando todos mis modales
—Hola, Tae, encantado de conocerte.
La sonrisa del chico de pelo carmesí se intensifica. Inclina la cabeza hacia atrás, riendo,¿Por que su sonrisa es tan linda?
Mi madre está tan boquiabierta que la mandíbula inferior casi le roza la moqueta, y Wooshik se revuelve nervioso. Entonces, Baekhyun se acerca, acortando el espacio que nos separa, y me rodea con sus tonificados brazos. Me quedo paralizado por un instante, sorprendido por su repentino acercamiento.
Oigo unos golpes en la puerta justo cuando Wooshik deja caer mi equipaje al suelo, y no puedo evitar esperar que esto sea una especie de broma.
¡Pasen! —grita mi nuevo compañero de habitación. La puerta se abre y dos chicos entran antes de que el termine de invitarlos. Diooos yo solo he sido buenooo ¿Por que a mi?
Por la expresión de angustia que refleja el rostro de mi madre, se que esto va ser un problema grande. ¡LADYBUG! ¿Donde estas?
—Eh, ¿eres el compañero de Baek? —pregunta uno de los chicos.
Tiene el pelo rubio de punta, y hay zonas en las que se ve que en realidad lo tiene castaño. Sus brazos están llenos de tatuajes, y los pendientes que luce en la oreja son del tamaño de una moneda de cinco centavos.
—Eh..., sí. Me llamo Tae —consigo articular.
—Yo soy Chanyeol. Relájate —añade él con una sonrisa al tiempo que alarga el brazo para tocarme el hombro—. Esto te va a encantar. —Su expresión es cálida y amistosa, a pesar de su apariencia hostil.
—Estoy listo, chicos —dice Baek.
Desvío la mirada hacia el chico alto y castaño que está apoyado contra la pared. Su pelo están negro como la noche y lleva un piercing en la ceja y otro en el labio.
Es alto y delgado, y sé que debo de estar mirándolo de una manera bastante grosera, pero no puedo apartar los ojos de él.
Espero que se presente como han hecho sus amigos; no obstante, permanece callado. Pone los ojos en blanco con fastidio y se saca el móvil del bolsillo de sus estrechos jeans negros.
Me llama más la atención. Tiene algo que hace que me cueste apartar la vista de su rostro.
Me doy cuenta de que Wooshik me esta observando,hasta que por fin aparto la mirada y finjo que lo miraba porque me había quedado pasmado. Porque lo hacía por eso, ¿no?
—Nos vemos, Tae—dice Chanyeol, y los tres salen de la habitación.
—¡Pediremos que te cambien de cuarto! —ruge mi madre en cuanto la puerta se cierra. ¿Por que su voz siempre tiene un volumen tan alto?
—No, no puede ser —suspiro—. No pasa nada, mamá. —Hago todo lo que puedo por ocultar mi nerviosismo. Sabia que seria un gran problema para mi madre controladora. Seguro que no pasa mucho tiempo por aquí de todos modos —digo en un intento de convencerla, a ella y a mí mismo.
—De eso, nada. Vamos a pedir el cambio ahora mismo. —Su impoluto aspecto contrasta con la furia que refleja su rostro; lleva el pelo largo y castaño claro recogido sobre uno de sus hombros, pero todos sus rizos se mantienen perfectamente intactos—. No vas a compartir habitación con alguien se viste de esa manera y que tiene tan poca educación.
Me quedo mirando sus ojos cafés, y después miro a wooshik.
—Mamá, por favor, esperemos a ver qué pasa. Por favor —le ruego. No quiero ni imaginarme el escándalo que armaría en la oficina de rector. Eso seria humillante.
Mi madre echa un vistazo al cuarto de nuevo. Observa la decoración del lado de Baek y resopla de manera teatral.
Está bien —dice a regañadientes para mi sorpresa—. Pero tú y yo vamos a tener una pequeña charla antes de que me marche. Dios otra vez me dará su platica de mil horas.