Al recostarme sobre la suavidad de mi cama, permito que cada fibra de mi ser se rinda ante la gravedad, un recordatorio tangible del peso del día que se desvanece en cada músculo fatigado. El agotamiento me envuelve, pero también la promesa de un sueño reparador, una tregua bien merecida para esta batalla diaria.
Aunque el desacuerdo con Ashtaria cobra espacio en mis pensamientos, sé que este río turbulento encontrará su calma eventualmente. En este momento, es la amistad de Neefar la que ocupan el centro de mis pensamientos.
En mi mente, Neefar se erige como un faro de amabilidad, iluminando los caminos de nuestras interacciones con su cálida presencia. En sus ojos resplandece la generosidad, en su voz resuena la dulzura de quien comprende que la belleza radica en la diversidad de opiniones y experiencias.
Cada encuentro con Neefar es un recordatorio de que el mundo está lleno de almas afables y comprensivas, y que el verdadero regalo de nuestra conexión radica en la capacidad de compartir nuestras verdades más íntimas sin temor al rechazo. En su compañía, la vida adquiere una nueva profundidad, una riqueza que se revela en la simplicidad de un abrazo o en la profundidad de una mirada cómplice.
Amanece y todo se ve húmedo. El cielo está grisáceo y la brisa que entra por mi ventana se siente sumamente fría; seguramente ha llovido antes de que despertara.
Debería estar preparándome para ir al coliseo, así que voy al baño y me doy una ducha rápida. Al salir, seco mi cuerpo con una toalla y me pongo mi nanotraje, conectándolo con mi brazalete para elegir un diseño. Luego trenzó parte de mi cabello y lo amarró detrás de mi nuca. Finalmente, me dirijo a la cocina para desayunar algo antes de salir de casa.
Pienso que es mejor contactar a Klea para ver si ya está lista y así poder llegar juntos al coliseo. Activo la transmisión de mi brazalete y busco el contacto de Klea.
—Buen día, Klea. ¿Ya estás lista para salir? —digo, viendo la transmisión holográfica de su rostro.
—Hola, Kiharu. Sí, encontrémonos en la entrada «C» del coliseo.
—Ok, me parece perfecto. Nos vemos en un rato.
Frente al portal al lado de mi casa, activo mi brazalete y agrego las coordenadas del coliseo. Cruzo el portal y, en pocos segundos, me teletransporto al portal cercano al coliseo. Los alrededores están llenos de personas que vienen a presenciar el evento, vestidos con colores y banderines que representan a las diferentes regiones del planeta. Entre la multitud, empiezo a caminar, notando que muchos me observan. Algunos incluso me saludan y me desean un buen día. Les devuelvo los saludos mientras me dirijo a la entrada «C», donde debería estar esperándome Klea.
—¡Kiharu, aquí estoy! —escucho la voz de Klea y giro la mirada hacia la fuente del sonido. La veo a lo lejos, saludándome con la mano levantada justo bajo la entrada «C» del coliseo.
Al ingresar al coliseo, se despliega ante nosotros un espectáculo majestuoso. Una multitud impresionante de espectadores llena las gradas, cuyos estruendosos cánticos impregnan el aire con un ambiente ensordecedor. Las grandes banderas de las distintas regiones de Mikadea ondean con fervor, representando el apoyo apasionado a sus respectivos luchadores. Los combatientes, erguidos en pequeñas tarimas dispersas alrededor de la arena, aguardan su momento de gloria. Un enorme escudo electromagnético en forma de cúpula mantiene a las bestias alejadas de las gradas, el palco y las tarimas de los retadores. Cada vez que uno de los combatientes se aventura en la arena, cruzan el escudo electromagnético sin sufrir daño alguno y, de inmediato, una alarma se activa, anunciando el inicio de un duelo. Solo al derrotar al Phoenix se levantará el gran portón que divide la arena de las gradas, permitiendo al vencedor abandonar el campo de batalla y ser aclamado como campeón.
—Mira, Kiharu... allá está el palco de la élite —dice Klea mientras señala con su dedo índice.
El palco, un enclave reservado para el rey de Mikadea y su círculo más cercano, se encuentra entre las primeras filas del coliseo. Es un lugar donde fluyen las mejores bebidas, se disponen los asientos más lujosos y, sobre todo, se ofrece la vista más privilegiada, permitiendo presenciar con claridad cada duelo que se desarrolla en la arena.
Al llegar, nos encontramos con Kimku y Yazu, quienes nunca se pierden este tipo de espectáculos.
—¡Kiharu, qué sorpresa verte aquí! —exclama Yazu acercándose con una gran sonrisa—. Hola Klea, me alegra verte por aquí también.
—¡Hola, chicos! —responde Klea, su voz rebosante de emoción mientras observa la arena—. Parece que llegamos justo a tiempo, aún no han comenzado los duelos —añade, echando un vistazo al campo de batalla.
—Así es, en unos minutos se presentará el primer desafiante.
—¡Genial!
Yazu, igualmente emocionado que Klea, muestra ese mismo entusiasmo en sus ojos. A su lado, Kimku, también exhibe una sonrisa ante la nueva élite de Mikadea.
—Entonces, Klea, ¿te gustaría algo de beber? —pregunta Kimku, con un ligero matiz de coqueteo en sus palabras.
—Sí, lo que ustedes estén tomando está bien para mí.
—Perfecto, no hace falta más —dice e inmediatamente da media vuelta para salir del palco, en busca de las bebidas.
—¡Miren quiénes vienen por allá! —exclama Yazu emocionado, señalando hacia la entrada del palco—. ¡Es Handul y Ashtaria!
Esperaba encontrarme a Ashtaria aquí, ya que, al igual que a Klea, le encanta asistir a este evento cada vez que es anunciado. Lo que me sorprende es su nueva apariencia: lleva su cabellera plateada más corta, llegando apenas por debajo de los hombros, con las puntas teñidas de rosa y su característico flequillo que le llega hasta las cejas. También ha cambiado su atuendo y su maquillaje, y no puedo negar que me gusta... Se ve linda, más sensual de lo habitual.
Ashtaria fija sus ojos en mí y en Klea, frunce el ceño y desvía la mirada con evidente desagrado por encontrarnos aquí. Noto que Klea está observando mi reacción y, cuando la miro, ella me lanza una sonrisa ladeada, llena de malicia.