Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

23. El mirador de la nave

Me encuentro inmerso en un mar de confusiones y preocupación. Desde el momento en que decidí renunciar a Ashtaria, creí que era lo mejor para ella, convencido de que nunca podría corresponder a mis sentimientos. Sus palabras resonaron en mi mente una y otra vez, diciéndome que no me amaba de la misma manera que yo la amaba a ella.

Por eso, decidí alejarme, creyendo que era lo correcto, que era lo mejor para ambos. Pero ahora, al descubrir la verdad sobre Handul, siento una mezcla de dolor y preocupación. Me duele saber que Ashtaria está con alguien que no la merece, alguien que es capaz de causarle daño. Me pregunto si alguna vez sabrá la verdad sobre Handul, si se dará cuenta del peligro en el que está al estar con él. Él es mi hermano, mi sangre…, pero ¿cómo podría permitir que Ashtaria esté con alguien como él?

—Handul, ¿por qué me cuentas todo esto?

—Sé que Ashtaria te habló de nuestra relación. Quiero que entiendas hasta dónde pueden llegar estos sentimientos. No intentes interponerte

—¿Interponerme... cómo?

—No sueltes la lengua —lo dice entre dientes, con una mirada amenazante—. No intentes siquiera darle pistas a nuestro padre, o te puede ir muy mal.

Ha venido solo para asegurarse de que guardaré su secreto. Parece que Ashtaria no le mencionó mis sentimientos hacia ella; de lo contrario, su reacción hacia mí habría sido diferente.

—No diré nada. Esto no me compete.

—Perfecto, no eres tan tonto, hermano —me muestra una cínica sonrisa.

Handul sale de mi habitación, dejándome solo con mis pensamientos.

Sabía que Handul podía ser cruel, pero descubrir que fue capaz de asesinar a alguien me ha dejado completamente aturdido. No puedo dejar de pensar en Ashtaria y en el peligro que corre estando con él. La preocupación por su bienestar me consume.

Me recuesto en mi cama y cierro los ojos, intentando despejar mi mente. No quiero pensar en Ashtaria, ni en Neefar, ni en Handul. Necesito concentrarme en mí mismo y en la responsabilidad que mi padre me ha encomendado. Dos horas después de estar reflexionando, alguien toca a mi puerta. Con comandos de voz, doy permiso para que se abra la puerta.

—¡Necesito que vengas conmigo ya! — Klea sin decir nada me toma de la mano, me levanta de la cama y me lleva jalándome por todo el pasillo.

—Pero... ¿por qué?

—La nave está a minutos de partir —me dice Klea.

—Sí..., lo sé.

«¿Qué tramas, Klea? En tu tono de voz puedo sentir que no es nada grave. Ahora que volteas y sonríes, estoy seguro que vas a mostrarme algo maravilloso».

Aún sosteniendo mi mano, Klea me guía hasta la zona más alta y amplia de la nave nodriza.

—Listo, aquí estamos —dice Klea en un tono animado, extendiendo sus manos en un gesto amplio para mostrarme la impresionante vista.

Nos detenemos bajo una vasta cúpula de vidrio que nos aísla del vacío del espacio exterior. A través de este domo transparente, la vista es impresionante: cada estrella y astro celestial brilla con una intensidad deslumbrante, creando un tapiz cósmico que parece extenderse infinitamente.

Mientras contemplo esta maravilla, una sensación de asombro y pequeñez me invade. La inmensidad del universo, con todos sus misterios y belleza, se despliega ante mis ojos, recordándome la infinitud y el poder de la creación. El silencio es absoluto, roto solo por el leve zumbido de la nave, y en ese momento, el tiempo parece detenerse. La vista es tan hipnótica que casi puedo sentir el pulso del cosmos resonando en mi pecho.

—Es increíble… Este es el mirador de la nave, ¿verdad?

—Sí, y aquí estamos más de ochocientos Mikadeanos; permaneceremos aquí hasta que Mikadea no se deje ver. Es una forma que tenemos para despedirla —responde Klea con una sonrisa.

—Es estupendo —digo, absorbiendo la majestuosidad del momento.

—Sí, lo es. Se me ocurrió que sería buena idea venir a despedir a Mikadea —interviene Brawn, apareciendo tras mi espalda.

—¿Brawn, también estás aquí? ¿Acaso tú organizaste esto? —le pregunto, sorprendido.

—La idea fue mía, pero Klea la propagó y ahora, como ves —Brawn extiende las manos, señalando a su alrededor—, somos bastantes.

—Pensé que la idea de Brawn era grandiosa y supuse que todos amarían estar aquí —dice Klea con una amplia sonrisa.

—¡Gracias! —responde Brawn, sonriendo gentilmente hacia Klea—. La cantidad de cuerpos celestes que se puede apreciar es alucinante. Cuando la nave inicie su viaje, parecerá que trillones de estrellas fugaces caen a nuestro alrededor. Sin duda será un momento mágico.

—Vamos con Nee, ella está... ¿eh…? ¡Donde se metió! —Klea empieza a buscar a Neefar entre la multitud, su tono lleno de preocupación.

—¿Ya se perdió? —pregunto, intentando seguir su mirada.

—Sí... —responde Klea, su voz ahora más suave y preocupada.

Mientras Klea y Brawn buscan entre la gente, yo intuyo que Neefar debe estar en algún lugar apartado. La conozco bien; no le gusta estar entre la multitud. Si va a disfrutar de algo, lo hará en medio de la tranquilidad. Esa habitación al otro extremo, por ejemplo, es del tipo de lugar donde probablemente encontraría a Neefar.

Voy caminando hacia el lugar, y mientras más me acerco, menos gente veo a mi alrededor. Es un rincón aislado. Al intentar abrir la puerta, noto que tiene el acceso restringido; este es un salón privado, exclusivo solo para la élite. Acerco mi brazalete al control de acceso de la puerta y esta se desliza suavemente. Aquí dentro, entre la suave bruma del jacuzzi, se encuentra una mujer que conozco muy bien...

—¡Kiharu! —es Ashtaria, y su grito está lleno de vergüenza.

Ella está en el jacuzzi, desnuda; intenta tapar sus pechos con las manos, aunque sin mucho éxito. La situación la tiene visiblemente incómoda.

—¡L-Lo siento! —digo, intentando mantener la compostura, sintiendo cómo el calor sube a mis mejillas.—. Es que estaba buscando a N... a Klea —miento, esperando que reaccione con celos—. Voy a buscarla por otro lado.




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