Narrado desde la Perspectiva de Neefar.
El brazalete de Kiharu sigue funcionando, pero él no responde a mis llamados ni a los de ningún miembro de la élite. Debe estar inconsciente. Handul toma entonces el control de la nave de Kiharu, ingresando las coordenadas de la ubicación actual de la nave nodriza. En modo automático y a alta velocidad, la nave sale disparada hacia aquel punto de encuentro.
Ahora que estamos libres de peligro, me veo reflejada en el cristal de la nave y me sorprendo al descubrir un celeste neón en el iris de mis ojos, idéntico al de Kiharu, solo que los de él son verdes. Pero eso no es todo: ¡mi cortada ha desaparecido! No queda ni una cicatriz ni rastro de la herida en mi rostro.
Después de varias horas de viaje por la galaxia, finalmente divisamos la nave nodriza Mikadeana. Al aproximarnos, conectamos de inmediato con el sistema de transmisión de la gran nave, y Yazu no tarda en saludarnos:
—Bienvenidos a todos, ya estoy abriendo la escotilla.
Yazu abre la escotilla y nos da paso a la élite y al resto de la fuerza armada que ha sobrevivido. Estos retornos nunca son motivo de celebración; siempre regresamos con el alma de luto.
—Nos fuimos muchos y regresamos pocos, pero los que hemos vuelto nos hicimos con la victoria. Esto honra a todos los caídos —dice Handul mientras atravesamos el conducto que da al hangar.
—Buen trabajo, equipo —transmite Yazu.
Nos preparamos para descender sobre las plataformas del hangar, dejamos las naves levitando y activamos los cilindros de transportación de materia que compone la zona de evacuación.
—Es bueno estar de regreso... Creo que hemos pasado un día entero sin dormir, estoy muerto —dice Kimku al poner un pie sobre la plataforma.
Mientras toda la élite desciende de sus naves, me dirijo hacia la plataforma donde yace la nave de Kiharu. En el trayecto, activo mi brazalete y me comunico con el equipo médico, informándoles sobre la cantidad de heridos que necesitan atención urgente. Al llegar frente a la nave de Kiharu, siento una presencia detrás de mí y me giro, encontrándome con Polh, quien me ha seguido sin que me diera cuenta.
—Permíteme sacar a Kiharu, Neefar.
—Sí, gracias.
Polh me mira, asombrado, sus ojos fijos en los míos.
—¿Lo de Kiharu es contagioso, o es que heredaste su poder porque él...? —pregunta, su voz llena de incredulidad y preocupación, claramente imaginándose lo peor.
Niego con la cabeza, tratando de mantener la calma.
—No, no heredé su poder, y Kiharu no está muerto —respondo firmemente, tratando de disipar sus temores—. Está inconsciente, pero sigue vivo. Compruébalo tú mismo.
Polh se acerca a la nave de Kiharu, que aún levita sobre la plataforma. Con una expresión de determinación, activa los comandos de emergencia para la zona de evacuación. Un cilindro se activa, emitiendo un brillo cian mientras se prepara para materializar el cuerpo de Kiharu en el exterior.
Esperamos en un silencio tenso mientras el proceso de evacuación comienza. La luz del cilindro intensifica, proyectando sombras inquietas a nuestro alrededor. Mi corazón late con fuerza, temiendo lo peor... No. Sé que Kiharu debe estar vivo, su brazalete aún funciona.
De repente, el cuerpo de Kiharu se materializa en el cilindro de evacuación y, sin más aviso, cae hacia adelante. Polh, con la precisión y fuerza de un soldado entrenado, se adelanta y atrapa a Kiharu en sus brazos. Kiharu parece diminuto y frágil, sus extremidades cuelgan inertes, su rostro pálido pero sereno. Polh lo sostiene con cuidado, sus ojos reflejan una mezcla de preocupación y alivio.
—Está vivo, pero muy débil —informa Polh en voz baja, mirándome con seriedad—. Necesita atención médica inmediata.
Sin perder tiempo, otros miembros de la élite, que habían estado observando en silencio, se acercan para ayudar.
—¿Kiharu estará bien? —pregunta Ashtaria, visiblemente preocupada. Klea está detrás de ella, mordiéndose las uñas.
—Sí, él estará bien. No se preocupen —respondo, tratando de transmitir seguridad.
—Menos mal —suspira Ashtaria, dejando escapar toda la tensión acumulada.
Asiento.
—Un equipo médico ya está en camino, preparados para estabilizarnos a todos —les digo a todos los que me rodean.
—Neefar, necesito explicaciones —dice Handul en un tono severo, sus ojos fijos en los míos—. ¿Por qué pareces tener un poder igual que el de Kiharu y por qué no tienes tu rostro cortado? —pregunta, notando el brillo en mis ojos.
—Prometo contarles todo después, pero primero debemos asegurarnos de que todos estemos bien. Vamos a la enfermería —respondo con urgencia en mi voz.
Miro a Kiharu, sus ojos cerrados, su rostro marcado por la batalla. Se me cristalizan los ojos mientras murmuro:
—Aguanta, Kiharu. Vas a estar bien.
Polh asiente, y junto a la élite, nos dirigimos hacia la enfermería, acompañando al equipo médico que ahora se hace cargo del cuerpo de nuestro amigo y líder. El peso de la misión, las pérdidas y el sacrificio de Kiharu se siente intensamente en cada paso que damos.
La enfermería está iluminada con luces blancas y frías, un lugar impersonal que en este momento se siente como un santuario. El equipo médico se mueve con eficiencia, preparándose para recibirnos. La élite llega, cojeando, con moretones visibles y heridas que requieren atención inmediata. Las expresiones en sus rostros reflejan el agotamiento y el dolor, pero también el alivio de haber sobrevivido.
Polh avanza con el cuerpo inconsciente de Kiharu en brazos, su rostro tenso pero decidido. Entro con él, observando cada movimiento. Al llegar a la puerta de la enfermería, me detengo y me giro para enfrentar al resto de la élite que ha llegado hasta aquí.
—Esperen fuera, por favor. Entrarán cuando los llame —digo, mi voz firme pero amable.
Todos acatan la orden, sabiendo que el bienestar de Kiharu es la prioridad en este momento.