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44. Analizando Tiakam

Estamos inmersos en la exploración de este planeta fascinante. Neefar se acerca hacia las plantas, con su equipo de recolección en mano. La veo agacharse con cuidado, meticulosa en su tarea de tomar muestras de cada especie que encuentra, asegurándose de capturar la diversidad botánica de Tiakam.

Klea se concentra en su tarea, su dispositivo de medición de temperatura en mano. Observa detenidamente los cambios en el clima y en la temperatura del suelo, anotando cada variación con precisión en su dispositivo. Es crucial entender cómo fluctúa el ambiente aquí, cómo varían las condiciones climáticas en diferentes momentos del día.

Ashtaria se centra en los cielos, sus ojos siguen el movimiento de las nubes y de las criaturas voladoras que surcan el aire. Ella capta datos sobre la atmósfera, sobre la trayectoria de las nubes y la brillante estrella, registrando incluso la dirección y fuerza del viento. Cada pequeño detalle cuenta para entender mejor el entorno celeste de Tiakam.

Mientras tanto, Handul se aventura con Polh a explorar los alrededores. Se van caminando con cautela entre los árboles y arbustos del bosque de la zona, observando a las criaturas que habitan esta región. El deber de Handul es interactuar con los seres vivos que encuentre, estudiar sus comportamientos y adaptaciones al entorno. Polh le acompaña, tomando notas de sus observaciones y asegurándose de tener una visión completa de la fauna local. Van los dos juntos porque ya vimos que podemos encontrarnos con especies peligrosas.

Por mi parte, me concentro en explorar en busca de frutos que puedan ser comestibles para los mikadeanos. Recorro los arbustos y árboles frutales, recolectando muestras. Es vital encontrar alimentos seguros y nutritivos que puedan sustentar a nuestra colonia. Me siento ansioso y emocionado a la vez, cada nuevo fruto es una posible fuente de alimento y cada hallazgo es un paso más hacia la supervivencia en este planeta.

Nuestra misión es clara: recoger toda la información necesaria para comprender a fondo esta área de Tiakam. Cada paso que damos, cada dato que recogemos, nos acerca más a establecer un asentamiento seguro y sostenible para nuestra misión.

Después de tantas exploraciones y de darle varias vueltas aTiakam con las naves, llega el momento de regresar a la nave nodriza para descansar y dormir. Nos dirigimos hacia la nave madre, agotados pero satisfechos con la cantidad de datos que hemos recolectado. Al acostarme en mi cama, no puedo evitar pensar en lo difícil que fue resistir las ganas de estar cerca de Neefar. En todo el día no dejé de pensar en ella. La imagen de su sonrisa y la pasión con la que trabaja me acompañaron en cada paso que di.

Al despertar, sabemos que debemos continuar con nuestro trabajo en Tiakam. La emoción de los civiles es evidente mientras presencian nuestra partida. Somos abducidos por las naves de la fuerza armada y salimos disparados por la escotilla de la nave nodriza. Al pisar el suelo de Tiakam, notamos que el clima es más caluroso que el de ayer, demasiado para nosotros; no estamos acostumbrados a tanto calor. Klea hace una nueva medición en la temperatura y lo confirma:

—Las temperaturas son más altas que ayer.

—Bien, hagamos esto rápido. No es bueno quedarse tanto tiempo con radiaciones tan fuertes —añade Handul.

Todos regresamos a nuestras labores. Esta vez, Neefar decide adentrarse en la selva para explorar una mayor diversidad de plantas. Handul me ordena que no la deje sola y que la acompañe, indicando que también sería bueno que yo explorara esa zona. En esa selva, es mejor ir acompañado, como hicieron él y Polh ayer.

—Yo puedo ir sola, Handul... Sé defenderme de seres de tan bajo nivel evolutivo.

—No, Neefar. Vas a ir con Kiharu. Es cierto que son de nivel bajo, pero la fuerza bruta mezclada con la rabia puede ser peligrosa. Y ya vimos ayer que hay especies veloces que pueden ser un problema.

Neefar suspira, pero asiente. Entiendo que prefiera no tenerme cerca: estamos intentando mantener distancia para no complicar nuestra relación con sentimientos románticos más intensos. Aun así, sé que Handul tiene razón. Debemos estar juntos dentro de la selva, y nunca me perdonaría si algo le llegara a pasar a Neefar y yo no estuviera allí para ayudarla.

Nos adentramos en la selva, la temperatura nos sofoca y, dentro del casco, el sudor corre por nuestras frentes. A pesar de la tensión, trato de mantener la conversación ligera.

—¿Qué crees que encontraremos hoy? —le pregunto a Neefar, tratando de romper el hielo y hacer que se sienta más cómoda.

—Espero encontrar algunas especies nuevas —responde, con un tono más formal de lo habitual, mientras se abre camino entre la maleza—. Esta selva parece tener una biodiversidad increíble.

Caminamos en silencio por un rato, concentrados en nuestra tarea. Neefar se detiene cada tanto para tomar muestras, y yo, mientras recojo algunos frutos, no dejo de vigilar nuestros alrededores, alerta ante cualquier peligro potencial. A pesar de la tensión, la selva está llena de maravillas que nunca habíamos visto. Neefar trabaja con determinación, y yo me esfuerzo por estar atento a su seguridad.

De repente, escuchamos un ruido extraño en la espesura. Ambos nos quedamos quietos, atentos.

—¿Lo escuchaste? —me pregunta Neefar en un susurro.

—Sí, mantente cerca —le respondo, listo para enfrentar cualquier amenaza.

Nos movemos con cautela hacia el origen del sonido, cuando de repente, vemos a unos seres parecidos a los tiakamitas, aproximadamente cinco, trepados en los árboles. Están arrancando los frutos de las ramas y lanzándolos hacia nosotros. Las frutas vuelan en todas direcciones, obligándonos a esquivarlas.

—¡¿Qué...Qué les pasa?!... ¿Serán crías de los tiakamitas? —pregunta Neefar, mientras retrocedemos y esquivamos los disparos.

—No lo creo, parecen ser otra especie, quizás menos inteligente —le respondo, viendo como una fruta pasa rozando mi casco.




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