—¿Tienes miedo?
—¿De qué?
—De que, cuando abra los ojos, descubra que ya no te ama.
—Ashtaria, confío en los sentimientos de Kiharu.
¿Neefar? Sí, esa es tu voz…
—Espero que sea sincero contigo. No le perdonaría que te mintiera.
Ashtaria… también estás en mi cabeza…
—¿Crees que no puede volver a enamorarse? Además, tú estás con Handul. Mi relación con Kiharu ya no te concierne.
—Ya conoces mi historia con Kiharu, sabes que no me interesa románticamente. Y, además, mi relación con Handul terminó hace poco.
Las palabras de Ashtaria reverberan en mi mente. Al escuchar el nombre de Handul, un torrente de emociones me invade: mi corazón late con fuerza y furia. Los monitores de ritmo cardíaco empiezan a emitir señales frenéticas, y en segundos, el sonido de alerta se intensifica.
—¡Kiharu! —exclaman ambas mujeres al unísono.
Una luz cegadora hiere mis ojos, obligándome a mantenerlos cerrados mientras siento los aparatos conectados a mi cuerpo desprenderse, provocando leves dolores al extraer las agujas de mi piel. Este dolor y la aceleración de mi corazón me hacen comprender que aún estoy vivo.
Siento las manos de ambas chicas sobre mis hombros y brazos, tratando de calmarme mientras me encuentro en la confortable y fría camilla metálica.
—¡HANDUL! —grito con furia, esforzándome por abrir los ojos.
—Tranquilo, estoy aquí —mi visión se enfoca en la silueta de cabello ondulado que se perfila a lo lejos. Solo ella podría brindarme tal calma.
Sin esfuerzo alguno, Neefar estabiliza mi cordura. Su voz relaja mis pulmones y me devuelve a la normalidad; es como un bálsamo para mí.
—Te amo, Neefar —es lo primero que pronuncio al verla.
—Lo sé, yo también te amo —responde con lágrimas deslizando por sus mejillas—. Estoy feliz de que hayas regresado, de que estés vivo.
Cuando nuestros ojos se encuentran, mi mundo se enfoca solo en ella: en su sonrisa, en sus brillantes ojos celestes. Me alegra saber que, a pesar de todo, lo nuestro sigue intacto.
—Ya no tengo el poder…
—Lo sé, ahora lo tiene tu hermano. Tuvimos suerte de que Trox no se quedara con él.
—¿Trox? —pregunto, confundido—. ¿Qué tiene que ver Trox en todo esto?
—¿No lo recuerdas? —Ashtaria está del otro lado de la camilla. Al verla, recuerdo que la última vez que la vi estaba inconsciente sobre el suelo.
—¡Ashtaria, ¿estás bien?! —trato de levantarme, pero ambas me sujetan con firmeza.
—Sí, tranquilo —responde, su mirada inquieta—. Después de que Handul se quedara con el poder, atacó a Trox, quien huyó. ¿Recuerdas que fue Trox quien nos atacó?
—No… fue…
—Fue Trox —su tono es firme y convincente.
—No recuerdo que fuera así…
—Bueno —Neefar pasa sus dedos por mi cabello—, probablemente la contusión cerebral afectó tu memoria. Poco a poco recuperarás tus recuerdos.
Recuerdo cada detalle con claridad: mi hermano me mató, atravesó su punzón metálico en mi pecho y adquirió mi poder. Pero, por alguna razón que aún no comprendo, Ashtaria parece estar protegiéndolo.
Un momento… sé cuál es la razón. Es amor.
Parece que no puede traicionar a Handul, no puede ir en contra de él, ya que es la persona que siempre ha amado. Seguro lo perdonó y no le importó lo que él me hizo… Me siento profundamente decepcionado.
—¿Quieres que hablemos de esto más tarde? —pregunta Ashtaria, y no creo que su preocupación sea por mí.
—Está bien…
—Descansa por ahora y ponte al tanto de todo —dice Ashtaria, mientras Neefar le asiente.
—No te preocupes, yo me encargaré de eso —responde Neefar con determinación.
Ashtaria asiente y luego vuelve su atención hacia mí para decirme.
—Me alegra tenerte de vuelta, Kiharu. Ahora me siento más tranquila —su sonrisa refleja el alivio que siente.
Siempre vi a Ashtaria como una estrella inalcanzable, pero ahora, al mirarla, me parece más una nebulosa en el cielo: dispersa, desentendida, sin un núcleo definido. Quien intente adentrarse en ella podría perderse en su vastedad, como me ocurrió a mí.
Ashtaria me sonríe con compasión, luego se da media vuelta y cruza la puerta de la habitación, dejándome solo con Neefar en un lugar que apenas reconozco, con mi mente hecha un caos. Todo es tan desconcertante.
—¿Dónde estamos? —pregunto, llevándome las manos a la cabeza, aún aturdido por el dolor.
—Estás en el salón de maduración, donde se conservan los cuerpos tratados con Zenfrex. Es parte del Dominio Élite.
—¿Han terminado con el asentamiento?
—Sí.
—¿Cuántos días han pasado? —pregunto mientras empiezo a incorporarme lentamente, con la cabeza dando vueltas.
—Siete días —responde Neefar, sosteniéndome del brazo y ayudándome a sentarme—. Siete largos días en los que estuve aterrorizada y desesperada, sin saber si volverías o no.
Una vez sentado al borde de la camilla, aprovecho su apoyo para atraerla hacia mí y abrazarla con fuerza.
Ella aprieta su rostro contra el mío, como si quisiera hundirse en mi piel, sin limitaciones ni reservas. No hay poderes que nos hagan dudar de nuestros sentimientos; esa fragancia que se desprende de su piel huele al amor de mi vida.
Me ha dado un beso con una clara esencia a verdadero, suave, tierno, delicado y retumbador, de esos que dejan eternos recuerdos vibrantes en tu mente.
—¿Quieres ir a descansar? —me pregunta, aún muy cerca de mí.
—Quiero pasar este día contigo… no solo este día, toda mi vida.
Mientras caminamos por los pasillos del Dominio Élite, varios Mikadeanos se me acercan y me saludan, dándome la bienvenida. Al parecer, les han informado a todos que estuve de viaje a Mikadea; nadie sabe que me mataron y regresé a la vida. Solo la élite conoce lo que realmente ocurrió con el supuesto Trox.
Al salir del Dominio, me encuentro en la cima de una gran escalinata, frente a unas perfectas edificaciones de ladrillo y arcilla, réplicas exactas de los diseños arquitectónicos de Polh. Aunque no se parecen en nada a las construcciones de Mikadea, es comprensible en otro planeta con un clima diferente. Aquí, las estructuras deben adaptarse a las condiciones únicas de este mundo.