Antes de que toda la élite salga de la sala de reuniones, Handul se dirige a Kimku con una orden firme y autoritaria.
—Kimku, asegúrate de notificar a todos los mineros que se retomarán las labores inmediatamente. Infórmales sobre las nuevas medidas de seguridad: los turnos serán más cortos y habrá más refrigerios.
Kimku asiente y se pone en marcha para cumplir la directiva. La noticia se esparce rápidamente por el asentamiento, creando un ambiente cargado de tensión y descontento entre los mineros. Muchos no están de acuerdo con la decisión, pero se ven obligados a aceptar, conscientes de la importancia de cumplir con las expectativas del gran Halu, que está por llegar pronto.
Después de recorrer el Dominio Élite y saludar a los mikadeanos que trabajan en este lugar, decido dirigirme a mi habitación. La curiosidad me impulsa a conocer el espacio que será mi refugio durante mi estancia en Tiakam. Al abrir la puerta, me encuentro con una sorpresa inesperada.
La habitación está decorada de una manera que parece familiar, como si hubiese sido diseñada especialmente para mí. Los detalles son precisos y el ambiente está impregnado con mi toque personal: las telas satinadas y suaves que tanto disfruto sentir, y la comodidad de los muebles, que siempre ha sido crucial para mí. Me detengo un momento para observar la cocina. Las tazas están dispuestas en un orden meticuloso, clasificadas por color en lugar de tamaño. Este arreglo peculiar me recuerda una conversación que tuve con Neefar hace tiempo. Recuerdo que ella mencionó su preferencia por organizar las cosas por color, un detalle que nunca habría olvidado.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro al darme cuenta de que Neefar ha sido quien decoró la habitación. El gesto es tan personal y considerado que me llena de una cálida sensación de cariño. Me acomodo en la habitación, sintiendo que, a pesar de las tensiones externas, un pedazo de su presencia me acompaña en este lugar.
Después de un reconfortante descanso, los trabajos en las minas continúan. Pasan varios días con la preocupación constante de que pueda surgir otra revuelta, ya que muchos mineros aún no están del todo satisfechos, especialmente porque el calor sigue siendo intenso. Lo importante es que no ha habido bajas, y el oro sigue llegando a los almacenes. La solución propuesta por Ashtaria ha demostrado ser efectiva mientras buscamos una solución más duradera. La veo a la distancia, observando el movimiento de las nubes junto a Klea. Me recuerda que aún tengo una conversación pendiente con ella, una que he pospuesto debido a lo ocupado que hemos estado con las minas y la reciente ausencia de Handul, lo cual me ha ayudado a mantenerme más sereno.
En media tarde, me dirijo hacia el Dominio Élite porque Handul ha invocado una reunión con la élite para analizar los últimos informes mineros. El objetivo es asegurarnos de que la nueva rotación de turnos y el aumento en los tiempos de descanso no estén afectando la productividad. Debemos continuar recibiendo la misma cantidad de oro. Una vez toda la élite está sentada en la gran mesa del salón, Handul enciende su tableta holográfica y al instante las pantallas holográficas se despliegan frente a él.
—Vamos a revisar cómo ha estado funcionando la nueva rotación de turnos y los tiempos de refrigerios —comienza Handul, analizando los resultados de los informes, mostrando aquel rostro serio que le caracteriza—. Estos resultados se ven muy bien, parece que todo marcha en orden.
Klea asiente, también observando los datos en su pantalla holográfica.
—Los resultados son positivos —informa—. No hemos tenido bajas y la cantidad de oro sigue siendo la esperada.
—Eso es un buen indicio —comenta Ashtaria—. Sin embargo, los obreros aún no parecen estar del todo contentos. El calor sigue siendo un problema.
Klea toma la palabra nuevamente.
—De hecho, creo que les falta algo de diversión. Un poco de distracción podría levantarles el ánimo.
La idea me parece brillante.
—¿Qué les parece si adelantamos el baile ceremonial? —propongo—. Podemos hacer que coincida con la llegada del gran Halu. Así, también celebramos su arribo.
La propuesta se somete a votación y todos están de acuerdo.
—Me parece una excelente idea —dice Kimku—. De esta manera, no solo mantenemos el espíritu festivo, sino que también mostramos que estamos comprometidos con el gran Halu.
—Estoy de acuerdo —añade Handul—. Un evento como este sin duda elevará el ánimo de todos.
La decisión se toma rápidamente. Enviamos la notificación a todos los mikadeanos, tanto del asentamiento como de la nave nodriza.
—El anuncio se hará de inmediato —confirmo—. Todos deben estar al tanto del cambio y de la nueva fecha para el baile.
Antes de terminar la reunión, enviamos la notificación a todos los mikadeanos, tanto a los del asentamiento como a los de la nave nodriza. Una vez salimos de la reunión, en los pasillos del Dominio Élite se siente un ambiente lleno de entusiasmo. La llegada del gran Halu y la celebración programada elevan el ánimo de todos, preparándolos para el próximo evento con renovada energía y expectación.
Por fin ha llegado el día del arribo del gran Halu. La brisa nocturna es fría y constante, y el cielo estrellado se complementa con un satélite que brilla con una plateada luminosidad. Es una noche perfecta, y el gran Halu estará arribando al asentamiento en pocos minutos. Afortunadamente, todo está listo para su bienvenida.
Me encuentro dentro de una amplia tolda de nanopartículas de tela negra, extendida frente a las escalinatas del Dominio Élite. Bajo la tolda, decenas de lámparas de piedra con tallados huecos iluminan el espacio. El fuego que arde dentro de las piedras se filtra a través de los orificios, creando una lluvia de pequeños puntos dorados sobre nuestras cabezas.
En un extremo de la tolda, se extiende una larga mesa cubierta con una gran variedad de comidas y bebidas. En el otro extremo, se encuentra el área destinada a la danza ceremonial, la parte más esperada por todos. Aquí, los hombres hacen propuestas a sus mujeres, con la esperanza de compartir una vida eterna juntos... Sí, esta noche, frente a todos, haré una propuesta a una hermosa mujer de cabellos ondulados y ojos neones. Desde aquí, la observo mientras contempla el cielo nocturno, esperando alguna señal de la nave del gran Halu. Ella aún lleva la cinta negra con la que amarré su cabello aquella vez, y los recuerdos de ese momento regresan a mi mente con una profunda nostalgia.