La losa que se alza sobre mi cabeza tiembla violentamente, causando que grandes grietas se abran y derramen polvo por todo el recibidor del Dominio Élite. La batalla en el piso de arriba debe ser brutal. Con mi supervelocidad, salgo corriendo hacia las escaleras y comienzo a subir con desesperación. Al llegar al segundo piso, avanzo con cautela por el largo pasillo del área administrativa. El estruendo que escucho parece provenir del fondo, desde una de las habitaciones.
Reactivo mi supervelocidad, pero esta se incrementa de manera descontrolada, impulsada por una fuerza que no puedo controlar. Siento que mi velocidad se dispara, y la siguiente cosa que sé es que me estrello contra la pared que separa el salón de reuniones. La fuerza de Neefar es sorprendente; me aplasta contra la pared con una intensidad que me deja inmovilizado.
—¡Ne-Neefar! —grito, luchando por resistir la presión que me somete. Mi presión arterial aumenta y mi cuerpo comienza a enrojecer.
Para liberarme de esta compresión, despliego cuatro extremidades metálicas desde mi espalda y comienzo a perforar la pared de arcilla. No pasa mucho tiempo antes de que la pared se desprenda de la estructura del edificio y salga volando junto conmigo y todo lo que está a mi alrededor. Me encuentro viajando descontrolado en medio de la habitación, y paso cerca de Handul y Kimku, quienes están clavados en el suelo por varias de sus extremidades metálicas. Mientras los veo luchar contra la gravedad, siento que mi cuerpo se adentra en un torbellino de diminutas y afiladas partículas metálicas. Mi traje metálico dorado chispea con el impacto de estas partículas afiladas, y el pedazo de pared frente a mí se convierte en polvo.
De repente, algo me sujeta por la cintura. No logro entender qué está pasando. Giro la mirada en busca de aquello que me sostiene frente a la fuerza de gravedad… ¡No! ¡No debería estar aquí!
Ashtaria está en el área de batalla, y a su lado está Rauzet. La encuentro resistiendo la gravedad con sus extremidades clavadas alrededor del hueco que hice en la pared, mientras Rauzet, al igual que los demás, está sujetado al suelo.
—¡Lo siento, Kiharu! Ashtaria despertó y desapareció de mi vista. ¡No sé dónde está! —grita Rauzet con angustia. No se da cuenta de que Ashtaria está justo a su lado. Parece que Ashtaria está controlando su mente para que no note su presencia, y además, utiliza un gran látigo metálico para sostener mi cuerpo.
Vuelvo mi mirada hacia el origen de la fuente gravitatoria. Neefar tiene a un crooler sujeto por el cuello con sus manos descubiertas. La sangre se derrama profusamente del cuello de su rival y se desliza por la manga metálica de su nanotraje, goteando hasta sus codos. Neefar está destrozando su cuello. Su oponente ya debería estar muerto.
—Fuiste un gran rival —gruñe Neefar con desprecio.
La fuerza de gravedad disminuye drásticamente, haciéndome caer al suelo. Me siento exhausto, sin fuerzas para continuar una batalla que aún no termina, y el caos afuera continúa con demasiados croolers.
Desde el suelo, veo cómo Neefar desecha el cuerpo sin vida, lanzándolo a un rincón de la sala, y luego se deja caer de rodillas, agotada y con la respiración entrecortada.
—Neefar —trato de acercarme a ella, pero el látigo que aún me mantiene atrapado me lo impide. Esto me recuerda a Ashtaria. Giro la mirada y la veo, con la venda que cubre parte de su cabeza empapada en sangre—. Ashtaria, ¿qué estás haciendo aquí?
—No te preocupes, estoy bien —responde, aunque su voz revela que no es así. Ella está tambaleándose.
—Así que tú también estabas aquí… —Rauzet la sostiene del brazo, cruzándolo detrás de su cuello para sostenerla.
Ashtaria deja ir sus fuerzas y cae desmayada en los brazos de Rauzet.
—¡ERES UN INEPTO! —grita Handul con furia—. ¡Te dejé a cargo y mira el caos que has permitido!
No tengo respuesta, porque tiene razón… Debería haber controlado la situación.
Handul se levanta del suelo y se dirige a donde está Neefar, le extiende la mano y, aunque vacila, ella finalmente acepta su ayuda. Handul la ayuda a levantarse, la toma por la cintura y cruza su brazo detrás de su cuello para sostenerla.
—Tranquila, regresaremos a la nave nodriza y podrás descansar allí.
«¡¿Cómo se atreve a tocarla?!». El neón que destella entre sus miradas me revuelve el corazón.
Me levanto tambaleante y trato de avanzar con pasos firmes hacia ellos. Agarro el otro brazo de Neefar y, al igual que Handul, la cuelgo tras mi cuello. Agarro la muñeca de mi hermano y, con brusquedad, la aparto de la cintura de Neefar.
—Yo me encargaré de ella, tú ve a ayudar a Rauzet con Ashtaria —le digo a Handul. Luego me dirijo a Neefar—. ¿Estás herida? —ella niega con la cabeza.
—¿Vas a ayudarla o Neefar a ti? —pregunta Handul con un cinismo desagradable. Luego suelta el brazo de Neefar y se dirige a ayudar a Rauzet.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —pregunta Rauzet.
—No es momento para charlas. Debemos regresar a todos los mikadeanos a la nave nodriza —dice Handul, mientras agarra el cuerpo de Ashtaria con un brazo y activa el sistema de transmisión con el otro—. Esto es urgente: todos los mikadeanos deben regresar a la nave nodriza de inmediato. La misión queda suspendida hasta nuevo aviso. La élite se reunirá y tomará las medidas necesarias para reanudarla más adelante.
Al salir por uno de los balcones del dominio élite, vemos como miles de naves sobrevuelan el fuego desatado por todo el asentamiento. El atardecer es adornado con las luces amarillentas que producen los portales de abducción y por el brillo metálico que conforman las naves, varias de estas se levantan y en un par de segundos se pierden tras las rosáceas nubes. Otras naves se posicionan sobre las cabezas de los miembros de la élite, Rauzet es el primero en activar la zona de abducción, se acomoda bajo el portal y luego es abducido hacia la cabina de la nave, abre el compartimiento que se sitúa en la parte inferior y con esto le permite que Handul deje el cuerpo de Ashtaria en su interior. El cuerpo es asegurado, Rauzet no pierde el tiempo e inmediatamente sale disparado directo hacia la nave nodriza.