Zenfrex - El Poder De Mantenerte Con Vida

96. Post guerra

La velocidad a la que viaja la nave de la fuerza armada es imprudente. Estoy rodeando el exterior de la nave nodriza, fuera en el espacio. Sin embargo, mantener el control a esta velocidad requiere habilidades que van más allá del nivel experto. La curva que tuve que tomar estuvo a punto de estrellarme contra la estructura que conecta con la fuente de poder de la nave nodriza, obligándome a reducir la velocidad para evitar un accidente. Trato de recuperar rápidamente la trayectoria trazada y, mientras lo hago, siento la fuerte atracción emocional producto de nuestras singularidades, la cual me hace llegar diez segundos antes de que su cuerpo comenzara a hincharse por la falta de presión en el espacio exterior.

Reduzco la velocidad para evitar un choque brusco y abro el compartimiento ubicado en la parte inferior de la nave. Desde la pantalla de los controles localizo el cuerpo de Ashtaria y me dirijo hacia ella.

—¡Te tengo! —exclamo aliviado al ver que su cuerpo ya está en el compartimiento de estabilización térmica, descanzando sobre las bolsas de aire.

Desde los controles de la nave, reviso los signos vitales de Ashtaria. Está bien; su corazón sigue latiendo, aunque su cuerpo está congelado. Sin embargo, el sistema térmico de la cabina está ajustando su temperatura, así que no es motivo de preocupación.

Activo el sistema de comunicación de la nave y contacto a Rauzet, quien debe estar ocupándose de mi hermano, de Trox y de todos los mikadeanos malheridos.

—Rauzet, ¿todo bien en la nave nodriza? —pregunto mientras empiezo a girar para regresar.

—Sí, Kiharu. Brawn está poniendo orden con esos yowtas que aún permanecen en la nave.

—Genial… Eh… ¿Y el cuerpo de Handul?

—Estoy implantando la cabeza al cuerpo —dice Rauzet con un corto silencio y un suspiro melancólico—. Kiharu, lamento mucho lo de tu hermano.

Recordar a Handul en su posición frente a la élite, portando aquel sable que solía crear, me provoca un nudo en la garganta.

—Gracias, Rauzet.

No puedo evitar sentir tristeza por Handul. A pesar de nuestras diferencias y rivalidades, y a pesar de que él llegó a asesinarme, nunca desearía su muerte. Recuerdo su rostro de gratitud y su sonrisa inevitable cuando le regresé la vida a la mujer que amaba. Recuerdo su orgullo al verme vencer al Phoenix de cola de acero y también su furia al enterarse de mi aventura con su esposa. Me duele saber que también le hice daño.

«Nos hicimos daño, hermano…»

Después de estacionar la nave en la plataforma de despegue, abro la compuerta del compartimiento y salgo por la zona de evacuación de la nave.

—Kiharu… —es la voz de Ashtaria. La busco con la mirada y la encuentro de pie, fuera de la nave de la fuerza armada, cubriéndose el rostro con las manos y quejándose de dolor.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué tienes?! —me acerco rápidamente y le aparto las manos del rostro, encontrando sus labios hinchados y llenos de ampollas. Ella abre los ojos para mirarme, y sus ojos neones están irritados y enrojecidos.

—No puedo ver bien, Kiharu… Me arde la vista —dice, volviendo a cubrirse el rostro con las manos—. Y también la boca.

—Maldición…

—Fue horrible... Sentí como me hervía la saliva y las lágrimas —responde sollozando.

Sin pedir permiso, la cargo en mis brazos y salgo corriendo a gran velocidad. Vamos rumbo al centro médico de la nave nodriza.

Llego frente a la puerta, que se abre automáticamente.

—¡Rauzet! —entro con la misma rapidez con la que llegué y me detengo frente a una de las camillas—. ¡Ashtaria necesita atención urgente! —la dejo sobre la camilla.

—No te preocupes, yo me encargo —responde Rauzet, dirigiéndose a una de las asistentes—. Gititi, necesitamos regular su presión arterial y aliviar las quemaduras en su boca.

Gititi asiente y corre al almacén para recoger los medicamentos. Rauzet la sigue y me deja a solas con Ashtaria, mientras los cuerpos sin vida de Handul y Trox permanecen detrás de nosotros.

—Ashtaria, estarás bien. Ahora debo ir a…

—¡NO! —me toma de la mano con firmeza, su piel fría y temblorosa—. No te vayas, por favor —su tono es trémulo—. Siento mucho miedo…, casi no puedo ver nada, pero si escucho tu voz, me sentiré mejor.

—Ashtaria… —las palabras se me quedan atoradas, no sé qué decirle.

—Ashtaria —Rauzet se acerca con varios frascos de ungüentos—. Lo que sientes es debido a la inestabilidad de tu presión arterial, es un ataque de ansiedad que pronto se calmará, te lo aseguro.

Ashtaria niega con la cabeza, visiblemente asustada. La experiencia en el espacio exterior sin traje debe haber sido aterradora. Creo que es la primera mikadeana que sobrevive a algo así.

Pongo mis manos sobre las suyas para brindarle algo de calidez, acerco mi rostro y me fijo en sus ojos neones amarillos.

—Confiaste en mí, y estoy muy agradecido por eso —susurro para darle un poco de tranquilidad—. Ahora yo confío en ti. Sé que puedes superar este miedo, porque sabes que nunca te dejaré sola. Te prometo que volveré pronto.

—¿Y si cierro los ojos y me teletransporto de nuevo al espacio exterior? —su cuerpo tiembla por un escalofrío.

—No, Ashtaria… Sé que puedes controlar tu mente. Recuerda, solo tú decides hacia dónde ir.

—Ashtaria, ¿qué tal si te hago dormir mientras tu mente y tu cuerpo se recuperan? —sugiere Rauzet.

—Creo que estaría bien —Ashtaria, aún temerosa, empieza a ceder.

—Estarás bien, Ashtaria —le sonrío y suelto sus manos.

Ashtaria asiente dudosa, cierra los ojos, se acomoda en la camilla y respira hondo para calmarse. Hago un gesto de aprobación a Rauzet y luego salgo del centro médico. Tengo asuntos urgentes, como encontrar a Neefar.

Mientras avanzo por uno de los pasillos de la nave nodriza, veo a los miembros de la fuerza armada arrastrar a varios yowtas apresados. La tripulación parece que pronto volverá a la normalidad. Aunque el conflicto puede retrasar la misión por varios días, es un tiempo perdido que no afecta mucho.




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