Zignum Meiga Entre las dos caras de la luna

Capítulo 22 Los niños que lloran

La multitud enardecida, cegada por el odio que los consumía, igual que la casa de Gema que ardía con el fuego que iluminaba aquellos rostros coléricos. Pronto Gema y yo fuimos rodeados por más de una docena de personas hostiles sedientas de venganza.
-¡Agárrenlos! ¡Quemen a los malditos dentro de la casa!-. Imprecaron los lugareños.
De 30 pasaron a ser 50 personas.
Pensé en la 9mm cargada que yacía dentro de la funda de portación oculta bajo mi chamarra negra, pensé en hacer uso de mis habilidades de defensa personal; sin embargo, no quería aplicar ninguna fuerza que implicara lastimar a inocentes que sólo intentaban defender sus hogares.
La horda iracunda se abalanzó con violencia sobre nosotros. Tanu se abrió paso entre ellos y se interpuso en su camino, mostró sus dientes en un gruñido amenazante en nuestra defensa y comenzó a ladrarles a todos.
-Quieto amigo-. Intenté tranquilizar a Tanu. La gente se detuvo y retrocedió sólo un poco esperando avanzar nuevamente, ya que el enojo vengativo parecía más fuerte y obstinado que el miedo a ser mordidos por un perro. Yacían firmes en su decisión de deshacerse de nosotros. Gema parecía más preocupada por proteger lo que llevaba bajo el brazo que proteger su propia vida. De repente, la música de un violín resonó detrás de la muchedumbre, las bellas notas llegaron hasta sus oídos y llamó la atención de los lugareños. Cada uno de ellos miró por detrás apartando la vista de nosotros para dirigirla al origen de la bella melodía. La violinista tocaba talentosamente una triste pero hermosa música, tan hermosa como lo era ella. Aquella violinista con gafas rosas era Miyuki. Miyuki intentaba distraerlos de su desbordante furia. En ese preciso instante, un auto gris apareció en una maniobra brusca que amenazó por atropellar a quien no se apartara de su camino, y se detuvo por unos segundos cerca de nosotros, enseguida la puerta trasera del lado derecho se abrió y una mujer con el rostro cubierto con un velo negro nos gritó que entráramos rápido si no queríamos ser linchados, y sin más opciones, que aceptar su propuesta, entramos de inmediato. Apenas entramos el auto arrancó. El conductor era un hombre encapuchado con un cubre bocas color negro y con una túnica color café que ocultaban su identidad, enseguida saqué mi arma y apunté detrás de su cabeza y le ordené que dejara subir a Miyuki al auto. El misterioso conductor acató mi orden y se detuvo cerca de Miyuki quien enseguida cargó con su violín el cual había apresurado en meter dentro de su estuche para entrar rápidamente en el asiento del copiloto. La horda frenética se abalanzó enfurecida contra el auto. El vehículo arrancó dejando atrás al tumulto de gente que no pudo hacer nada más que mirar cómo se alejaba el auto de ellos con nosotros adentro.
-La próxima vez sólo di por favor. ¡Y ahora baja esa arma que hay una menor a bordo!-. Espetó el hombre encapuchado.
-¡Ya te dije que no soy ninguna niña!-. Replicó la mujer de negro que estaba a lado de Tanu descubriéndose el velo y revelando el rostro de una jovencita de entre unos 15 o 17 años de edad.
-Pues no actúas como una persona adulta. Te recuerdo que si no hubiera ido por ti, en estos momentos estarías en prisión por no decir algo mucho peor. Lo siento Zulia pero suficiente tuve con la pérdida de tu hermano. No soportaría perderte a tí también... Y por favor cúbrete el rostro. Todavía no es seguro mostrarnos en público-. Habló el encapuchado.
-Ulysses ya baja el arma, los conozco. Son amigos míos-. Habló Gema.
-Perdón, yo no...-. Intenté disculparme.
-Con un gracias es más que suficiente-. Contestó el encapuchado.
- Dōmo arigatō-. Dijo Miyuki con una dulce sonrisa.
-¿Y tú dónde estabas?-. Le cuestioné a Miyuki quien enseguida volteó a verme con una sonrisa pícara.
-Onii-chan, ¿creíste que me había ido? Sabes que nunca te abandonaría. Menos ahora que todo se ha tornado tan peligroso-. Dijo Miyuki frunciendo el ceño. Enseguida Tanu soltó un pequeño ladrido.
-Hola Tanuki. ¿Cómo te ha tratado este gruñón?-. Le dijo Miyuki a Tanu.
-Pero ¿cómo nos encontraste?-. Le cuestioné nuevamente a Miyuki.
-Aquél tipo falleció en la madrugada, quise avisarte pero no contestabas el celular, regresé al hotel para esperarte ahí pero las horas pasaban y no sabía dónde estabas. Salí a buscarte, pero después de tanto caminar y no hallarte, comencé a perder la esperanza. Cansada de tanto andar, entré a una tienda de instrumentos musicales donde compré este lindo violín. Al salir, quise regresar al hotel, pero fue entonces que escuché aquella explosión y corrí guiada por la luz de las llamas y el humo, pensando que tal vez podría ayudar a alguien que se encontrara en peligro. Cuando estuve cerca, vi a Tanuki corriendo hacia mí. Y como si quisiera que lo siguiera, corrió de nuevo perdiéndose entre una multitud de gente que parecía furiosa a punto de lastimar a alguien, y me dio la impresión de que ese alguien eras tú. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue tocar el violín para llamar su atención. Lo que sucedió después ya lo sabes.
-Hiciste algo muy valiente-. Ovacionó el encapuchado a Miyuki.
-O mejor dicho algo muy estúpido al exponer de esa forma tu vida-. Dije con tono de desaprobación.
-¿Quién es el que estuvo a punto de ser linchado?-. Replicó Miyuki.
-Sabes Miyuki, a veces puedes ser muy cruel-. La remedé.
-Esta chica es muy simpática-. Dijo el encapuchado con tono de burla.
-Entonces dime ¿Qué sucedió Gema?-. Cuestionó el encapuchado con tono serio.
-Seguramente fueron ellos. No tengo la menor duda. Aunque no tengo idea de cómo me encontraron.
-Creo que tienes razón Gema. Los incendios que han ocurrido en diferentes localidades del lago, al parecer ninguno fue hecho al azar. Además de que no poseías ninguno de esos terribles cuadros. Seguramente fueron los que tú dices-. Aseguró el encapuchado.
-¿A qué se refiere? ¿Cree que haya habido un modus operandi? ¿Cómo empezó todo esto de los incendios? ¿A qué cuadros se refiere?-. Inquirí.
-Verá amigo... Todo empezó con las casas hogar para menores en situación de calle. El voraz incendio en un orfanato de la ciudad acabó con la vida de todos los menores.
Luego siguió en las escuelas y guarderías donde lamentablemente también hubo víctimas infantiles. Después de la época más violenta del conflicto armado interno que hubo en todo el país alrededor de Sololá Guatemala, las víctimas de desapariciones forzadas que iban dirigidas especialmente a estudiantes y a grupos sindicalistas, sirvió como cortina de humo para actuar sin que nadie notará lo que ocurría bajo las aguas en el marco de la guerra. Seguidamente se iniciaron las exhumaciones de huecos llenos de huesos humanos que aparecieron en antiguos campamentos militares donde fue el escenario de múltiples ejecuciones. Guatemala grita por una multitud en silencio en la solitaria búsqueda de los desaparecidos en la guerra, y sobre la escena aún flota una pregunta que nadie se atreve a hacer: ¿cómo cerrar el duelo inconcluso de la guerra si no sabes sobre qué cuerpo llorar tu dolor? A pesar del enorme empeño que nosotros los indígenas hemos puesto a la búsqueda de los familiares desaparecidos, sabemos que lo nuestro es una paz a medias. Y aún al día de hoy somos excluidos y amenazados.
Y después del terremoto, muchas más personas desaparecieron, incluso niños fueron desapareciendo en el transcurso de los años, aprovecharon la ola de desapariciones ocasionadas por la guerra y por el terremoto para actuar. Jamás se supo si alguno de los niños desaparecidos pertenecía a uno de los cadáveres calcinados de los anteriores incendios, pues curiosamente todos los cuerpos carbonizados resultaron imposibles para su identificación.
Después de miles de muertes y de desapariciones a inocentes, la balanza se inclinó para el otro lado. Las casas de los magnates y políticos comenzaron a ser blanco de los incendios. Como si los incendiadores no fueran los mismos. Como si se hubiera llevado a cabo una especie de venganza por las infantiles víctimas y por los desaparecidos. No sabría decir que está pasando, pero puedo afirmar que lo que atentó contra la casa de Gema no tiene nada que ver con lo anterior mencionado.
-Entiendo... ¿Y qué quiso decir con aquello de los cuadros?
-¿Usted cree en las leyendas?
-La verdad ahora ya no sé en qué creer. Me gustaría saber hacia dónde nos dirigimos ahora.
-Vamos a San Juan la laguna. Claro que no es el típico lugar para relajarse y descansar como uno de esos lugares que suelen visitar viajeros como tú y tu amiga, con centros de meditación, yoga y masajes, pero servirá para proteger nuestras cabezas de la gente mala. Por cierto, dime hija mía ¿Dónde aprendiste a tocar el violín?.
-Mis padres contrataron a una institutriz para que me enseñara de niña. Luego me enviaron a uno de los colegios más prestigiosos de música en Francia, querían que desarrollara una carrera profesional en las mejores orquestas del mundo. Pero preferiría mejor no hablar de eso-.
El auto aparcó junto a un camino escabroso hecho de piedras, el cual tuvimos que recorrer a pie durante quince minutos para llegar a un pequeño río el cual tuvimos que cruzar por un puente para llegar a una pequeña pero hermosa casa natural de bambú de una arquitectura de tal belleza que parecía salida de un cuento de hadas. La entrada era un pequeño puente hecho de bambú que se elevaba por encima del río, rodeado por arcos en forma de embudo, fabricado también de bambú.
Nos recibió una joven mujer garífuna de tez oscura quien conocía al encapuchado. En su interior era todavía más bello y acogedor. Las escaleras, las puertas ovaladas, las paredes con hermosos pliegues en forma de abanicos, los muebles como sillas, mesas, sillones, lámparas; objetos decorativos como cortinas, todo estaba hecho de bambú. La parte central era una columna con forma espiral que sostenía la estructura de la casa con el techo en forma de cúpula. La construcción con formas triangulares y romboidales como elementos ornamentales adornaban el lugar dotándolo con un mágico aspecto. La mujer nos condujo a una parte de la casa, separada por una cortina delgada y semitransparente de bambú que guardaba un lugar espacioso y cerrado por ramificaciones de bambú también en forma de cúpula, adornado por un bello jardín e iluminado por antorchas.
-Bienvenidos al santuario de las mariposas-. Dijo la mujer quien tenía por nombre Kenua.
-Kenua ¿podrías traerles algo de comer a nuestros invitados?-. Pidió con amabilidad el encapuchado.
-¿Qué tal les parece?
-¿Cómo fue que logró hacerse de este lugar?-. Pregunté maravillado.
-No es necesario ser un gran constructor para levantar una casa natural como ésta, basta con tener ciertas habilidades y pedir ayuda a asociaciones y colectivos que impulsan la construcción de estas casas naturales ecológicas y económicas.
Aunque no sólo se trata de una casa económica, sino práctica y antisísmica, gracias a la característica de resistencia cinco veces más fuerte que el concreto pero combinada con la liviandad de las varas de bambú.
Yo trabajo para la industria de la construcción de bambú en Guatemala que cuenta con un potencial de reservas de bambú para emprender un programa de construcción de viviendas a bajo costo en las poblaciones con escasos ingresos económicos.
Gema puedes quedarte a vivir aquí el tiempo que desees. Ésta es tu casa-.
Kenua nos había traído una rica comida tradicional de la gastronomía guatemalteca.
-¿Aquella amable mujer quién es?-. Pregunté mientras observaba a Kenua.
-Es mi esposa. Tanto ella como yo perdimos a nuestras familias en el terremoto. A ella la saqué debajo de unos escombros apenas con vida. Desde aquel momento hemos estado juntos sobrellevando nuestra pérdida.
-Usted me mencionó que ella es garífuna. ¿Qué ocurre en realidad con esta pelea entre etnias?.
-Los pueblos indígenas sufrimos una situación de desigualdad y discriminación por parte de los ladinos quienes han sido llamados así por siglos, desde tiempos inmediatamente poscoloniales. Nacieron del mestizaje de españoles e indígenas.
-Entonces, a parte de los cuerpos calcinados ¿Se ha logrado encontrar algún indicio que lleve a sospechar de alguien?.
-Bueno, entre las ruinas de las casas quemadas se ha encontrado cierto objeto en particular que las llamas no logran destruir. Aquello es una pintura enmarcada de un infante con lágrimas en su rostro.
En los diarios de los medios internacionales relatan sobre varios casos con las mismas extrañas circunstancias de residencias que fueron incendiadas después de que el propietario comprara una impresión de este cuadro.
Relatan haber visto a la pintura oscilando de lado a lado en la pared noches anteriores de que ocurra el incendio y sobre un extraño resplandor que les había despojado de su hogar.
Buscaron la ayuda de ciertos "expertos en ocultismo". La explicación que ellos ofrecieron fue, que los niños retratados en los cuadros pudieron de alguna manera haber sido víctimas de abuso o maltrato.
Se organizó una quema masiva de las pinturas resultando en un intento fallido por destruir las estampas de fuego. Aunque dejaron los cuadros en las llamas durante una hora, éstas no ardieron.
Todos decían que eran las lágrimas de los niños retratados las que apagaban el fuego.
Un jefe de bomberos de alto rango emitió un comunicado afirmando que el resultado de las pruebas realizadas a las pinturas mostró que estaban impresas en cartón prensado resistente al fuego, lo que dificultaba su combustión, y que además, fueron tratadas con barniz ignífugo.
-El mismo efecto repelente es capaz de reproducirse con una capa de agua o de jabón líquido. Es el efecto Leidenfrost. La capa de agua sobre la piel evita las quemaduras, ya que el agua crea una capa de vapor antes de alcanzar a transmitir el calor, evaporándose con el agua-. Recordé que de esa manera ideé un plan para lograr abrirme paso entre el fuego cuando el Silbador estalló en llamas dentro del cuarto sauna.
-Disculpe, no quería interrumpir. Siga por favor.
-Eres un muchacho listo. Bueno...
Al parecer, este comunicado como muchos otros, sólo se encargaban de disfrazar la verdad.
La gente relata que estas desoladas imágenes son un intentó del autor por plasmar la intensa tristeza, el horror e inocencia perdida que halló en las enrojecidas y llorosas miradas de los desdichados huérfanos que resultaron del conflicto bélico en aquellos pueblos cuando estuvo inmovilizado en la guerra.
Una experiencia así, transformaría la vida a cualquiera a través del dolor, la crueldad y la maldad del hombre, ¿no lo crees?.
Podría ser que esa carga emotiva las haría muy populares y se venderían por ello por miles por todo el mundo.
Lo cierto es que cuando estas pinturas comenzaron a comercializarse en diferentes países, un sin fin de historias comenzaron a surgir. Ya no sólo se trataba de incendios, también de que el cuadro traía mala suerte y que aparecían larvas de insectos detrás de él.
La vida de éste pintor se mueve en una densa niebla.
No se conoce mucha información sobre él en esta época, ni se conservan fotografías suyas de su juventud, ni de su entorno familiar, ni se conservan más cuadros. Muy poco se sabe de su biografía. Lo que sí es seguro, es que los siguientes cuadros que se le conocen no estaban firmadas con su nombre sino con un seudónimo, abreviado como "G. Bragolin".
Con este nombre firmó sus famosos cuadros de los "Niños que lloran". Sin embargo, no es el único nombre que utilizó, también hay cuadros que sin lugar a dudas son suyos firmados como "Franchot Seville". Algo curioso es que varios de los cuadros muestran a los niños delante de la misma puerta de madera, en la que se ve un travesaño o tabla diagonal.
Esto aparentemente sugiere que los retratos fueron pintados en el estudio del pintor, lo que también sugiere que los niños modelo fueron colocados en el mismo lugar del estudio. También los niños que aparecen delante de paredes y ventanas parecen enseñar un sólo lugar para la realización de los retratos. ¿Por qué utilizó un seudónimo? es posible que lo haya hecho para ocultar su nombre e identidad reales.
Por supuesto que muchos artistas cambian su nombre sólo por tener "una marca", más adecuada y fácil de recordar.
El caso es que sus pinturas se hicieron tan populares de la noche a la mañana que se convirtieron en un preciado tesoro.
Asi pues, las casas donde se cuelga uno de estos óleos originales arden en llamas hasta los cimientos y sus residentes mueren abrasados.
Pienso que, tal vez, las almas de los niños quedaron atrapadas de algún modo en los lienzos que arrastrarían la terrible maldición por el resto de los días.
Un día me dediqué a ordenar la casa, y me topé con una pila de periódicos viejos. Hubo uno que me llamó la atención particularmente. El encabezado decía "Todo se Quema, Menos la Imagen" y decía textualmente: "Increíble pero cierto. Un incendio, que se originó en un cuarto de la tienda y panadería San José, ubicada en la 13 avenida 23-79 zona 12, colonia La Reforma, consumió todo lo que había en él, menos un pequeño altar con la imagen conocida como Maximón. La noticia estaba ejemplificada con la foto de un bombero que saca de un cuarto reducido a cenizas la imagen intacta de Maximón, con un puro en la mano y pan en su regazo.
Maximón se ha convertido en una de las divinidades más populares en Guatemala, pero detrás de la fe que muchos le profesan se esconde un gran misterio.
-Conozco la historia de este santo y he tenido la oportunidad de ver su efigie en persona.
-En la época de la conquista de América, los españoles designaron a esta deidad como el protector del lago Atitlán. Este santo ha sido usado por el narcotráfico con el propósito de poseer un mayor control sobre la gente del lago. Una imagen que ha sido capaz de dar esperanza a todos aquellos que viven en la necesidad, la enfermedad o que buscan un milagro. Como un sedimento de viejas creencias que anima sus sueños, mostrando así un paseo por el fanatismo en que cada uno se aferra con fuerza e intransigencia a su parcela de verdad, dispuesto a morir o matar por ella.
La gente del lago tiene mucha fe en sus leyendas.
-Pero esto son sólo leyendas ¿no es así? Son cosas que no existen. Bueno ya no sé ni en qué creer.
-La gente del pueblo cree que existe y siempre hay algo de cierto en todas las leyendas.
Pero existe una historia detrás de los cuadros de los niños que lloran. Y Zulia la conoce muy bien. Ella es una sobreviviente del culto de Pandora.
-¿Pandora? ¿Pandora Kedward?
-Sí, esa misma. ¿La conoce? ¿Conoce aquella residencia?
-Cuénteme por favor.
-Esa historia es mejor que te lo relate la misma persona que lo vivió. ¡Zulia ven acá hija mía!-.
Zulia, se sentó en frente de mí después de que el encapuchado le dijera algunas cosas en el oído y, mirándome con esos jóvenes y tristes ojos, comenzó su relato.
-Vivimos como los perros abandonados, la gente nos consideraba alimañas, de noche nos cobijábamos en alcantarillas porque el peligro asechaba, y los recuerdos eran insoportables. Dolían los recuerdos, dolía el hambre. Éramos niños que teníamos miedo a la oscuridad como tienen miedo los niños. Y cuando amanecía, veíamos el cielo desde un pozo inmundo. Cualquiera persona que pasaba en un auto, te ofrecía dinero, te ibas con él con tal de estar en un lugar, con tal de tener para comer, con tal de tener en dónde quedarte, con tal de mantener hasta el vicio. Así fue como llegué a ese lugar. En Guatemala, hay miles de niños que viven en la miseria, alejados de sus casas por recibir malos tratos de sus padres, y por esa misma razón acabé tirada en las calles de esta peligrosa ciudad. Trabajé en los semáforos limpiando los cristales de los coches, o fabricando torres humanas con otros niños, entreteniendo así a los conductores, otros niños emulaban a los faquires, se tiraban al suelo y se acostaban sobre trozos de cristal, salíamos de las alcantarillas para trabajar y tener algo con que llevarnos a la boca. Otro de los riesgos de vivir en la calle era caer en la droga. La mayoría de los niños estábamos enganchados a los alucinógenos en forma de disolventes que inhalábamos por la boca. Pasábamos muchas horas drogándonos sin ganas de volver con la familia. Cuando acababa el día, volvíamos a la alcantarilla, ese refugio mugriento era el hogar que nunca tuvimos. Yo me fui de la casa por maltrato y caí en ése mundo. Fue en las calles en donde me forjé, probé las drogas, pero para mí son un mundo extraño lleno de monstruos falsos como muchas cosas falsas en lo establecido. Escapamos por pobreza, escasez o ignorancia. Escapamos del maltrato, las golpizas, insultos e indiferencia, buscando cartones para dormir, incluso bajo la lluvia. El solvente anestesiaba la vida que afuera me culpaba de cosas que me hacían sufrir. Sin embargo, en la calle no se cerraba la puerta, no se escondía la violencia; porque sufrimos humillaciones, maltratos. Muchas personas no tenían en cuenta que éramos seres humanos con sentimientos y sueños. Sabíamos por qué luchábamos, por quién luchábamos. Pero esto tampoco lo entendían y nos llamaban escoria. Si estábamos en la calle es porque no teníamos ni una casa, ni un familia, ninguno que nos hable, que nos ame o nos comprenda. Pensaban que éramos delincuentes. Estrechamente compartíamos amistad contra el frío del mundo y de la noche.
Hasta que un día, la lluvia, la depresión y el disolvente hicieron mella en mi memoria y al día siguiente desperté en casa de Pandora. Al principio creí que había encontrado el hogar que sólo en sueños podía tener. Pero pronto me daría cuenta que había caído en el mismísimo infierno. Éramos un grupo de treinta niños, quince niños y quince niñas. Pandora era la mujer que nos recibió aparentando ser como una madre para nosotros. La mayoría eran niños víctimas de la guerra, venidos de un orfanato que no se daba abasto, según nos contaba ella misma. Sus intenciones parecían ser buenas. Nos consolaba con abrazos y palabras dulces. Pero su falso amor dio paso a la ira más aterradora que puede poseer un ser humano. Aquel monstruo con rostro de mujer y falsa madre nos comenzó a torturar de varias maneras. Nos sometió a brutales golpizas, días enteros sin comer y diversas formas de tortura emocional. Y también a peligrosas ingestas de LSD y otro tipo de drogas por varios años. Aún yacen los traumas que dejó marcada en mi alma aquel horroroso período de cautiverio. Pero ella no estaba sola, sino que habían otras personas con ella. Aquellos eran sus sirvientes y sus colaboradores. Cordelia Adams, Eczon Slorah, Angelo Denson, Roberth y Martha Seville; e incluso su sobrina Alysa Kedward quien nos vigilaba, humillaba y acusaba todo el tiempo.
Todos ellos manejaban un culto que había operado en el más completo sigilo por varios años. Yo logré escapar al régimen gracias al terremoto que abrió una brecha bajo el suelo. No obstante, nos había traumatizado a tal grado que sentía la necesidad de quedarme, porque ese era el único mundo que conocía. Sabía cuáles eran sus reglas y, al obedecerlas, sentía que tenía control sobre ese mundo. Fuimos llevados fuera de la propiedad y, no más de diez o quince minutos después, recuerdo haber pensado: "Esto es como terminar un capítulo. Tengo que comenzar otra vida". En la noche, me tendí en una cama y fui chequeando todo lo que había dicho a lo largo del día. Nos habían enseñado a que, si le decíamos a alguien cualquier cosa de las que habíamos experimentado, nos íbamos a meter en serios problemas.
Fui parte de uno de los cultos más escalofriantes de la historia oculta de Guatemala y uno de los pocos dirigidos por una mujer. Su líder, la carismática y cruel Pandora Kedward.
Pandora planteaba que el mundo se iba a acabar y que sus niños iban a ser presentados como los salvadores del planeta. Ella utilizaba una táctica similar sobre sus seguidores adultos, a los que elegía de la elite profesional pudiente de todo el mundo. Forzaba a los niños a tomar peligrosas cantidades de LSD y plantas alucinógenas como parte de sus prolongadas "limpiezas" una vez que se iniciaban en su camino. Cuando se habían sometido, ella demandaba dictar cada aspecto de nuestras vidas.
Para ejercer un control total sobre los más chicos, se establecía como la figura autoritaria suprema. Para eso, hizo un libro de reglas que incluía una larga lista de infracciones y castigos. Si mojábamos la cama, nos perdíamos las comidas del día o recibíamos correazos. Cada vez que cometíamos una infracción al libro de reglas escrito por ella, éramos sometidos a los castigos. Uno de ellos consistía en perderse las tres comidas diarias. Otro, en alinearnos a todos afuera, frente a cubetas de agua colocadas en un banco. Nos daban de correazos y luego sumergían nuestras cabezas en las cubetas mientras nos preguntaban: ¡¿Quién te ama?! ¡¿A quién debes amar?! ¡¿A quién debes obedecer?!. Sostenían tu cabeza bajo el agua durante 20 segundos... te sacaban la cabeza, hacían las preguntas de nuevo y te sumergían otra vez. Eso duraba un par de minutos.
Cuando no estaba en la casa, ella llamaba regularmente a sus sirvientes para chequear si esas reglas se estaban cumpliendo. Si habíamos cometido cualquier infracción, ella quería escuchar nuestros gritos mientras recibíamos el castigo. Yo crecí totalmente consciente de que Pandora tenía el control completo de mi vida. Vivíamos en completo terror, con miedo hacia ella. Al mismo tiempo, la otra cara es que ella era muy cariñosa, cálida y hacía grandes cosas por nosotros. Vivías bajo el miedo, pero no era el 100% del tiempo. Querías complacerla, ser amado por ella, sabiendo que, si no lo hacías, las consecuencias eran aterradoras.
Pandora manejaba un poder demoníaco al que podía acceder a través de una ánfora. Es difícil condensar todos esos años de historia en unas cuantas palabras.
Yo tenía apenas ocho años de vida cuando pasé a ser parte del culto de Pandora.
Fui llevada a la casa de Pandora para ser criada como su hija. Mi nombre fue cambiado y crecí convencida de que Pandora era mi madre.
Pandora tenía un carisma arrollador y una presencia llena de glamour. Usaba perlas y perfume Chanel, tocaba el arpa y cantaba como soprano. Siempre lucía un frondoso pelo negro y ondulado. Muchos de sus fieles eran reputados académicos y miembros de la clase alta en Guatemala y del extranjero, y asistían también algunos que se presentaban en la casa con vestimenta judía ortodoxa. Ella fingía amar a las personas e interesarse genuinamente en ellos para después manipularlos. El perfil que buscaba era gente de muchos recursos económicos. Ella iba detrás de ellos, detrás de su dinero, influencia y poder, y así conoció a su esposo Arian Levi.
Pandora autorizaba la ingesta de LSD, plantas alucinógenas y hongos psilocibios. En adición, había un cóctel de medicamentos que nos daban a diario: Mogadon, Valium, Tegreto. Pandora daba las prescripciones a los doctores de la secta y ellos los conseguían. Yo tenía 10 años cuando logré escapar de la casa.
En ese momento, es casi como crecer sin un brazo o sin una pierna. Te pones en un modo de supervivencia. La forma que yo tenía de controlar este ambiente, sobre el cual no tenía ningún control, era aliarme con la autoridad. Lo que fuese que Pandora o los cuidadores dijeran, yo lo seguía al pie de la letra. Cuando era muy joven, comencé a copiar a su sobrina Alysa, si alguien estaba cometiendo una infracción, yo confesaba que lo había hecho. El problema con eso es que no iba a hacer ningún amigo. Hasta mis diez años, estuve incapacitada de relacionarme con la gente de mi misma edad y era muy vulnerable cuando me enfrentaba a figuras autoritarias. Ellos podían hacerme cualquier cosa y yo la aceptaba sin cuestionármelo, incluso, si sabía que eso estaba mal. Era muy insegura, llena de confusiones. Esos fueron los efectos colaterales que me dejaron para superar. Mi inserción a la sociedad no fue fácil. Durante mucho tiempo, tuve que lidiar con un pesado sentimiento de depresión del cual sólo pude desechar cuando Zamná me encontró. Fue muy difícil para mí tratar de integrarme a la sociedad y relacionarme con las personas, además de tener que lidiar con las adicciones a las drogas.
La secta continúa vigente. Hay un grupo de personas repartidas en todo el mundo.
Lo que hizo y autorizó hacer Pandora es criminal. Haciendo referencia a todo lo que hizo, veo que, a lo largo de toda la historia, la humanidad construye ideologías que se usan para cegarnos a la verdad. Así ahogamos nuestras conciencias que nos advierten de las consecuencias de esta locura.
Pandora nunca fue acusada de habernos tenido cautivos, hambrientos y encadenados en camas con candados y en un entorno oscuro y maloliente.
Pero lo peor no era eso. Ella también realizaba en el sótano de su residencia un procedimiento ritual conocido como sacrificio del ángel, en el que se imitaban las celebraciones católicas mezcladas con antiguos rituales mayas.
El altar estaba construido de roca, idealmente oscura. El cáliz era dorado y presentaba diversos símbolos oscuros. El ritual estaba dedicado a Maximón y a algunos demonios retratados a través de esculturas y pinturas hechas por Pandora. Los presentes tomaban como referencia al "Zignum Draconis". Es de este libro de donde salían las oraciones y los pasajes usados en las celebraciones.
Allí se exhibían pieles y cabezas de animales muertos, velas negras y lámparas oscuras.
Se trataba de la cofradía de Maximón.
El ritual se llevaba a cabo a la medianoche. En una habitación oculta en el sótano de su casa. El altar, que simbolizaba los sacrificios, era el centro de todo el ritual.
Al comienzo del ritual, el sacerdote empleaba un adagio para solicitar la presencia del jinete del caballo negro. Los celebrantes lo adoraban con frases en latín. El ritual estaba repleto de frases en latín.
Los líderes de la cofradía cuidaban de cada detalle, como la música y los textos recitados en el ritual.
Se hacía necesaria la presencia de un sacerdote, en este caso era el sacerdote Abelard. Sólo él tenía el conocimiento para llevar a cabo la ceremonia.
El vino, el cual se sacaba de un gabinete o caja que lo almacenaba, su contenido estaba contaminado con elementos que evocaban a la oscuridad y el infierno como la sangre, esperma humano (recolectado en la misma ceremonia) y orina. También se consagraba de una forma retorcida y, después, se servía a los fieles.
La vestimenta era oscura para luego más adelante quedar completamente desnudos. El sacerdote Abelard llevaba una túnica negra. Los asistentes también llevaban una túnica oscura con capucha y máscaras mayas de jade.
Posteriormente se elegía el sacrificio, éste se trataba de uno de nosotros, de uno de los niños que yacían todo el tiempo encadenados.
Llegado el momento del sacrificio, la víctima pasaba hasta una plataforma en cuyo centro se encontraba un cilindro de piedra, aquí se tendía de espaldas, cuatro cofrades lo sujetaban de brazos y piernas, mientras el sacerdote, quien portaba un cuchillo de afilada obsidiana, hundía éste en el pecho de la víctima para luego con sus propias manos extraerle el corazón todavía palpitante.
Para el sacrificio de sangre, al niño le extraían el corazón en señal de ofrenda a sus dioses, también se hacían heridas ellos mismos, se perforaban en varias partes de su cuerpo, en orejas, mejillas, lengua, genitales y brazos. La sangre que la víctima derramaba era esparcida sobre la efigie de Maximón. El sacrificio de niños se realizaba en fechas y circunstancias bien definidas. La extracción de corazones de niños se veía en varias escenas mitológicas en cerámica pintada en una especie de galería grotesca alrededor del lugar. El cadáver del niño era colocado en una gran ánfora de ofrenda donde, después de derramarse la sangre, emergía enseguida un fuego abrasador que convertía el cadáver del niño en cenizas que luego eran depositadas dentro del mismo recipiente.
El ritual se concluía con una orgía entre todos los participantes, incluido el sacerdote. Ahora sabes la verdad. Los cuadros fueron pintados por Pandora y dentro llevan el alma de cada uno de los niños que fueron sacrificados por ella y que fueron encerrados en pequeñas y oscuras habitaciones ocultas detrás de las paredes de la residencia-.
De repente, el tono de mi celular me sacó del estupor en el que me había sumido el relato de Zulia.
-Contesta-. Ordenó el encapuchado.
Haciéndole caso, enseguida contesté la llamada el cual se trataba de un número desconocido, y pegué el celular cerca de mi oreja esperando a escuchar la voz de Troyano 999.
-¿Hola?.
-Buenas noches señor Ulysses, soy el padre Abelard.




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