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Lilith logró “burlar” al oficial de policía internándose en el subterráneo. Al encontrarse en los torniquetes comprobó que nadie vigilaba y decidió poner en práctica otra vez su gran jugada. Se ahorró un dólar para el sándwich del mediodía. Bajó las escaleras hasta los andenes observando un mapa con la distribución de todas las estaciones en Zootopia, bastantes como para aprendérselas de memoria. Mientras esperaba el metro, reflexionó si alejarse sería una buena idea considerando que Judy podría estar buscándola en ese preciso momento. Le molestó que dos días consecutivos estuviera al cuidado de completos desconocidos. El recelo hacia Judy no era mayor que sus ganas de pasar las vacaciones junto a ella.
El metro arribó, Lilith tenía muchas estaciones a las cuales llegar, pero como había pensado, mantener una distancia prudente con la ZPD sería lo mejor. Un koala a su lado se veía cansado. Vestía elegante y suponía que era adicto al café igual a cierto zorro. Era gracioso cuando su cabeza ladeaba hacia el suelo, para cuando Judy bajó en una estación el koala seguía en la misma posición. Hizo un boceto rápido recordando aquella graciosa escena y subió a las calles.
No era mucha la diferencia con ese distrito y el anterior. De hecho, le pareció que seguía en el mismo sitio. El sol seguía en lo alto, sintiendo aún más calor que de costumbre. Pensó que, si compraba un helado, este no duraría ni un minuto, y eso que todavía no visitaba Plaza Sahara. Tundratown no sería una mala idea, pensó dando un paso. Aquella mañana le negaron estar en la patrulla y se alegró cuando se escapó de la ZPD, aunque su carcelero no fuera el animal más astuto del mundo. Recordar que la patrulla tenía aire acondicionado empeoraba la marcha. Se sentó en una banca unos cuantos minutos bocetando, costumbre que fue adquiriendo con el pasar de los años. Sus padres a veces se molestaban cuando en el almuerzo no quería despegarse de su infalible libreta. Bueno, era la número treinta y cuatro, y su habitación seguía estando desordenada con hojas sueltas. Los paisajes que dibujaba al igual que los animales no representaban tanta dificultad al plasmarlos en el papel. Lilith sabía trazar líneas suaves y detalles de sombra dándole más vida al dibujo. Sin embargo, crear cosas ella misma eran su mayor reto. Copiar y pegar una escena o paisaje resultaba fácil, pero pensar en nuevas creaciones parecían una gran ventana que aún no lograba saltar. Esperaba encontrar ese soporte que le diera la capacidad o los materiales para lograrlo, debía ser paciente. Dejó de dibujar y recorrió las calles, evitando los pasajes donde las sombras daban un buen lugar para detenerse. Pasó por un puesto de vegetales y compró una zanahoria que le duró dos cuadras. No había desayunado, y tampoco quiso pedir comida al leopardo en la ZPD. El dinero que tenía era una combinación de la mesada de sus padres y algo de Judy. Le alcanzaba para más comida, pero su apetito desapareció como las nubes en ese día soleado al divisar un animal conocido saliendo de uno de los pasajes oscuros.
El lobo gris visto el día de ayer caminaba sonriendo. Creo que se llamaba Walter, pensó Lilith. El zorro rojizo y él tenían historia, siendo este último quien parecía guardar su basura a los demás. Creyó que Nick no era más que otro zorro molesto como Gideon Grey, el que Judy llamara contando sus hazañas junto a su nuevo compañero cambiaba un poco más la idea inicial que tenía de ellos, pero no por completo. Ahora sabía que Nick tenía un pasado más oscuro, y sospechaba que su hermana no estaba al tanto de todo. Aquel lobo gris salió de prisión, su viejo amigo tuvo oportunidad para cambiar y la aprovechó, ¿no era una razón para hacer las paces después de tanto? Tal vez no para Nick. Al final la basura terminaba fuera de tu espacio personal y a la vista de todos. Como pensaba en la comisaría acerca de las cartas del alcalde y al igual que su hermana, todos merecían una oportunidad, intrigándole sobre lo que sabía aquel animal. Había escuchado que terminó encerrado al ayudar a los suyos, noble causa a su parecer y Zootopia no parecía esa ciudad utópica que describía Judy. Lilith sostuvo con más fuerza su libreta, decidiendo si quería saber de aquel animal. Para cuando se decidió, descubrió que desde hace tiempo caminaba siguiendo al lobo gris.
Se detuvo a las puertas de un complejo decorado con dibujos sin darse la vuelta para encontrarse con Lilith, quien permanecía a poca distancia. Al seguirlo dudaba en acercarse, sentía como una fuerza la detenía e intentaba que fuera en otra dirección, pero esa misma fuerza le daba curiosidad en seguir adelante. El lobo gris seguía quieto, en cambio la mini-zanahorias avanzaba cautelosa. Rehusaba de su mirada, pero si quería hablarle tendría que encontrarse con aquellos ojos. Se dio cuenta de que estaba asustada, sacó la libreta del bolsillo sosteniéndola como un escudo frente al lobo que ahora si notó su presencia.
—Vaya, vaya, parece que tengo una acosadora.
Lilith sonrió al ver el gesto del lobo, pensó que tendría miedo, tal vez era solo su imaginación, no quitaba el nerviosismo que demostraba moviendo su nariz.
Editado: 03.03.2020