1
El reloj marcaba las una de la mañana del domingo y los animales que no llegaban a sus casas se movían por Distrito Forestal cuidándose las espaldas luego de presenciar la llegada de varios reos tras el túnel norte. Podría pasar por una casualidad, los que observaron al primero de ellos aparecer bajo los focos pensaron que estaría siendo perseguido por la policía, o bien, una mente maestra que logró burlar la seguridad y escapaba a prisa del sistema penitenciario. Cuando le siguió un segundo, y después una docena, se entendía que algo malo había pasado, y quedarse quieto se pagaría caro en toda regla.
Las calles se vieron sumidas de patrullas inspeccionando las calles para cazar a los prófugos, lo curioso era que al pasar unas horas atraparon a unos cuantos, pero eso no era siquiera un cuarto de la verdadera población de animales que abandonaron la prisión. Los policías interrogaban a los transeúntes y encontraban datos interesantes, aunque algunos los llevaban a callejones sin salida. Nadie se buscaría problemas más de los que tenía la ciudad. Y eso se comprobó con los animales que se vieron forzados a entregar sus pertenencias a cualquiera vestido con un mono naranja, cómo decirle que no cuando las amenazas eran directas y sin un ápice de esperanza. La esperanza la tenían los reos, estaban gozando del clima selvático que los rodeaba y de aquellos que se veían propensos a sufrir una desgracia.
A la medianoche, ya habían dejado el distrito y se encaminaban por los diversos caminos hacia la libertad absoluta. Nick no se despertó hasta una hora después, cuando el sistema de aspersores se accionó creando una lluvia innecesaria que lo envolvió en el frío de los arbustos. Dentro del camión recibió un golpe que lo dejó inconsciente y los Depredadores aprovecharon para cobrarse las veces que lo vieron en las noticias. El castigo fue conciso más no mortal, la idea era dejarlo tirado en algún lugar para que otros se ocuparan, y qué mejor que desde el borde de un risco, donde de seguro sobreviviría, aunque no con una sonrisa en el rostro.
Nick sonrió para el disgusto que habrían experimentado sus atacantes. Le seguía doliendo el costado del abdomen, la mancha roja le cubría hasta el pecho. Se revisó y comprobó los raspones y el dolor de haber caído metros al vacío. Frente a él la calle se iluminaba por un vehículo ocasional que pasaba a gran velocidad. Tuvo que agradecer caer ahí, lo habrían encontrado de no serlo. Revisó el área con su mirada y notó que estaba cerca del túnel sur de Distrito Forestal. Por algo se empieza, pensó levantándose y cruzando al otro lado.
Otro borde, y este tenía mejor perspectiva. El río en el fondo y las luces de las casas estaban encendidas a distancia con los dueños asomándose por las ventanas para asegurarse de que no había extraños rondando. Los que se ocultaban en las sombras los delataba la cortina con la que se cubrían, nada pasaba desapercibido para el zorro rojizo, menos las luces intermitentes de la policía bajo los árboles. Estaban reteniendo a reos que no tuvieron la capacidad de esconderse, y se recostó boca abajo para evitar mostrarse como una silueta oscura sobre el horizonte. El brazo derecho no le respondió, y al verse bien entendió que ese fue el miembro que pagó el plato roto de la caída. No creía que estuviera fracturado, pero cogió una rama de uno de los arbustos y utilizó una liana para entablillarse.
Sonido de patrullas.
Nick levantó las orejas y observó la calle iluminarse de rojo y azul. Los vehículos pasaron con lentitud, pero eso bastó para no quedarse rezagado ahí. La suerte no le sonreiría dos veces, descendió por la cuesta cojeando a cada paso y llegó al nivel de las patrullas. Notó el río, la corriente pasaba violenta entre los pequeños muelles y dejaban a las embarcaciones luchando por quedarse amarradas. Los aspersores seguían acompañando una lluvia natural ayudando a que las aguas se descontrolaran. Era un desliz accionarlos con el clima así. Nick no se asomó al borde, si lo hacía caería sin razón, cosa que evitó mientras seguía el camino para salir del distrito.
Su cuerpo estaba magullado, y aún con esas se las arregló para continuar sin detenerse excepto cuando los policías erguían la vista en busca de otros animales. Nick creyó que se irían apenas arrestaron a los reos, pero no lo hicieron e intuyó que esperaban a otra patrulla para que se los llevaran. En su ámbito de trabajo ya lo había hecho; avisar a sus compañeros para continuar su jornada. El recuerdo de la placa en su pecho pareció distante, casi un sueño.
No tenía a Johnny Rayado intentando atacarlo y tampoco a la prisión en contra suya. Quedaba el animal responsable de su sufrimiento. El lobo gris lo pagaría, el coste de su dolor sería el equivalente a Walter suplicándole que no lo volviera a encerrar en una celda.
Nick vamos, creí que lo habías superado.
Levantó la vista, sobre el cielo la luz de un relámpago iluminó el frente y el lobo gris apareció en un instante. Lo vio sonreír, esa condenada sonrisa.
Avanzó con más fuerza y extendió su brazo en caso de encontrarse con él. Sabía que estaba divagando, pero si en su imaginación podía darle un golpe siquiera, habrá valido la pena sufrir tanto castigo. Se arrodilló en el punto donde lo vio, apretó los dientes y continuó la senda.
Judy era la prioridad, debía abandonar todo sentimiento de ira y ahondar en la salud de su amiga. En el momento que la abrazó supo que la voluntad de verlo la había traído a la ZPD, repetiría su actuar y hallaría el modo de solucionar todo. La dirección que le dio a Judy sería el primer escalón. En ese entonces todavía seguía con el lobo gris cuando conoció a Mr. Big y esperaba que Judy no se perdiera. Había escuchado que la calle había cambiado de nombre y enumeración, quizá la musaraña tenía que ver en ello.
Date prisa Nicky, o terminarás en el fondo…
Editado: 03.03.2020