Mi amante, el príncipe de jade.

Desiciones

Los elfos habían tomado una actitud deficiente en su producción de brebajes, pociones y bálsamos curativos, con los cuales el reino vampírico obtenía un buen porcentaje de dinero al exportarlos a otros reinos, la conquista que Valeska había ejercido en ellos fue considerada una victoria para la economía del imperio, pues eran una raza fuerte y adinerada, además de que sus mujeres eran tan hermosas como las vampiresas y al ser vendidas como esclavas el dinero obtenido por su alta demanda era demasiado rentable, pero el rey de todo no se dedicaba a la compra y venta de esclavos, ya que Lía no esta desacuerdo con la opresión y gracias a su influencia, su esposo había dejado ese tipo de comercio, pero otros nobles si lucraban con esto, especialmente algunos condes, el mercado negro era un negocio rentable, la prostitución, la venta de cuernos de ogro, unicornio y dientes de criaturas fantásticas, carne de sirena entre otros, eran unas de las tantas cosas que se vendían en la oscuridad de lo secreto.

Lo que Leonardo he Igorif trataban de decirle a su rey, era que las opciones que los elfos le daban no eran precisamente la opción más viable, el podría negarse, pues era el soberano absoluto, un dios que no le debía cuentas a nadie y menos a criaturas inferiores a él, pero la propuesta que sus hombres de confianza tenían, eran aun mejor.

—Lo que los altos elfos quieren, es que usted convierta a la princesa Silfi en su concubina, es una forma de emparentase a usted y así recuperar su estatus de alguna manera, conociéndolos, buscarán la manera de influenciarlo para su propio beneficio, lo que sabemos es que la princesa ha sido su marioneta desde el principio, nada nos asegura que el control que ejercían en ella haya desaparecido y puede seguir siendo manipulada por ellos aun en la distancia, esto en dado caso que su majestad considere la opción de convertirla en su concubina, además, lo que los elfos esperan y perdone que haga conjeturas adelantadas, es que en algún momento la princesa sustituya a la reina y así apoderarse de su imperio.—le dijo Igorif con seriedad.

—Ja, como si eso fuera posible—Valeska soltó una risa burlona, levantando una ceja, por nada del mundo cambiaria a su esposa, ni siquiera por una belleza como silfi.

—Los elfos son astutos, oportunistas, codiciosos y avaros, antes de ser conquistados se les conocía por su egoísmo y altanería, creen que son una raza superior a pesar de no ser inmortales, pero no tienen su inteligencia, ni su visión de las cosas su sexto sentido es imburlable, quizás ellos piensen en aprovecharse de la situación, deben pensar que si la princesa lo seduce, usted caerá por su fama de amante empedernido.

—¿Tengo fama de mujeriego? Jajaja, que falta de respeto, yo soy hombre de una sola mujer.

—Como dice Igorif, hacer a la princesa su concubina no es lo mejor, de ninguna manera pensamos que esos elfos sean capaces de burlarse de usted y aprovecharse de la situación, pero serán un dolor de cabeza si su reina sigue aquí, creemos que puede tomar la segunda opción para su beneficio.— le dijo Leonardo con seguridad y añadió.— podría regresar a la princesa con su pueblo, pero quitándole el titulo nobiliario y otorgándole uno de administradora o gobernadora y representante de las provincias elfícas, ella no poseerá una corona, tampoco tendrá el derecho de decidir por su cuenta lo que sea mejor para su pueblo, usted Serpa su cabeza y ella la cola, su soberanía es absoluta, le aconsejamos esta opción, así podrá enriquecerse aún más y podremos calmar las inconformidades de los elfos con migajas de libertad.

—Me gusta, sonaste demasiado oscuro y me encanta jaja, dejaré ir a la princesa, pero seguirá teniendo mi correa y cuando sienta que intentan revelarse contra mí apretaré la cadena para cortarles el oxigeno y cualquier tipo de esperanza que les quede, haremos lo que dicen.

—Como ordene su majestad.—respondieron Igorig y Leonardo.

—Hablaré con la princesa, traiganla a mi presencia.—le ordenó Valeska a sus sirvientes y después se dirigió a Leonardo he Igorif.—pueden retirarse, preparen los documentos que dejaran en claro mi postura, antes de dejar ir a la princesa se quedará unos días aquí.

—¿Entonces cuando mandamos el decreto?

—Háganlo hoy mismo, quiero exasperar a esas orejas puntiagudas, que les quede claro que hago las cosas a mi manera, cuando a mi se me de la gana.

—De acuerdo majestad, con su permiso.

Igorif y Leonardo se fueron haciendo una reverencia a su rey y se despidieron, dejando a valeska pensativo, cuando uno de los voceros fue a la habitación de Silfi para avisarle que el rey la mandaba llamar, su corazón se aceleró rápidamente, Beatriz estaba atenta a lo que sucedía.

—¿Que pasa?—le preguntó beatriz al vocero.

—Mi señora, el rey ha mandado llamar a la princesa Silfi, quiere hablar con ella en privado, la escoltaremos hasta la oficina real.

—Yo soy quién se encarga de vigilarla, yo la llevaré hasta su majestad, si quieren pueden seguirnos.

—Como diga señora.

Beatriz era muy respetada en el reino, nadie la cuestionaba, aveces su voz tenía tanto peso como si el rey de todo estuviera dando la orden, así que ella escoltó a Silfi a la oficina real, mientras la guardia y el vocero iban a tras.

—Estoy muy nerviosa, tengo un buen presentimiento, seguro que el rey me pedirá algo especial, quizá me diga que me convierta en su concubina.—expresó Silfi con una sonrisa.

—Ya te dije que dejaras de pensar en eso, las cosas que te digo te entran y te salen de las orejas ¿de que te sirve tenerlas tan agudas?— le preguntó Beatriz con enojo.

—No puedo evitarlo, creo que estoy enamorada…

—¿Que sabes tu del amor?

—¿Enserio cree eso? Mi corazón late con locura cuando pienso en él, tan solo el hecho de decir su nombre, mi piel y mi cuerpo reaccionan, mire, Valeska…

En efecto la piel de sus brazos se erizó y Beatriz hizo un gesto de desagrado.




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