No te enamores de Arthur Dark

Capítulo 1

Zoey

 

"Tengo que irme de Oslo, Marianne, me busca la policía". 

"No, Hansel, por favor, déjame ir contigo…"

Saqué un nuevo pañuelo de la caja de Kleenex.

"No, Marianne, es muy peligroso. Cuando pueda conseguir un pasaporte falso vendré a buscarte".

Él abrazó a su amor y ella se aferró a su chaqueta de cuero para protegerse de la nieve.

"Hansel, tú no mataste a ese hombre, te acusaron injustamente, puedo declarar por ti".

—Zoey…

Me soné la nariz.

"Lo siento, Marianne, el barco me espera".

La mujer enamorada oyó la alarma que anunciaba que el barco estaba a punto de zarpar.

El hombre le dio un beso apasionado y se soltó de su agarré.

—Zoey…

Tenía la vista nublada por el llanto.

Él caminó hacia atrás, viéndola por última vez hasta que se giró y corrió hasta las escaleras a punto de ser elevadas.

“"Te amo Marianne” le gritó él antes de desaparecer dentro del barco mercante con destino a América".

Tomé otro Kleenex de la caja.

—¡Zoey, escúchame! —Mi compañera de trabajo elevó la voz.

Levanté la vista e intenté visualizarla. Seguramente parecería un mapache de las ojeras que tenía de tanto llorar.

—¿Qué sucede, Kira? —le pregunté hipando—. ¿Acaso no ves que estoy devastada? Hansel se fue y Marianne no le pudo decir que estaba embarazada de esa única noche apasionada que estuvieron juntos, escondidos en esa cabaña de los fiordos.

—Lo único que sé, Zoey, es que en una hora cierra el IRS y aún no has salido de aquí para hacer la presentación. —Me retó.

Miré hacia la calle, estaba nevando, mi mirada se dirigió de los copos de nieve a la pila de libros en venta de Arthur Dark.

Habían llegado anoche las cajas con su nueva obra para poner en la vidriera, “Amor en los Fiordos”, el que era su último libro, lo había escrito en Noruega y se habían vendido siete millones de copias en las últimas doce horas en todo el mundo. 

Abrí la primera página apenas desembale todas las cajas y terminé de acomodar los libros para la exhibición. 

Llevé mi nariz y aspiré el olor a nuevo, me parecía que así podía sentir su aroma entre las páginas. Él había escrito cada una de estas palabras que me hacían enamorarme del amor. Giré el libro y vi su imagen, en realidad no era su foto, era una imagen de un hombre guapo hecha con IA, yo estaba enamorada de esa imagen.

Arthur Dark era un misterio para el mundo editorial. Nadie lo conocía, nunca daba conferencias de prensa y ni siquiera usaba redes sociales.

Sabía todo eso porque trabajaba en una librería a tiempo completo con Kira Stuart, mi compañera, desde hace cuatro años.

Mientras yo me devoraba las historias románticas, ella devoraba las de fantasía.

Lo mejor de nuestro trabajo era el contacto con los lectores, podíamos estar horas hablando con ellos de libros sin que nuestros jefes nos miren con mala gana o nos digan que estábamos de vacaciones en lugar de trabajar.

Al contrario, teníamos el don de vender más de un libro a un lector indeciso, una saga completa a un fanático y a aquellos que venían solo a comprar para regalar, los terminábamos convenciendo de que se lleven uno para comenzar a leer.

Pero como todo lector, teníamos un problema, la adicción a las letras, y muchas veces descuidábamos otras cosas.

Por ejemplo, teníamos una tela de araña  en el sector de libros de física y matemáticas, que se había hecho tan grande, que le habíamos puesto Charlotte a la tejedora y estábamos seguras de que en cualquier momento tendría sus bebitos arañas.

Otras veces, pasaba mucho tiempo después de cerrar y nosotras aún seguíamos con el comercio abierto, y en Nueva York, eso no era bueno, porque más de una vez habíamos perdido nuestro subte a casa y teníamos que tomar un taxi, un servicio muy costoso en la ciudad, que prácticamente era el equivalente a tres días de nuestro sueldo.

Peor aún era cada vez que salía un libro de Arthur Dark, prácticamente me encerraba en mi propia burbuja y leía la historia hasta tres veces seguidas.

Si, así de enamorada estaba de sus novelas, y lo malo de esta última publicación era que coincidía con la presentación de impuestos personales en la agencia del gobierno.

—Está nevando, no conseguiré en que ir hasta allí. —Me quejé.

Tenía el sobre preparado con toda la documentación que solo tenía que entregar y esperar hasta el 15 de abril para la respuesta del gobierno, pero el solo hecho de pensar en exponerme así a la nieve me hacía arrepentirme de salir.

—Zoey, esto es importante, llévate el libro y esperas hasta que te atiendan. Son las cinco en punto, a las seis cierra. ¡Apúrate! —Me retó, ella ya había ido los primeros días de enero, estábamos a fin de mes.




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