Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 53. Hacia el sur

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 53.
Hacia el sur

A la mañana siguiente, Matilda siguió adelante con su plan de partida hacia el sur, tal y como lo había decidido la noche anterior. Ya había arreglado entregar su auto de alquiler en una sucursal local de la empresa arrendadora en Salem, y así no tener que volver a Portland; había tenido que pagar una cuota adicional, pero bien valía la pena ahorrarse aquel innecesario viaje. Luego de entregar el vehículo, se dirigiría en Uber a la estación de trenes, y de ahí tomaría el primero derecho hacia Los Ángeles, un viaje que le tomaría un día entero a lo menos. Una vez que bajara en la Union Station en el centro L. A., estaría sólo a unos treinta kilómetros de Arcadia, y de la acogedora casa de su madre.

Aún no le había comunicado a la señorita Honey que iba en camino, mucho menos que le habían disparado. Pensaba hacerlo, pero más adelante, cuando ya estuviera cerca y no se le ocurriera a su madre adoptiva querer tomar el primer vuelo hacia Oregón, alterada por la noticia de lo sucedido. Lo que menos deseaba era importunarla más de lo necesario.

Se levantó temprano para arreglarse y terminar de hacer su equipaje; todo lo mejor que su molesta herida le permitía. Tanto ajetreo no era recomendable para un herida de bala, aunque hubiera pasado limpia y sin tocar nada importante. Esperaba poder reposar lo suficiente ya que estuviera en Arcadia.  Aún no eran las ocho de la mañana cuando la psiquiatra salió de su habitación, jalando detrás con el brazo sano su maleta grande ruedas, mientras un muchacho del hotel, que se había presentado por petición suya, le ayudaba con el resto del equipaje.

Una vez que abordaron el elevador, Matilda quedó más cerca del tablero, por lo que fue su responsabilidad elegir su próximo destino. Su mano instintivamente se dirigió al botón de Planta Baja, pero se detuvo unos segundo antes de presionarlo. Miró de reojo unos momentos hacia el botón del Piso 3, en dónde se encontraba la habitación de Cole. ¿Debería pasar rápido a despedirse del joven detective? Técnicamente se habían despedido la noche anterior; quizás él ya ni siquiera se encontraba ahí. Al final, la presión ejercida por la mirada inquisitiva del muchacho que la acompañaba la obligó a elegir rápidamente la Planta Baja, y las puertas se cerraron al instante.

Suspiró, algo decepcionada en realidad. Pero se dijo a sí misma, varias veces, que era mejor así.

Al bajar a la Planta Baja, se dirigió derecho a la recepción. En el camino, sin embargo, vislumbró a Cody, sentado en uno de los sillones de terciopelo rojizo del lobby, mirando su celular de forma distraída. Le indicó al chico que llevara su equipaje, incluyendo su maleta de ruedas, y se dirigió cautelosa hacia su viejo amigo.

—Cody, buenos días —le saludó, sin ser demasiado efusiva. El profesor de biología levantó su mirada de su teléfono hacia ella, y Matilda sintió algo de espanto al ver su rostro: se veía demacrado y cansado—. ¿Estás bien? ¿Tuviste una mala noche?

—En lo absoluto, dormí toda la noche —indicó Cody, esbozando una ligera, y casi forzada, sonrisa—. Pero es un efecto secundario de las pastillas; no tengo sueño, pero me siento tan cansado como si no hubiera dormido nada.

Matilda se dijo a sí misma que un medicamento así difícilmente hubiera salido al mercado, y se cuestionó cómo fue que Cody podría haberlo adquirido. Sin embargo, prefirió dejar esa duda para sí misma.

—Espero que al menos no hayas tenido pesadillas —indicó la psiquiatra, un tanto irónica, esperando no sonar por lo tanto impertinente. Por suerte, si acaso lo fue, Cody pareció tomarlo bien.

—Créeme, de haber sido así te hubieras enterado. ¿Ya te vas? 

—Sí, me espera un largo camino. ¿Y tú? ¿Qué harás ahora?

Cody vaciló. No era que no supiera lo que haría; eso ya lo tenía claro. Se preguntaba, sin embargo, cuál sería la mejor forma de expresarlo. Pero quizás lo mejor era no darle tantas vueltas, pues de todas formas era prácticamente lógico.

—Volveré a Seattle —indicó con seriedad—, y arreglaré algunos asuntos que dejé pendientes allá.

—¿Con tu novia? —Cody asintió—. Espero que todo salga bien.

—Igualmente.

El hombre de anteojos se puso de pie, y Matilda se permitió acercársele lo suficiente para darle un cortés abrazo, usando por supuesto sólo su brazo sano. Cody le regresó el abrazo con suma delicadeza, procurando ni lastimarla.




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