DOS HERMANOS. UN DESTINO
«En el libro de la vida, el amor entre hermanos es la tinta indeleble que une capítulos, aunque la rivalidad sea el viento que agita sus páginas».
En la calidez de su habitación, Noelia se encuentra sentada en el borde de la cama de Lucas, quien lleva semanas sumido en un silencioso y desapacible sueño. Sus dedos envuelven con ternura la pálida mano de él, sintiendo la tibieza de su piel mientras su mirada se pierde en los serenos rasgos de su atractivo rostro masculino. Una lágrima recorre su mejilla, testigo silencioso de sus más profundos anhelos y temores.
La alcoba parece contener todo el peso de la espera y la incertidumbre, mientras Noelia, con el corazón encogido, anhela con intensidad desgarradora que Lucas despierte y vuelva a ser el hombre fuerte, vigoroso, frío y arrogante que tantos admiran y muchos detestan. Ese hombre que, a pesar de estar en coma, la ha cautivado de una manera que ella misma no comprende del todo.
No importa si sus ojos, al abrirse, la miran con desprecio o la repudian. Noelia está dispuesta a soportarlo todo, a dejarlo ir y renunciar a él para siempre si, antes de que las campanas anuncien la Nochebuena, el milagro se materializa y Lucas despierta.
El tiempo parece detenerse en ese instante; el latido de su corazón resuena en la habitación, cada segundo se convierte en una eternidad. Sus susurros, cargados de emociones, se pierden en el aire, mientras emite plegarias silenciosas que ansían el regreso de aquel hombre que se ha enraizado en lo más profundo de su ser.
✨Unas semanas antes✨
Lucas Kontos se ha tomado, por primera vez en muchos meses, unos días libres. Ha empacado algunas prendas informales y ropa deportiva, y ha abordado su helicóptero, ordenando que lo lleven a su pequeña villa, ubicada a poca distancia de la costa, en la Isla de Corfú. Es una enorme, sencilla y cómoda casa, oculta detrás de frondosos y altos cipreses.
Había comprado esa propiedad siguiendo un impulso hace varios años. Aquella pequeña villa es todo lo contrario al lujoso estilo de vida que lleva en Atenas. Sin embargo, es un refugio maravilloso que solo él conoce, lleno de paz y energía revitalizante. Cuenta con lo básico para pasar una temporada agradable y, aunque rara vez tiene tiempo para acudir allí, cada vez que lo hace desearía poder quedarse más tiempo.
—¡Necesito el dinero, Lucas! También es mío. No me lo puedes negar —regresan a su mente los reproches y exigencias de su hermano Xandro.
—No te daré un centavo más —contestó con firmeza—. No pagaré una más de tus deudas de juego. Esta vez tú verás cómo te las arreglas solo.
—Tendré ese dinero a las buenas o a las malas, Lucas —amenazó lleno de furia.
—No, mientras yo pueda evitarlo —contestó tranquilo, con la autoridad que hace que muchos bajen la cabeza. Muchos, excepto su gemelo.
—Que conste —lo señaló con el dedo índice—, que así lo quisiste.
Lucas mueve la cabeza, borrando todo aquello de su mente. Necesita unos pocos días… tres, a lo sumo cuatro… pero le urge poner distancia de todo o colapsará. Debe tomar decisiones muy importantes que podrían cambiar el destino de la Naviera y de todos a su alrededor, así que opta por alejarse y tratar de darle a su mente la mayor lucidez posible.
Mira el teléfono y tuerce la boca en un rictus de desagrado al ver la lista de mensajes, emails y llamadas perdidas que lo acosan desde esa pequeña pantalla. Uno en especial atrae su atención, y es el de Stavros Livanos, uno de sus rivales más poderosos y no está nada feliz.
Lucas inhala profundo. Apaga el móvil y lo guarda en su lujoso maletín de cuero.
—Hasta tú, Stavros, tendrás que esperar.
Apenas pone un pie en la paradisiaca playa, el viento impetuoso y los graznidos de las gaviotas lo relajan. De inmediato, siente que la tensión se disuelve, se olvida de la ruidosa urbe y se desconecta de todo y de todos.
Las paredes blancas, bañadas por la luz suave y dorada del sol de la mañana, transmiten una sensación de calidez en cada rincón de la casa. Los muebles sencillos invitan a la comodidad. La brisa marina, cargada con el aroma fresco y salino del océano, se cuela por las ventanas abiertas, trayendo consigo el murmullo incesante de las olas que rompen en la costa.
Sin perder tiempo, Lucas se sumerge en la rutina tranquila de la villa. Aquí no tiene sirvientes, así que cocina sus propias comidas con ingredientes frescos que ordenó le trajeran un día antes.
Por las mañanas, se ejercita al aire libre en la playa privada. La suavidad de la arena, la brisa marina, el sonido relajante de las olas y el agua clara agregan un toque placentero a la experiencia.
Después de tres días, ya se siente transformado. La tensión en sus hombros y su cuello prácticamente se ha desvanecido, y la claridad mental ha vuelto.
Editado: 19.08.2024