En la vida nos enfrentamos a distintos escenarios, los cuales nos hacen cambiar la forma de ver, pensar y sentir despertando sensaciones peligrosas que se nos cuelan en el mente, en el alma y en el cuerpo, acostumbrándonos tanto a ellas que es muy difícil no convertirlas en un vicio, que nos va deteriorando por dentro hasta producir en nuestro ser un éxtasis, una euforia y si no logramos superarlas nos hacen vivir en medio de un estupor para toda la vida.
Todas esas sensaciones peligrosas si no se saben controlar nos pueden quemar, herir y matar convirtiéndonos en seres irracionales que acostumbrados a no doblegarnos ante nada ni nadie nos hacen doblegar por medio del placer, el amor y el sufrimiento.
En el laberinto de las pasiones pecaminosas, el ser humano se ve envuelto en un torbellino de emociones intensas, oscilando entre el amor y el odio, el deseo y la aversión, el placer y la tristeza. Enfrentarse a sentir todas estas pasiones hacia alguien que debería ser repelido desencadena un conflicto interno abrumador. Controlar estos sentimientos desenfrenados parece una tarea imposible, donde el individuo lucha por encontrar un equilibrio entre el impulso y la razón, en un constante dilema entre la atracción y el rechazo.
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Sí, quiero