Addyson:
¡Dios, Dios, Dios!
¿Cómo he podido besarlo?
¡Joder, pero que bien besa!
¿Cómo se me ocurrió hacer algo así? Yo no soy así, yo no me lanzo a los brazos de nadie.
¡Madre mía, pero qué brazos! Es que estaba duro por donde quiera que lo tocaba, completamente, excepto esos deliciosos labios que me hicieron perder la noción del tiempo y el espacio.
¡Me tocó el culo! Es un fresco, desvergonzado, pero uno jodidamente sexy.
¡Dios, Dios, Dios!
¡Qué vergüenza!
Estoy sentada en el asiento copiloto del auto de mi mejor amiga camino a no tengo idea dónde, con el cerebro trabajando a mil por horas e incapaz de tener una idea coherente. Me froto las mejillas, las siento hirviendo.
¿Estaré tan colorada como él dijo?
Me miro en el retrovisor y desgraciadamente parezco un tomate, pero no es por el beso, no; es por su comentario fuera de lugar hace unos minutos.
No, sin dudas no es por el beso.
¡Dios, el beso!
Fue de telenovela y no lo digo por el restaurante y el público, sino porque fue de los buenos, de esos que te vuelan los sesos, te dejan las piernas de gelatina y una estampida de mariposas en el estómago. Creo que tenía razón, si no me hubiese detenido, podría haberle quitado la ropa.
—Déjala, creo que aún está aturdida. —Escucho a alguien decir. Se parece a la voz de Abigail.
—¿Crees? Aby, a mí me dan ese beso y flipo. Dios, fue el beso más caliente que he visto en mi vida. Estoy celosa. —Esa, definitivamente, es Ariadna.
Miro hacia la izquierda y la encuentro sentada al volante con una sonrisa de oreja a oreja. Me mira y sonríe aún más, si es que eso es posible.
—Mira, Aby, ya está despertando de su ensoñación —se burla.
—Ya era hora —contesta Abigail—. ¿Estás bien?
—¿Lo preguntas en serio o es solo para seguirte burlando?
—Yo no me burlo, Ari es quien lo hace. —Ruedo los ojos.
—Sí, estoy bien o eso creo. Por lo menos mi corazón ya volvió a su ritmo normal.
—¡Por Dios, Addyson, tenías que haberte visto! —grita Ariadna de repente, sin apartar la vista de la carretera—. Fue un beso torpe al principio, estabas bastante nerviosa; pero cuando él lo profundizó, te volviste una estrella porno. Eso fue caliente.
—Y no solo eso. —Me volteo hacia Abigail que tiene la cabeza entre los dos asientos—. La cara de zorra que tenías cuando le dijiste a Cristóbal que te estabas revolcando con el, ¿cómo fue que lo llamaste? —Hace una pausa pensando—. Ah sí, el adonis de revista, eso sí que no tuvo precio.
—Pensé que tú no te burlabas —digo un poco molesta.
—Lo siento, es que fue lo más divertido que he presenciado en días.
—¿Te gustó? —pregunta Ariadna.
—¿El qué? —Decido hacerme la tonta.
—¿Tú que crees?
—Pues, ¿qué crees tú?
—Que te maxiencantó.
—¿He dicho que odio tus palabras raras?
—Un montón de veces, pero no me importa. —Se encoge de hombros—. Ahora responde mi pregunta.
—¡Dios, que pesadita eres! Sí, me maxiencantó. El mejor beso de mi vida y, aunque cuando lo dije no tenía idea, resulta que sí, un beso suyo es capaz de hacerte combustionar.
—¡Lo sabía! —grita Ariadna emocionada.
—Por cierto, ¿cómo se llama?
—¿Quién? —pregunta Abigail.
—¿Quién va a ser? En mi cabeza sigo llamándolo tío buenazo o adonis de revista, pero es hora de cambiarlo.
—Ah, no sabemos.
—¿Cómo que no saben?
—No le preguntamos.
—¿No le preguntaron? ¿Vinieron con ellos todo el camino desde la universidad y no se molestaron en preguntar? ¿Exactamente que hicieron todo el trayecto?
—No lo sé, ¿preocuparnos de que no estallara la tercera guerra mundial en ese restaurante? Estaba demasiado preocupada por la que podrías montar si no llegábamos a tiempo. Lo siento, pero no creí importante presentarnos. —Se defiende Abigail y me doy cuenta de que estoy siendo una idiota.
—Lo siento —me disculpo mientras miro a Ariadna; ella sí que es raro que no haya preguntado.
—A mí no me mires. Yo estaba muy ocupada vacilando al rubio grandón. ¿Vieron lo bueno que está?
—¡Dios, tú no tienes remedio! —exclamo divertida—. ¿A dónde vamos?
—A cambiarnos, hoy es la fiesta en la playa. No podemos faltar.
¡La fiesta! Lo había olvidado totalmente. Va a ser fenomenal.