Addyson:
Después de mi encuentro con el Adonis, en el que solo faltaron segundos para que me lanzara a sus brazos a besarlo, me perdí en la multitud dejando solas a mis amigas. Necesitaba pensar.
Una hora después, sigo sentada en una zona apartada de la playa, donde la canción “Date la Vuelta” de Luis Fonsi, Sebastián Yatra y Nicky Jam, apenas llega a mis oídos.
No entiendo la reacción de mi cuerpo a semejante monumento. Me asusta. Cuando está cerca resulta ser embriagador, hace que me olvide de todo… de todo menos de ese maldito beso. ¡Dios, estaba tan cerca de hacerlo de nuevo!
Nunca había sentido esa necesidad imperiosa de que alguien me tocara, que me besara, en realidad, que hiciera conmigo lo que quisiera. Estoy segura de que si esa rubia oxigenada no nos hubiese interrumpido, hubiésemos montado otro pequeño espectáculo porno, como diría Ariadna, y lo peor, es que no me hubiese importado.
Tengo que controlarme, yo no soy así. Para colmo, ese tío ya me la tiene jurada. Hemos tenido tantos encontronazos que ya me debe odiar. Espero que Dios me ayude y no tenga que verlo el resto de la fiesta.
Lo que me recuerda que debo volver.
Cuando regreso, la noche ya está cayendo y Hugo, junto con dos chicos más, está prendiendo las antorchas clavadas en la arena y las lámparas de papel, creando una atmósfera acogedora, elegante y sencilla; simplemente mágica.
—¡Ya es hora! —grita Hugo cuando enciende la última antorcha. Sonrío, he llegado justo a tiempo.
Es momento de nuestra tradición más importante. La única que no puede faltar, la que nos ayuda a pasar los exámenes. No sé cuándo surgió, pero sin duda, todos los estudiantes somos partícipes.
En una botella plástica de agua vacía metemos una nota con la asignatura más difícil y el nombre del profesor. Luego la llenamos de arena y la metemos en baúles, que han pasado de generación a generación, mientras pedimos suerte para ese examen.
Imitando al resto de los estudiantes, cojo una botella y de mi bolsa de playa saco un lapicero y un papel. Escribo “Derecho sobre Bienes (Robert Mason)” y lo meto en la botella, me arrodillo y comienzo a llenarla de arena.
—¿Qué pusiste? ¿Derecho de Familia? —pregunta Ariadna mientras se arrodilla a mi lado. Abigail llega segundos después.
—No, odio esa asignatura, pero la que de verdad me jode es Derecho sobre Bienes. ¿Ustedes?
—Cálculo —responde Ariadna rodando los ojos como si su respuesta fuera obvia.
—Morfo —dice Abigail.
—Por cierto, ¿dónde te metiste? —pregunta Ariadna.
—Por ahí, necesitaba pensar un poco.
—Addy, tú y ese chico tienen...
—Detente —digo de repente y ella me mira confusa—. No quiero hablar de lo que pasó. No quiero hablar de nada que tenga que ver con él. De hecho, espero no cruzarme con él en lo que queda de fiesta.
—Pero...
—Déjalo ya, Ariadna —la interrumpo enojada, sin dejar lugar a réplica.
—Ok.
Una vez terminado el ritual, Ariadna decide que quiere jugar al beer pong, la muy loca tiene una tolerancia al alcohol que Dios se la bendiga, tal vez es por eso que es tan buena jugando. Ella fue quien me enseñó a beber y aunque Aby tampoco es mala, tiene prohibido el alcohol.
—Oh, pero mira a quiénes tenemos aquí. Nuestras jugadoras favoritas —dice Camilo, un chico de cuarto de Derecho que adora enfrentarse a nosotras. La verdad es que no sé por qué pues, por lo general, termina perdiendo—. ¿Van a jugar?
—¿Tú qué crees? —responde Ariadna.
—Luna, cariño, ven aquí —llama a su novia.
Una mesa de ping pong reposa sobre la arena con los diez vasos llenos de agua en sus posiciones. Hugo, llena con cerveza los otros y los coloca en una mesita aparte.
Camilo nos cede el primer turno. Ariadna toma la pelota, se posiciona detrás de la mesa y la lanza. Cae en el vaso del centro y todos los espectadores comienzan a gritar.
—¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe! —Camilo coge un vaso de cerveza y se lo empina drenando la bebida de un jalón. Todos les dedican vítores mientras él, con gesto exagerado, hace una reverencia. Besa a Luna y es mi turno.
—Ey, Addyson. Hace rato que no te veía —dice Luna intentando distraerme. No le hago caso mientras me pongo en posición—. No toques la mesa. —Bajo la cabeza sin darme cuenta. Está mintiendo. Se echa a reír y yo le sigo.
Este es el verdadero papel de Luna. No es mala jugando, pero tampoco tan buena, por eso se dedica a distraer.
Lanzo la pelota y la encesto. Sin pensarlo dos veces, la chica toma el vaso y se bebe el contenido.
—¡Deliciosa! —exclama. Es su turno de lanzar y como era de esperar, acierta. Ariadna se bebe la cerveza con el mismo entusiasmo y luego le sigo yo tras el acierto de Camilo.
Cuando nos quedan cinco vasos y a ellos tres, empiezo a sentir el efecto de la cerveza en mí. Estamos tomando grandes cantidades demasiado rápido y eso empieza a pasarme factura.