1. Solo contigo

8. Disparos

Kyle:


—¡JODEER! —grito cuando siento la cerveza fría en mi rostro.


Hasta ahora me había divertido bastante observándola jugar al beer pong. Estaba relajada, se veía que le gustaba, que estaba en su ambiente. Su sonrisa despreocupada me cogió desprevenido en varias ocasiones pues me di cuenta de lo mucho que me gustaba verla sonreír. Y ese discurso de pacotilla no tuvo precio, está borracha, aunque no es para menos, y al parecer su cerebro no funciona al cien por cien.


Pero ahora, justo ahora, las ganas que tengo de estrangularla pueden conmigo. ¡Joder! Es que ya no sé si lo hace a propósito. No ha pasado ni un día desde la primera vez que la vi, ¿y cuántas veces hemos tenido encontronazos? ¿Cuatro? 


No, cinco si contamos el beso. 


—¿Se puede saber...? —Comienzo a decir, pero poniendo las manos en su cintura, me interrumpe.


—Ah, no, esta vez no ha sido mi culpa...


—Cómo me digas que estaba en el momento y el lugar equivocado, juro que te mato, Addyson —amenazo con los ojos cerrados, armándome de paciencia.


—¿Se puede saber por qué eres el único que sabe mi nombre? ¿Cómo rayos te llamas?


—¿Qué? —pregunto confundido. ¿Cómo puede cambiar así el tema?


—Olvídalo, eso no es importante ahora. —Ondea su mano justo frente a mi rostro restándole importancia al asunto y yo tengo que echarme un poco hacia atrás para que no me golpee en la cara—. Pero sí, —Hipa—, estabas en el momento y lugar equivocado.


—Addyson —le advierto.


—¿Qué? ¿No sabes que el desconocimiento de la ley no te exime de su cumplimiento?


—¿De qué demonios estás hablando ahora? —Estoy a punto de perder la paciencia.


—Bueno, no es una ley, pero sí una tradición. —Hipa—. ¡Dios, odio el hipo del borracho! —Suspira—. Cómo decía, es una tradición. En el brindis final, te tomas medio vaso de cerveza y el resto lo lanzas hacia atrás. ¿Ves a alguien detrás de mí, además de ti? No, ¿verdad? —Miro a mi alrededor, tiene razón. No hay nadie más—. Todo el mundo lo sabe. Así que sí, estabas en el momento y lugar equivocado.


—Ok, digamos que tienes razón, pero el resto del día...


—Ah, no, pipito. El pasado es pasado, ahí se queda.


Estoy indignado, o sea, ¿qué se cree esta mujer? ¿Piensa que puede hacer lo que le dé la gana y salirse de rositas?


Cruzo los brazos en mi pecho y la observo detenidamente. Tiene el pelo recogido en un moño alto muy descuidado y debido al vaivén del viento, algunos mechones caen en su rostro. Sus manos son delicadas y tiene las uñas pintadas del mismo color del bikini; bikini que, por cierto, por mucho que me cueste aceptarlo, no he podido parar de mirar. A pesar de que sus senos no son muy grandes, no he dejado de preguntarme cómo se sentirán en mis manos.


Me obligo a mirarla a la cara y me doy cuenta de que me ha pescado y la muy descarada hace lo mismo que yo. Me repara completo y noto el momento justo en que percibe que no llevo camiseta. Sus ojos se agrandan y pasa la lengua por sus labios. 


Juro que cómo vuelva a hacer algo cómo eso, pierdo el control. 


Traga saliva fuerte y da un paso vacilante hacia mí. Descruzo mis brazos y contengo la respiración en espera de lo que va a hacer.


Curiosa, toca mi pecho con un dedo y yo me congelo. Delicadamente, posa la palma de su mano sobre mi corazón que, en este punto, está latiendo a todo dar. Ella sonríe y coloca su otra mano. 


Un jadeo involuntario sale de mi garganta y ella me mira, sus ojos brillan con deseo, al igual que estoy seguro, brillan los míos. Porque Dios sabe que en este momento, la deseo.


Una sonrisa sexy se asoma en sus labios y, tímidamente, comienza a pasar sus dedos por mi paquete de seis. Aprieto mis puños a mis costados con todas mis fuerzas intentando no tocarla y sacarla a rastras de aquí. Creo que en el momento en que decida intervenir, ella saldrá de la bruma en la que el alcohol la ha inducido y romperá la magia del momento. Y para ser sincero, no quiero que eso suceda.


—No solo besas de muerte, también tienes un cuerpo de puta madre. —Su voz  es ronca y seductora. Mis labios se abren involuntariamente en asombro; no me esperaba un comentario como ese—. Me pregunto cómo se sentiría...


—Ok, ya basta antes de que mañana te arrepientas. —Interrumpe su amiga, la pelirroja, mientras la coge por los hombros y la aleja de mí. 


De repente siento frío. No quiero que se la lleven, quiero que continúe tocándome así.


—Lo siento mucho —dice la otra amiga—. Está borracha y no sabe lo que hace. No te enojes con ella, en esta ocasión tenía razón. Es tradición lanzar la cerveza hacia atrás. —Me da unas palmaditas en el hombro y se marcha con sus amigas.


—¿Qué ha sido eso, tío? —pregunta Zion poniéndose a mi lado.


—No tengo idea —contesto y me marcho antes de que comience con el interrogatorio.


La fiesta avanza sin más percances. La rubia oxigenada continúa a mi lado como una lapa mientras mis amigos y yo, junto a otros chicos con los que hemos hecho buenas migas, conversamos tranquilamente sentados en los cojines estilo puf. 



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En el texto hay: amor patinaje ruedas hielo

Editado: 27.10.2024

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