Kyle:
RESIDENCIA PARA MUJERES MILTON BLACK
Leo el letrero por segunda vez.
—¿Podrían decirme de nuevo qué hacemos aquí?
A mi derecha, Maikol suspira y a mi izquierda, Zion suelta una carcajada.
—Maikol se lio con una tía luego de la fiesta. Una noche de increíble pasión y ella se fugó en la mañana, o sea, el sueño de todo hombre soltero y ahí va él y queda prendado.
—¡No he quedado prendado! —chilla Maikol—. Solo quiero saber por qué se fue sin despedirse.
—Dime que no tenemos que fingir que te la encuentras por casualidad porque no hay forma humana de que eso cuele. Desde que te vea, sabrá por qué estás aquí.
—Lo sé.
—¿Entonces para qué estamos nosotros? —pregunto señalando entre Zion y yo.
—Para que me hagan la media y de paso recojan mi autoestima si me manda a freír espárragos.
—Tío, de verdad que no te entiendo —digo y sé que no tengo que explicarme, él sabe a lo que me refiero.
Maikol es la clase de hombre que no le tiene miedo a las relaciones. Si es sexo fácil, de una sola noche, perfecto, pero si tiene material de “novia”, tampoco tiene problemas. Aún no sé si aplaudirle por eso o simplemente golpearlo hasta hacerle entrar en razón.
—Ok, pero me vas a deber una grande porque esa bola de problemas con la que no he dejado de tropezar, puede estar en esta residencia y definitivamente no quiero encontrarme con ella. —Zion trata de disimular una risita y la palabra clave es “trata”, porque en realidad no lo consigue—. Y por cierto, ¿quién es esta chica? —Sus miradas se encuentran un tanto nerviosas.
—Ya lo verás —dice Maikol y tengo la sensación de que no me va a gustar.
Entramos a la residencia, en realidad una de ellas, porque hay un montón regadas por todo el campus. Tiene tres pisos en forma de cuadrado. En el centro hay una especie de parque con bancos, farolas y una fuente seca; todo bajo el resguardo de dos frondosos árboles. La verdad es que está mucho más bonita que la de hombres.
—¿Sabes en qué habitación está? —pregunto.
—No, pero estoy seguro de que cualquiera de estas chicas sabrá.
—Bueno, creo que no hemos venido en buen momento, todas están de limpieza. —Nota Zion y Maikol suspira.
—Si no puede hablar ahora, por lo menos me aseguro de que podamos hacerlo después.
—Ok, pues manos a la obra —digo mientras salgo hacia el parque, perdiendo así, la protección que me proporcionaba el techo. Un chorro de agua fría cae sobre mí.
—¡JODEER!
—¡Dios! —Escucho decir a Maikol.
Zion estalla en una carcajada y yo lo miro con mala cara, pero no le importa, no se deja intimidar por mí. Creo que por eso nos llevamos tan bien.
Miro hacia arriba y veo, asomadas al balcón, a las amigas de mi bola de problemas y no necesito nada más para saber qué sucedió.
—¡Addyson! —grito con mi nivel de ira subiendo por segundos y ella asoma la cabeza. Su mirada atemorizada se encuentra con la mía—. Más vale que te quedes ahí. —La apunto con el índice y ella da un paso atrás.
Miro a mi alrededor y unos metros más allá, a mi izquierda, hay una escalera. Salgo corriendo y subo de tres en tres.
—¡Kyle! —grita Maikol a mis espaldas, pero no le hago caso.
Me detengo a par de metros de ella, que está franqueada por sus amigas. Levanta las manos en son de paz.
—Lo siento, ¿vale?
—¿Lo sientes? ¿Lo sientes? —pregunto incrédulo mientras me paso las manos por el rostro.
Un bulto de pelo se me queda enredado en los dedos y... ¡Dios, qué asco! ¿Era agua sucia?
«Claro que era agua sucia, idiota, están limpiando».
—Mira, de verdad que no fue mi intención —se excusa dando unos pasos atrás—. No sé qué pasa que siempre terminamos de esta forma, pero definitivamente no es mi culpa. Además, ¿qué haces aquí? Tú no deberías estar aquí, estás en...
—Juro que como vuelvas a decir esa puñetera frase, vamos a tener problemas de verdad. Y no estoy jugando. Estoy harto de todo esto...
—Solo iba a decir que estabas en el lugar incorrecto y bueno, ya que lo mencionas, supongo que momento equivocado también, porque mira que estar ahí debajo justo en el instante en que lanzo el agua. Reconócelo, bonito, realmente estabas en el momento y lugar equivocado.
Ya no soporto más. Esto es el colmo. Me lanzo tras ella, empujando a sus amigas a mi paso. Addyson sale corriendo también.
—¡Detente ahí, Addyson!
—¿Para qué? ¿Para qué me mates?
Realmente no tengo ni idea de qué quiero conseguir siguiéndola, pero no puedo hacer que mis pies se detengan. Así que nos lanzamos en una estúpida persecución.