1. Solo contigo

15. Solo contigo

Addyson:


Diosito que estás es el cielo, por favor, que esté bien, que no sea nada grave. Se lo pido por favor, que no se haya desangrado y muy importante, que no le quede cicatriz. Sí, una cicatriz sería fea; además, creo que sería capaz de matarme. Así que por favor, Diosito, escuche mi plegaria y cuídelo, que no sea nada grave.


—Addyson, necesito que te tranquilices, me estás sacando de mis casillas —advierte Ariadna intentando detenerme. 


Llevamos diez minutos en el cuerpo de guardia de un pequeño hospital dentro de la Ciudad Universitaria y luego de que el Adonis atravesara esa puerta de ahí, no he parado de caminar de un lado al otro en el pasillo.


Cuando todo el contenido del estante cayó al suelo haciendo un sonido endemoniadamente alto, el primero en llegar a nosotros fue el rubio quien, quitándose el pulóver, me hizo a un lado y presionó la herida de su amigo. Todo el mundo comenzó a moverse de prisa mientras yo solamente podía decir: lo siento.


Salimos de la habitación a la carrera y nos acomodamos nuevamente en el auto de Abigail. Esta vez, los tres chicos se sentaron en la parte de atrás y Ariadna me empujó junto con ella en el asiento copiloto, de forma que yo quedé sobre sus piernas y la cabeza contra el techo. Miré al Adonis y su rostro blanco me asustó como el infierno.


—Lo siento mucho, de verd...


—¡Cállate, Addyson! ¡Cállate de una puta vez! —gritó enfurecido haciendo que su pálido rostro, cogiera un poco de color escarlata.


Cerré la boca y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Una suave caricia en la espalda intentó cálmeme. Miré a Ariadna y ella me sonrió preocupada.


Diez minutos después llegamos aquí y ahora, según ese gigante reloj en la pared, son las 3:18 am; lo que significa, que ese chico lleva ahí dentro, exactamente, trece minutos.


Que no sea grave, por favor. 


No soy tonta, sé que esa herida no es mortal, pero bien que podría dejarle el brazo lesionado indefinidamente y no lo conozco, puede ser nadador, jugador de basquetbol, voleibol… Es que ni siquiera necesito ir tan lejos, con que sea zurdo lo he condenado.


Que no sea zurdo, por favor.


En ese momento, la puerta por la que minutos antes entró el Adonis se abre y este sale a paso lento. Tiene la cabeza gacha y los hombros caídos. El brazo izquierdo lo trae colgando en un cabestrillo mientras con la mano sana se frota el cuello. Parece agotado.


—¿Cómo estás? —pregunta el trigueño. El Adonis se encoge de hombros y una mueca horrorosa, cruza su rostro—. Ten cuidado.


—¿Qué dijo el médico? —Me atrevo a preguntar y me arrepiento en el momento en que su fría mirada azulada se posa en mí.


«Ahora sí te luciste, Addyson. Este tío te odia».


Respira profundo y contesta la pregunta como si uno de sus amigos la hubiese formulado:


—No es nada grave. La herida es grande, pero no tan profunda. Me dieron seis puntos; me mandaron antibióticos, limpiar la herida y reposo. Tengo que venir a que me quiten los puntos dentro de siete días. 


—¿Reposo? —pregunta el rubio preocupado y por la cara de los otros dos, supongo que no es buena noticia. Tal vez si sea deportista.


—Una mierda, ¿verdad? 


—Me alegro mucho de que estés bien —dice Abigail y el Adonis la mira con mala cara—, quiero decir, cuando vi toda aquella sangre me asusté, pensé que sería más grave aún. Cualquier cosa que necesites no dudes en pedirlo, soy estudiante de Medicina, apenas estoy comenzando, pero sé cómo curar heridas.


—Gracias por la oferta, pero yo también sé. —El Adonis le ofrece una sonrisa y luego le dice a sus amigos que está agotado. 


Pasa por mi lado y ni siquiera me mira. Sé que está enojado, que lo mejor es esperar a mañana para intentar arreglar las cosas, pero no puedo permitir que se vaya sin que sepa cuanto lo siento.


—Espera.


Se detiene, pero no me mira. Aprieta su puño derecho con fuerza y respira profundo par de veces. Observo su espalda por unos segundos y cuando entiendo que no tiene intenciones de voltearse a verme, decido hablar:


—Lo siento, ¿de acuerdo? Desde que nos conocimos no han parado de sucedernos cosas raras. Cualquiera pensaría que tengo algo en tu contra y que quiero hacerte daño, pero no es así, solo soy la persona más torpe del planeta. Siento mucho todo lo que ha sucedido, de verdad lo hago. —Suspiro profundo y parpadeo rápido intentando eliminar las lágrimas que pugnan por salir. 


Estoy agotada tanto física como mentalmente y quiero decirle un montón de cosas, quiero que me crea cuando le digo que lo siento, pero tengo la sensación de que nada de lo que diga será suficiente. 


Lentamente se voltea hasta que esos hermosos ojos se unen con los míos.


—Déjame hacerte una pregunta. ¿Eres así con todo el mundo o solo conmigo?


Esa es una buena pregunta. 


Me gustaría decirle que soy así con todo el mundo. Es cierto que estoy medio loca, que soy torpe, que siempre estoy metida en problemas y hundiendo a otros conmigo, pero si soy honesta, y viendo todo lo que ha sucedido desde que lo conozco, esa no sería la respuesta correcta. 



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En el texto hay: amor patinaje ruedas hielo

Editado: 27.10.2024

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