Hola a tod@s. Antes de comenzar me gustaría darle las felicidades a todas las madres en este día tan especial.
Una madre, es la criatura más hermosa que existe y doy gracias a Dios por permitirme seguir junto a la mía.
Este capítulo es un pequeño regalito. Debo decir que me gustó mucho escribirlo pues fue lindo darle vida a esa hermosa amistad entre las chicas, además de que, de una manera indirecta, nos permite conocer un poco de Annalía, la madre de Addyson, que desgraciadamente ya no está junto a ella.
También debo reconocer que es uno de los capítulos que más trabajo me ha dado escribir, pues no suelo escribir en pasado y, ¡Dios!, fue difícil. Así que me disculpo de ante mano por los errores que pueda cometer.😁
Sin más preámbulo...
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Addyson:
CLUB DE PATINAJE
MILTON BLACK
Observo el letrero detenidamente. Es enorme y a pesar de los años que lleva ahí, está muy bien cuidado.
Debajo de él está la puerta. La dichosa puerta que tengo que atravesar para hacerle frente a mi pasado. Para demostrarme que puedo con esto. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero no logro reunir las fuerzas necesarias.
Sé que tengo que atravesarlas, las chicas tienen razón, no puedo seguir huyendo, además, es un poco injusto, que por mi culpa, ellas se queden sin patinar.
Esta ha sido una semana de mierda. Desde el domingo, cuando la bruja nos contó lo de la dichosa competencia, no he podido dejar de pensar en ello, lo cual ha hecho de mi humor un asco. Nadie me soporta, ni siquiera las chicas. Ellas se quedan a mi alrededor, pero no dicen nada. De hecho, la última vez que mantuvimos una conversación decente, sin que yo resoplara, hablara en monosílabos o me irritara, fue cuando salí disparada de la pista, con ganas de mandar al mundo al diablo; aunque no estoy segura si a lo que pasó, se le puede llamar decente.
Fui directo a mi habitación. Cerré dando un portazo, que ni siquiera sé para qué lo hice, pues no había nadie que lo escuchara. Las chicas no tardaron en llegar. Entraron a mi cuarto mientras yo estaba escondida bajo las sábanas intentando no llorar. No quería llorar, estaba cansada de ser tan débil.
La cama se hundió cuando ellas se sentaron. La habitación estaba en silencio. Solo había un sonido, como el del agua cuando es servida en un vaso.
—Hemos traído vino —dijo Abigail. Así que no era agua—. Está delicioso, es de pasas, como el que le gusta a Addyson —resoplé. Ahí iban de nuevo. Suelen hablar de mí como si no estuviese presente, cuando quieren decir algo sin que yo opine. Son desquiciantes.
—Es una lástima que ella no quiera beber —dijo Ariadna.
—Ella se lo pierde.
—¿Qué te parece la competencia?
—Mmm, no estoy segura. Me gustaba más la idea cuando no sabía lo que pretendían hacer. Aunque no puedo negar que siento un poco de curiosidad.
—Yo también —contestó Ariadna—. Es una lástima que Addyson no quiera darle una oportunidad. —A pesar de mi cabreo, sonreí.
¿Charla trivial? Ja. Las conocía demasiado bien. Ninguna de las dos quería iniciar la conversación. Me las imaginaba haciéndose muecas la una a la otra diciéndose: Comienza tú. No, comienza tú.
Un suspiro.
—¿Sabes?, la entiendo. —Comenzó Abigail—. No debe ser sencillo para ella volver a patinar después de lo que sucedió. Estamos hablando de que su madre murió ese día, y junto a la señora Scott, estoy segura de que una parte de Addy también. Y lo peor es que ella se culpa.
—En mi opinión, Addyson es una tonta —dijo Ariadna—. ¡Tenía seis años, por el amor de Dios! No podía hacer nada para salvarla. Y es absurdo que se culpe porque le pidió estar ahí. Era solo una niña que amaba a su madre y quería que se sintiera orgullosa de ella. Era una niña que quería compartir con su madre la pasión por el patín.
—No conociste a Annalía. Era la mujer más increíble sobre la faz de la tierra. Muchas veces me imaginé siendo su hija también. Imaginé que me llevaba a tomar helado al parque; que me cantaba por la noche hasta que me dormía; que me cantaba esa cursi canción sobre el “Culito de Rana” cuando caía, tal y como hacía con Addy; que se acostaba conmigo cuando tronaba para que no me diera miedo. Ella fue quien me enseñó a patinar. —Hizo una pausa, supuse que para recomponerse. Su voz se estaba rompiendo con cada palabra y yo, a pesar de que no quería llorar, no pude evitar derramar unas lágrimas.
Sí, mi madre era maravillosa y me llena de mucho placer y orgullo saber que Aby la quería tanto.
—Annalía hubiese estado ese día ahí, aunque Addyson no se lo hubiese pedido. Ella no se lo hubiese perdido por nada en el mundo. ¡Por Dios! Iban a nombrar a su hija una Prodigio del Patín. Era una mariposa, tal y como todos le llamaban. No solo tenía una técnica perfecta a tan corta edad, sino que parecía que volaba, transmitía esa sensación de libertad con cada movimiento. Era mágico verla patinar. Si Annalía era la Diosa del Patín, sin duda alguna, su hija se merecía ser nombrada como un prodigio.